En el proyecto Fondecyt Regular Nº 1231136 "TYMMI" 2.0: Experiencias sincrónicas y asincrónicas para favorecer el aprendizaje y las prácticas pedagógicas efectivas en escenarios desafiantes de post pandemia a través de tecnologías y modelos pedagógicos en mundos inmersivos” confluye un equipo de cinco investigadores: la Dra. María Graciela Badilla (IR), la Dra. Fabiola Sáez y el Dr. Marcelo Careaga, académicas y académico de la Universidad Católica de la Santísima Concepción; el Dr. Andrew Philominraj, académico de la Universidad Católica del Maule; y la Dra. Sandra Meza Fernández, académica del Departamento de Estudios Pedagógicos de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.
La iniciativa se encuentra en el primer año de cuatro y en su desarrollo se ha efectuado una decena de cursos de formación en mundos inmersivos en la plataforma TYMMI para estudiantes de pedagogía nacionales y extranjeros, así como tres tesis de postgrado sobre el tema. Esta colaboración virtuosa entre universidades chilenas ha permitido el intercambio con universidades latinoamericanas y nacionales en congresos, seminarios, talleres y publicaciones de alto impacto, permitiendo experimentar en ambientes de realidad extendida, lo que da pie para proyectar su impacto en la educación pública chilena.
En el marco de esta colaboración, el 7 de marzo, en la Casa Central de la Universidad de Chile, se realizó el seminario abierto “Augmented Reality (AR), Mixed Reality, Virtual Reality (VR) called XR, in higher education”, a cargo de la Dra. Mina Johnson, investigadora de la Arizona State University.
Luego de la pandemia, señala la Dra. Johnson, las personas han comprendido la importancia de usar contenidos digitalizados para los aprendizajes, así como la necesidad de mejorar el nivel y hacerlo más intenso, más emocional o inmersivo. “Estas tecnologías, como la realidad aumentada, mixta o virtual, pueden ser de gran ayuda para la educación. Si bien las sesiones de realidad virtual aún son demasiado costosas, en cinco años más serán más alcanzables. Es por ello que hay mucho por hacer en cuanto a las tecnologías inmersivas, por ejemplo, usando proyectores y cámaras que están a nuestro alcance hoy y que pueden detectar el movimiento del cuerpo. Creo que es una dirección en la que podemos ir”, afirma.
Al presentar su experiencia en el desarrollo de aplicaciones para el aprendizaje, la Dra. Johnson hizo hincapié en el concepto de “embodiment”, el cual alude al uso de la gestualidad del cuerpo, desde caminar hasta gestos sutiles como los movimientos de los dedos. “Al usar el cuerpo como una tercera señal de aprendizaje, más allá de la oralidad y la visualidad, agregamos la dimensión del movimiento para fortalecer el aprendizaje, lo cual hace que los contenidos se retengan por mayor tiempo. Recuerdas por mayor tiempo lo que aprendiste corporalizando el aprendizaje”, explica.
“No podemos conformarnos con el acceso a la tecnología”
La Dra. Sandra Meza señala que, según el más reciente informe de Unesco, Chile es uno de los países de la región que más profundiza y diversifica el uso de tecnología. Entre 2019 y 2021, fue uno de los países con mayor porcentaje de población cubierta por una red móvil y donde más personas tienen acceso a internet. “La situación en las escuelas, en cambio, no está en el mismo nivel, aunque es reconocible el esfuerzo gubernamental por crear iniciativas como Aulas Conectadas y Conectividad para la Educación 2030, donde se facilita el acceso gratuito a internet en establecimientos educacionales, aunque aún no se trata de un acceso universal, como es el caso de Uruguay”, indica.
El escenario nacional, remarca, parece desequilibrado toda vez que es posible notar una diferencia entre el desarrollo de los Sistemas de Información para la Gestión Educativa (SIGE), o la incorporación de objetivos de aprendizaje relacionados con competencias tecnológicas en educación básica, y la equidad pendiente, en tanto se mantenga una confusión entre integración e inclusión escolar, ámbito al que favorecería ampliamente un acceso universal a medios y recursos educativos tecnológicos accesibles a todo el alumnado.
“En síntesis, no podemos conformarnos con el acceso a la tecnología. El desafío post pandemia de uso de tecnología en educación es tanto enfrentar la pérdida de aprendizajes, como las condiciones materiales y emocionales de las personas, con ello me refiero a toda la comunidad, familias, alumnado y, por cierto, profesorado. Más precisamente, la literatura reconoce tres tipos de desafíos post pandemia, los que se requiere abordar de forma colaborativa. Reimers en 2022 proponía: 1) Mitigación a corto plazo del impacto durante la emergencia; 2) Inmediata rehabilitación y recuperación en el período inmediatamente posterior; y 3) Recuperación a mediano plazo y mejora después de las secuelas iniciales de la pandemia”.
El modelo inmersivo constituye un desafío mayor
La académica estima clave considerar el escenario actual como una oportunidad para implementar un currículo integrado, “donde las tecnologías jueguen un papel importante, que considere más decididamente saberes de grupos diversos, territorialización del currículo, giro de la rendición de cuentas hacia la responsabilidad de las políticas públicas en educación, asignación de recursos distribuida, colaboración entre profesores y otros actores de la sociedad civil, entre otros. En consecuencia, a pesar de los avances en conectividad móvil y cobertura, las desigualdades sociales en nuestro país provocan brechas en la calidad del acceso a sistemas educacionales, pero además en la permanencia y egreso. Pasar del modelo remoto al inmersivo constituye un desafío mayor. Me gusta pensar en el salto a un currículo integrado, incipiente en las políticas públicas de la educación chilena, tanto escolar como universitaria”.
Es en esta coyuntura en la que investigaciones inter y transdisciplinarias juegan un rol fundamental para la educación pública, ya que representan una oportunidad para salirse del molde.
Según el estudio de Trucco y Palma de 2020, un 71% del profesorado chileno limita el uso de celulares en la clase, particularmente desde los 13 años. Ello podría verse como contradictorio con el objetivo de asegurar el equipamiento en las escuelas, el cual promueve la planificación de una ecología de dispositivos: escritorio, móviles, pizarras electrónicas, equipos de robótica, impresoras 2D y 3D, entre los imprescindibles. “Es un momento donde nadie podría ignorar la irrupción en educación de las realidades extendidas o 'XR', las que incluyen realidad aumentada, realidad mixta y realidad virtual. Claro que se requieren todos los resguardos antes de promover el uso de IA, sin dejar de considerarla una oportunidad. La proactividad consiste en generar I+D+i en educación y el mejor modelo es el colaborativo, siguiendo a los colectivos que promueven la investigación 'desde el Sur' y a otros grupos que trabajan por una academia conectada por nuestra responsabilidad social”.
La Dra. Meza argumenta, de acuerdo con Trucco y Palma (2020), que -en promedio- ya en 2016 en Chile se constataba que un 93% de escolares realizaba sus tareas con apoyo de internet, en tareas de colaboración con compañeros (65%), trabajos grupales (61%), presentaciones (68%) y búsqueda de información (76%), en el contexto de altas tasas de pobreza y abandono escolar sobre el 10% para estudios secundarios, lo cual -sostiene- es un indicador de que el sistema educativo tal como lo conocemos requiere una apuesta más osada. Finalmente, reafirma, la pospandemia en educación necesita ser enfrentada transdisciplinarmente, porque así podremos generar herramientas de análisis de fenómenos complejos como la pobreza, la discriminación, la equidad y la crisis medioambiental, desafíos muy actuales de la educación pública chilena.