Columna de opinión:

Celebraciones de fin de año y soledad en Personas Mayores

Columna: Celebraciones de fin de año y soledad en Personas Mayores
Mayores
"El aislamiento social y la soledad se han asociado con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares (como hipertensión e insuficiencia cardiaca), deterioro cognitivo y demencias, enfermedades psiquiátricas como trastornos depresivos y ansiosos, y de mortalidad en general", advierte el profesor Felipe Salech.
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"Hacer partícipes a las personas mayores no significa solo invitarlos a una cena y tratarlos como invitados. Implica integrarlos a la festividad desde su biografía y características personales", expresa en esta columna el médico geriatra.

Para muchas familias la temporada de fiestas de fin año es un momento de celebración. Amigos y familiares se reúnen para conversar, comer y compartir regalos. Sin embargo, para algunas personas mayores estas fiestas pueden generar sentimientos de soledad y síntomas ansiosos. Saber reconocer y enfrentar apropiadamente este fenómeno puede ayudarnos a vivir estas fiestas de mejor manera.

La soledad ha ido capturando el interés de los investigadores en el campo de la gerontología, pues se ha ido consolidando su rol como un determinante muy relevante de la calidad de vida de las personas mayores. En este sentido, es fundamental reconocer que la soledad tiene múltiples dimensiones que requieren de una mirada integral, que no debe ser sobre-simplificada [1].

Soledad y aislamiento social son conceptos diferentes. La soledad se define como el sentimiento de estar solo o separado de los demás. En cambio, el aislamiento social es la falta de contactos sociales con los que se pueda interactuar. En otras palabras, se puede vivir en aislamiento y no sentirse solo o, por el contrario, uno puede tener el sentimiento de estar solo a pesar de estar con otras personas [2,3].

Es importante reconocer que la soledad puede ocurrir en cualquier edad, aunque estudios epidemiológicos muestran que existe una asociación con la edad. La soledad en personas mayores es un fenómeno frecuente. Estudios internacionales han reportado que la prevalencia de soledad va entre el 3 y el 34% de la población de personas mayores, aumentando en forma progresiva con la edad, donde alrededor del 50% de las personas de 80 años o más reportan sentimientos de soledad [2]. En Chile, los datos son similares; el estudio “Calidad de Vida de las Personas Mayores Chilenas durante la Pandemia Covid-19”, realizado por la Pontificia Universidad Católica, mostró que un 53% de adultos mayores indicaron sentirse solos [3].

Se han descrito varios factores determinantes de la soledad en personas mayores. Entre los más citados se encuentran, la viudez, la pérdida de amigos, cambios fisiológicos (pérdida auditiva por ejemplo), problemas de la salud y la reducción de las actividades sociales. Se ha descrito también una perspectiva social y de género, donde el sentimiento de soledad es más frecuente en mujeres y en personas de estratos socioeconómicos más bajos [2].

El sentimiento de soledad se ha asociado con múltiples desenlaces negativos que determinan pérdida funcional y menor calidad de vida en personas mayores. El aislamiento social y la soledad se han asociado con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares (como hipertensión e insuficiencia cardiaca), deterioro cognitivo y demencias, enfermedades psiquiátricas como trastornos depresivos y ansiosos, y de mortalidad en general. Si bien los mecanismos fisiológicos detrás de estas asociaciones son materia de investigación actual, se ha descrito una relación entre el sentimiento de soledad y el sedentarismo, hábitos de alimentación poco saludables, los que pudieran explicar el porqué de estas asociaciones [4].

Se han desarrollado intervenciones destinadas a manejar el aislamiento social y la soledad entre las personas mayores. Estas incluyen diferentes estrategias como la capacitación en habilidades sociales, trabajos en grupos comunitarios, e intervenciones psicológicas estructuradas como la terapia cognitiva conductual. Las organizaciones sociales y gubernamentales tienen un rol importante generando entornos más amigables con las personas mayores, mejorando el acceso al transporte y las tecnologías de la información y la comunicación. En Chile, en 2012, el Servicio Nacional del Adulto Mayor elaboró la Política Integral de Envejecimiento Positivo, la que declara en su marco teórico que la soledad es un factor de riesgo, especialmente cuando está asociada a estereotipos negativos [1]. Por su parte, la OMS en contexto de la década sobre el Envejecimiento Saludable (2021-2030), está trabajando para abordar el aislamiento social y la soledad como preocupaciones apremiantes de salud pública, desarrollando políticas de orientación sobre cómo implementar intervenciones efectivas para reducir el aislamiento social y la soledad, apoyando la investigación en el campo, y creando una coalición global para aumentar la prioridad política del aislamiento social y la soledad entre las personas mayores [5].

Si bien estas acciones nos dan luces sobre cómo se está enfrentando esta problemática, resulta interesante ver cómo algunos autores alertan que estas intervenciones solo incorporan acciones en un formato de entrega de servicios, con escasa mención a las circunstancias biográficas o culturales en las que se encuentran las personas [1], elemento que es central en un escenario de alta heterogeneidad como lo es el envejecimiento de la población, donde en un mismo grupo etario conviven personas con historias biográficas muy disímiles entre sí, algunos con alto nivel de independencia física y cognitiva con otros individuos que requieren alto nivel de soporte. En este sentido, se hace un llamado a la compresión integral del problema de la soledad, y al desarrollo de intervenciones personalizadas.

Las fiestas de fin de año nos entregan una oportunidad única de reconocer la problemática de la soledad y el aislamiento en personas mayores de nuestro entorno. Hacer partícipes a las personas mayores no significa solo invitarlos a una cena y tratarlos como invitados. Implica integrarlos a la festividad desde su biografía y características personales. Las relaciones intergeneracionales han mostrado ser un factor beneficioso en la salud mental de las personas mayores y tienen efecto también sobre las personas más jóvenes. Darse un tiempo para escuchar y aprender de la experiencia, viajar en el tiempo mediante una conversación sobre la experiencia del otro es quizás el regalo más valioso que podamos recibir esta Navidad.

* Felipe Salech PhD-MD es médico internista y Geriatra. Investigador asociado del Anillo de Investigación en Envejecimiento Acelerado Inducido por Obesidad (ObAGE Study; ACT210006), y del Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo (GERO).

Bibliografía