La dimensión académica, disciplinar y biográfica. Estos son los ámbitos que revisa Leonor Varas, directora del DEMRE, en esta entrevista con motivo de su más reciente distinción: la Condecoración al Mérito Amanda Labarca 2023. Su trayectoria ha estado marcada por la educación en diferentes ámbitos y misiones, comenzando por su llegada a la Universidad de Chile como estudiante en 1970, de la mano de las matemáticas.
Proveniente de Osorno, la académica pensó en quedarse a estudiar en el sur, pero una familiar suya que pasó por la Casa de Bello le dijo: “tienes que irte a Santiago”. Ya en el campus Beauchef, cuenta, “la primera sorpresa que tuve es que ingeniería era una carrera de puros hombres”, con la presencia de “un machismo totalmente normalizado”. Pero no solo eso, también el clima de efervescencia social fue parte de sus primeros años en la U. “Fue extraordinario porque era el '70, el año de las elecciones presidenciales donde se eligió a Allende, entonces Santiago era realmente fascinante para mí: venir del campo, de un colegio chiquitito a la diversidad en la Universidad de Chile, en la Escuela de Ingeniería, en Santiago, en la calle. Pasé todo el año en marchas, manifestaciones, en el cine”, relata.
Hoy la directora del DEMRE recuerda el proceso de admisión a la Universidad, el cual no era centralizado en ese periodo. “No tenía mucha conciencia de que ingeniería era una carrera muy selectiva”, por lo cual allí, en las salas de clases, pudo reconocer su propio mérito de quedar para graduarse de Ingeniera Civil en Matemática, en pleno periodo de reforma en su carrera, proceso de cambio de los planes y programas. “Eran tiempos de debate. Jamás había estado en uno, más con lo que se vivía en ese momento político”, faceta fundamental en lo que vendría después. “Ingeniería tiene una gracia: nunca he estado en un lugar más democrático que la FCFM”, señala, recordando entre estos múltiples eventos un debate de los candidatos a la Presidencia de la República.
Si bien en esa época no se vinculó a partidos políticos, Leonor Varas participaba activamente del movimiento social, hasta el golpe de Estado, hito que, “de alguna manera, viví con bastante soledad, no con una organización. Allí me quedó claro qué es lo que había ocurrido: no era solo que un sector de la sociedad chilena había perdido y otro había ganado; para mí lo que se había perdido era el país que teníamos”. Pero Beauchef fue un espacio particular en ese periodo. “Un hermano mío estudiaba psicología y allí era totalmente distinto. En Beauchef esto se vivió como una tragedia, sí, pero al mismo tiempo mi facultad fue resistente desde el principio”, característica que la profesora Varas atribuye a su propia diversidad y fortaleza.
- Los años de dictadura fueron complicados, pero usted fue parte de organizaciones culturales, espacios que sirvieron de antesala para la resistencia en el plantel ¿Cómo se gestó su participación?
Cuando volvimos a clases luego del 11 de septiembre, en una micro me encontré con un estudiante que era militante comunista. Le dije “¿qué se hace ahora?”, a lo que me respondió que “para recuperar la organización estudiantil hay que partir por los clubes deportivos, los conjuntos folklóricos, los grupos de teatro y literarios”. Eso lo tomé, empecé a hablar con gente y formamos un taller literario y un grupo de teatro en Geología. Si tú lo miras a posteriori, la Asociación Cultural Universitaria (ACU) salió de acciones así.
Otra organización importante fue la Asociación Universitaria Andrés Bello, que -de nuevo- la cosa más maravillosa que tenía era esta pluralidad, gente de muy distintas edades y miradas políticas. Un hito fue el despido del académico Luis Izquierdo, por el cual 60 profesores firmamos una carta inserta en El Mercurio. También tuvimos un decano interventor en Ingeniería, de apellido Poblete, a quien los académicos hacíamos unas marchas silenciosas, los estudiantes armaban caravanas hasta el octavo piso, donde estaba el decanato. Poblete se fue porque para la protesta del 11 de septiembre de 1985 tomaron presos a un montón de estudiantes y Poblete no les fue a sacar de la comisaría y todos los decanos, a pesar de ser designados, siempre lo habían hecho. Para lo de Federici ya éramos muchos más, era toda la Universidad en alerta.
- ¿Cómo fue para la Universidad y para usted la vuelta a la democracia?
Inicialmente hubo mucho entusiasmo, como en todo Chile. Hubo una asamblea muy importante en el Teatro California, donde prometieron mucho apoyo a las universidades estatales que no se cumplió. A poco andar había una gran desazón. En Ingeniería empezamos a decir que esperar algo del Estado tiene una parte contradictoria, porque nosotros somos el Estado, entonces éramos quienes teníamos que proponer, crear política, asesorar y no esperar que viniera de otro lado. Nosotros somos el Estado, esa era la consigna.
- En esta trayectoria, ¿cómo se aproximó al mundo educativo desde las matemáticas?
Hubo una reforma icónica de la vuelta a la democracia, que fue la reforma del currículum. La Unidad de Currículum del Ministerio nos convocó a discutir los nuevos planes y programas. Los que estábamos en el Departamento de Matemáticas, colaboramos en los planes de matemáticas, los de Física en física. Después, nos convocaron al perfeccionamiento de los profesores. De hecho, nos encontramos con la Rectora Devés, ambas estábamos en lo mismo: colaborando con el currículum. “Bueno, si nos encontramos en la defensa de la Universidad en tiempo de dictadura, nos íbamos a encontrar ahora en el apoyo a la reforma educacional”, me dijo.
