Una de las actividades realizadas en el marco de la conmemoración de los 180 años de la U. de Chile fue la presentación de la Iniciativa de Neuroética del plantel. El lanzamiento del proyecto se dio en el seminario internacional “Investigación interdisciplinaria responsable del cerebro para la salud pública. Desafíos políticos y académicos”, actividad en la que participaron diversos investigadores locales e internacionales, quienes intercambiaron experiencias y perspectivas sobre este naciente campo.
“La neuroética lo que promueve es un avance en la investigación y la innovación responsable, para asegurar los beneficios en el campo de la salud y en cualquier otro ámbito en que puedan ser utilizados los conocimientos neurocientíficos, así como también para identificar a tiempo los riesgos que podemos tener. La neuroética juega un rol importante, tanto para los beneficios como para la identificación de riesgo”, explica el académico de la Facultad de Medicina, Manuel Guerrero, quien es parte de las y los integrantes de esta Iniciativa.
En la Universidad de Chile, “que es una universidad pública, con pensamiento crítico, ciudadano, pluralista y responsable, la neuroética se va desarrollar de forma interdisciplinar e intersectorial y en diálogo con la sociedad”, releva el académico, quien hace una invitación a diferentes disciplinas a involucrarse en esta temática.
- ¿Cuán abordada está la neuroética en el país? ¿Cuál es el estado del arte de este campo en Chile?
Hay un intento de avanzar en neuroética porque, en general, es una disciplina bastante nueva. La bioética, como ética aplicada al ámbito biomédico, tiene alrededor de unos 50 años, mientras que la neuroética tiene apenas 15 años y se ha desarrollado fundamentalmente en Europa y en Estados Unidos. A propósito de proyectos de investigación grandes que hay sobre el cerebro humano, encontramos en el caso europeo, el Human Brain Project; en el caso de Estados Unidos, el Brain Iniciative; además hay otros que están en el mundo asiático, en Canadá. En el caso de América Latina, existen algunas iniciativas en México, Argentina y en Uruguay. En Chile hay algo, pero no se trata todavía de una disciplina que esté establecida, que tenga un circuito de publicaciones propias, seminarios, cursos de formación que formen parte de la carrera en pregrado, un curso dentro de los magísteres. Es decir, se trata de algo que está en construcción.
- ¿Por qué es importante que como Universidad iniciemos este proyecto?
La Iniciativa de Neuroética de la U. de Chile lo que hace es que pone al día al plantel. La U. de Chile es una universidad compleja, cultiva todas las disciplinas y tiene una gran Facultad de Medicina, tiene un Hospital Clínico, trabaja con el Hospital Salvador y atiende, investiga en la materia, por ejemplo, enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, y la neuroética todavía no está desarrollada propiamente tal. Entonces, esta iniciativa, lo que hace es que da el puntapié con este seminario internacional, convocando a distintas disciplinas con visitas que vinieron de Canadá, de Europa, de Argentina, de Suecia, de Francia. Gente del ámbito de la filosofía, de la ética, de las humanidades y las ciencias sociales, para abordar en conjunto lo que puede ser desarrollar esta disciplina en la Universidad, y -de esta manera- entonces hacer un aporte para el desarrollo de la neuroética a nivel nacional y regional.
- ¿Hay otras iniciativas en torno a esto en el país?
Existen algunos atisbos. Por ejemplo, en el Congreso Futuro y la Comisión Desafíos del Futuro del Senado –en paralelo al período de estallido social- se discutió lo que se llamó la Ley de Protección de los Neuroderechos. Allí se abordó la posibilidad de proteger la actividad cerebral y lo que llamaron neurodatos, pero no existe una masa crítica a nivel nacional que esté abordando esta materia, por ejemplo, en vínculo con la clínica, con la investigación y con la política pública, y eso es lo que hizo este seminario internacional. Decir que la U. de Chile, a través de su Departamento de Bioética de la Facultad de Medicina y el Centro de Estudios de Ética Aplicada de la Facultad de Filosofía, además de la Unidad de Memoria, se inserta en este desafío.
