Desde el inicio de la pandemia por COVID-19, el mundo se encuentra mucho más alerta ante el surgimiento de nuevas enfermedades que potencialmente puedan prolongar el estado de alerta sanitaria, debido a sus efectos sobre las personas y los sistemas de salud, ya estresados por los dos años de emergencia.
Es por ello que el surgimiento de casos de la conocida como “viruela del mono” en países europeos y de Norteamérica, ha sido destacado por medios de comunicación durante los últimos días, generando alarma ya que “los casos reportados no están relacionados a un viaje a algún país donde se encuentre este virus. Lo que se puede sospechar es que se contagiaron dentro del país, por lo que puede haber una transmisión comunitaria, o persona a persona más alta de lo que se había descrito en casos anteriores”, como explica la profesora Mónica Acevedo, del ICBM.
La académica destaca que si bien el contagio en Portugal podría estar relacionado a un viaje, en el de Reino Unido “se sospecha que puede haber habido transmisión entre personas con alguien asintomático, que no tiene síntomas pero puede transmitir el virus”.
Pero, ¿de qué se trata esta enfermedad? La viruela del mono se aisló por primera vez durante los años '50 en una colonia de monos enfermos, identificándose que pertenece al mismo género que la viruela -variola- y los virus vaccinia, el virus utilizado en la vacuna contra esta última.
Es además una infección zoonótica viral, o sea, que puede ser transmitida al hombre desde ciertos animales, produciendo lesiones en la piel o “granos” similares a la viruela, aunque de acuerdo a la profesora Claudia Cortés, infectóloga de nuestro plantel, tanto la transmisión entre personas como su mortalidad son considerablemente más bajas que las de esta otra enfermedad.
No fue hasta los años '70 que esta enfermedad se detectó en humanos en territorio de la República Democrática del Congo, describiéndose posteriormente casos en las selvas tropicales de África Occidental y Central, particularmente entre personas expuestas a roedores, ardillas y monos, y llegando al hemisferio occidental recién en 2003, en Estados Unidos.
¿Cómo se puede transmitir?
La profesora Cortés explica que el contagio se da por contacto con fluidos corporales de un animal infectado, y por una mordedura, siendo la transmisión entre personas muy baja y principalmente mediante gotas respiratorias, requiriéndose contacto cara a cara prolongado para ello.
En cuanto a su incubación, se estima que desde la exposición a la enfermedad pasan 12 días, aunque en quienes tienen antecedentes de mordeduras o arañazos de animales puede ser más breve que en aquellos que solo tocaron la piel de un animal enfermo.
Si bien en la mayoría de los casos es asintomático, cuando se dan síntomas, en un 85 por ciento presentan fiebre, en un 70 por ciento escalofríos, el 65 por ciento sufre dolores de cabezas y un 97 por ciento lesiones cutáneas que se extienden desde el tronco hacia palmas de las manos y plantas de los pies.
¿Cómo se diagnostica?
Debido a que presenta lesiones y características clínicas similares a otras enfermedades como la peste cristal, el sarampión, la viruela, y la sífilis, entre otras, se requiere una confirmación de laboratorio para identificar si se trata efectivamente de un caso de viruela del mono.
¿Qué tratamiento requiere?
Actualmente no existe un tratamiento específico para esta enfermedad, por lo que se implementan medidas generales de soporte como la hidratación y la reducción de la fiebre, utilizándose antivirales en algunos casos graves.
¿Es una enfermedad mortal?
En África Central la tasa de mortalidad registrada gira en torno al 10 por ciento, ocurriendo los decesos generalmente durante la segunda semana. Sin embargo, en el caso del brote anterior en Estados Unidos, no se registraron muertes. De todas maneras, un elemento que genera preocupación es que la eliminación de la vacuna contra la viruela -que también protege contra esta enfermedad- luego de que la Organización Mundial de la Salud certificara su erradicación en 1980, podría conducir a una mayor susceptibilidad de la población al contagio, y a que aumenten los casos de esta enfermedad.
En este sentido, la profesora Cortés aseguró que los recientes brotes han generado alerta debido a que tras dos años y medio de pandemia “hay una mayor sensibilización a las infecciones y enfermedades infecciosas, y en este caso, la enfermedad se asemeja aún cuando sea de menor gravedad clínica y mortalidad, a la viruela, una de las enfermedades que más muertes ha causado en la historia de la humanidad”.
Por ello, la académica llamó a no generar alarma y a entregar información simple y clara a la población, educando a los médicos “sobre las características clínicas y epidemiológicas de la enfermedad, para que puedan sospecharla y diagnosticarla”.
Consultado sobre qué medidas puede tomar nuestro país para evitar un brote de esta enfermedad, el profesor Jorge Ramírez, de la Escuela de Salud Pública, explicó que debido al mecanismo de transmisión y la alta prevalencia de casos asintomáticos, se debe reforzar “el control de ingreso de animales exóticos en las fronteras y establecer un alto índice de sospecha clínica ante los síntomas” en los servicios de salud, de manera de realizar los exámenes médicos para identificar posibles contagios.
El académico destacó que los brotes pasados en países desarrollados “no han conducido a apariciones de casos fatales, y se asume que eso es principalmente por el contexto de poblaciones más saludables con mayor acceso a atención de salud, que es algo similar a lo que ocurre en Chile, por lo tanto, el principal problema no estaría por el lado de la letalidad”.