Con ella y otros académicos nos metimos con harta humildad a aprender, a entender cómo funcionaba el sistema escolar, que es súper complejo y masivo, entonces realmente hay que ser obreros del asunto, y entender por qué hacen así las cosas los profesores. Ahí, el año 98, nos metimos a postular un proyecto de educación.
- ¿La semilla del CIAE?
Sí. Nos metimos a movilizar a la gente con la consigna de que el cambio de milenio iba a tener por tema principal la educación. Nos presentamos a un concurso FONDEF, movilizamos premios nacionales y perdimos, y yo dije “bueno, aquí nunca más”, pero se abrió el siguiente concurso y llegaron solitos a preguntarme cómo lo hacíamos para ir de nuevo. Fue cambiando la idea de que educación en matemáticas era para jubilados, matemáticos fracasados o una cosa menor.
En enero del 2003, el entonces director del CMM, Rafael Correa, me citó a una reunión con el Rector Riveros, donde le propusimos un instituto multidisciplinario de educación que incluyera las neurociencias, la economía de la educación, enseñanza-aprendizaje y el proceso de carrera docente. La vicerrectora académica, en ese tiempo Cecilia Sepúlveda, me invitó a formar parte de una comisión. Pasamos mucho tiempo en que no teníamos quien liderara la idea del instituto.
Luego fuimos a Conicyt, que tenía financiamiento para centros de excelencia y eso no lo teníamos en educación. Nuestro antecedente fue que cuando el mayor escollo para el desarrollo era la nutrición infantil, la Universidad Chile creó el INTA, entonces en ese momento apremiaba crear este instituto, pues ahora el mayor escollo para el desarrollo del país era la educación de su población. Conicyt lo comprendió y nos dio el financiamiento inicial para crear el CIAE. Fue tan fuerte nuestro compromiso, tanta la épica y el trabajo acumulado, que pocos años más tarde éramos un centro de excelencia y nos adjudicamos el financiamiento para el primer Centro Basal del área de las ciencias sociales.
- Con toda esta experiencia usted llega a dirigir el DEMRE, tarea nada fácil ¿Qué fue lo primero que creyó que había que hacer?
El DEMRE estaba siendo maltratado, a todo nivel, y a mi modo de ver de manera muy injusta porque la PSU la crearon otros. El origen de la PSU fue la reforma del currículo y un préstamo del Banco Mundial, entidad que quería saber si es que se había implementado. Por eso la PSU era como un SIMCE de cuarto medio, para saber si se estaba enseñando ese nuevo currículo. No fue decisión del DEMRE, que tenía su prueba, la PAA. El DEMRE llevó adelante lo mejor posible una prueba que no era su prueba y que con el tiempo fue perdiendo de manera dramática toda legitimidad social. Por eso, empezamos inmediatamente un nuevo FONDEF para construir una nueva prueba, proceso para el cual invitamos a mucha gente, muy diversa, chilena y extranjera, de todos los ámbitos: de las disciplinas que evaluamos y expertos en evaluación. Se pilotearon pruebas experimentales e hicimos laboratorios cognitivos, que consistían en sentar a un estudiante a responder preguntas, pero contando por qué lo estaban haciendo así. La reducción de contenidos, acordada con la Unidad de Currículo y Evaluación del Ministerio, la hizo más justa socialmente. Eso y todas las otras mejoras técnicas implementadas, la hacen una prueba de mayor calidad.
- ¿Cuáles son los desafíos en torno a la admisión en educación superior actualmente?
Ya tenemos un sistema universitario masivo. Las pruebas de selección sirven para hacer la fila, en base a puntajes, pero eso es lo que se necesita cuando tienes más gente que quiere ingresar a las vacantes que tú ofreces. Yo creo que estamos muy cerca de que eso no sea así, entonces en realidad el problema, más que ordenar la fila, será determinar a un conjunto de personas que está en condiciones de que si ingresa a esa carrera pueda terminarla. Ese debería ser el compromiso, no solamente equidad en el acceso, sino que un compromiso que dé equidad en la permanencia y egreso.
- Un tema del último proceso fue el de los rankings de puntajes ¿Cómo cree que eso debiese situar la discusión en torno a las diferencias en el sistema educacional?
La PAES no da información sobre la calidad de educación, para eso existen pruebas como el SIMCE. El año pasado hubo una campaña mañosa en las comparaciones. O sea, dentro de los primeros colegios -de acuerdo al promedio de los puntajes de las dos pruebas obligatorias- hay uno que tiene 28 estudiantes egresados. El Instituto Nacional tiene 600, o sea, si elijo los 28 mejores del Nacional encabezarían la lista también. Cualquier indicador tiene que considerar el tamaño de la población que estás comparando.
Lo que ocurrió este año es que nos acusaron de oscurantismo, cuando en realidad la transparencia es máxima, solo que los datos no se dan en ese momento, porque estamos concentrados en el proceso de selección. En abril se publica todo eso, que es un dato público.
- ¿En qué momento de su carrera la encuentra este reconocimiento de la Universidad de Chile?
Estoy muy feliz y honrada, pero todos los premios tienen algo colectivo porque nadie se hizo sola. En este caso, creo que no habría ganado este premio si no fuera por lo que hicimos con el DEMRE, por lo que hicimos en las pruebas, por el impacto que eso tiene, por lo que costó, por lo que luchamos.
- ¿Cuáles son sus deseos para la Universidad?
Queremos una universidad de excelencia, la mejor, pero muy vinculada al país, a las políticas públicas, a la cultura, como estos conciertos maravillosos que acaban de ocurrir en diferentes comunas. Nadie más que La Chile puede hacer eso, que libera un valor tan grande que le cambia la cara al país, como son los lugares de encuentro. En esto la Universidad tiene tanto que aportar, en el encuentro de la diversidad y del compromiso con una República. La U. de Chile es pilar de la República.