- ¿Cuáles serían las principales amenazas que enfrentamos como sociedad en torno a la neuroética si no la abordamos?
Si no se desarrolla esta disciplina de forma seria, que es como lo vamos a impulsar desde la U. de Chile, el riesgo que se corre doble. Por un lado, es que podemos perder los beneficios que significa el avance neurocientífico y la innovación neurotecnológica. Es decir, encontrar solución a enfermedades que hoy día son una gran carga para la sociedad. Un ejemplo de ello es la enfermedad de Alzheimer, donde el avance neurocientífico nos permitiría avanzar rápidamente para encontrar una solución. Los beneficios son muy importantes y para eso se requiere que esa tecnología sea desarrollada de forma responsable.
Por otro lado, estamos enfrentados a riesgos de los que la sociedad ya ha sido testigo. Un ejemplo muy directo es el uso de los teléfonos celulares y su impacto en las interacciones humanas a todo nivel: en cómo nos comunicamos, cómo encontramos amistades, cómo nos relacionamos. En definitiva, para el desarrollo de tecnologías que tengan que ver con la intervención del cerebro, es necesario que en el proceso de diseño podamos identificar las implicancias éticas, sociales, legales.
- ¿Cuál es la importancia que tiene esta mirada inter o trans disciplinaria que están proponiendo ustedes desde esta iniciativa?
El cerebro humano opera en distintos niveles y escalas de tiempo. Es decir, para investigar el cerebro humano se investiga en niveles genéticos, la sinapsis del cerebro completo, la conducta humana o la relación de la cultura y la sociedad que también deja huella en el cerebro. El cerebro humano es resultado de una larga evolución del tiempo geológico, en que la materia se ha ido organizando, hasta también el tiempo de las propias sociedades, de las culturas y la trayectoria individual de cada persona.
No hay un cerebro que sea idéntico a otro, y -sin embargo- compartimos muchos rasgos comunes en términos de la estructura de la organización cerebral, que está muy marcado por la experiencia de vida, el ambiente al cual ha sido sometido la persona. Entonces, para estudiar el cerebro, se requiere una mirada interdisciplinar: los neurocientíficos, la filosofía, la ética, las humanidades, las ciencias sociales, el derecho, la ingeniería.
Por otro lado, también debe ser intersectorial porque estos hallazgos pueden impactar de manera positiva si se hacen de forma responsable. Por ejemplo, en el ámbito de la educación, de la salud y en la estructura social que tenemos, para que estén acorde al propio desarrollo cerebral y que promuevan que nos vayamos desarrollando como personas más solidarias, altruista, cooperativas.
- ¿Podría compartir algunas claves para explicar a la sociedad de manera sencilla en qué forma estos temas pueden impactar en su desarrollo?
En general, las personas están hoy día bastante conscientes, saben -aunque no necesariamente lo implementen- que lo que comen impacta en su salud. También, la sociedad está cada vez más consciente de que las distintas actividades que emprenden pueden provocar riesgo, como -por ejemplo- el consumo de alcohol o el consumo abusivo de drogas. Sabemos perfectamente bien que salir a la naturaleza o tener tiempo para el descanso, también hacen bien para su salud física y mental. Todo esto de lo cual ya estamos conscientes, también tiene su repercusión a nivel cerebral, y el cerebro tiene un lugar determinante en lo que cada uno de nosotros es y también como especie. Por ello, lo que hagamos y no hagamos impacta en el cerebro, impacta las conexiones que finalmente hacen que nosotros tengamos capacidad para entender, razonar, planificar, memorizar, descansar y proyectar. Es así como la neuroética viene a posicionar que el cerebro requiere atención a nivel de investigación, de la innovación, pero también de la implicancia que esto tiene para ti, para nuestra convivencia.