Un 4 de abril de 1958 falleció María Luisa Sepúlveda Maira a sus 75 años. Una figura de múltiples facetas, entre las que se encontraban las de compositora, profesora, folclorista, intérprete y recopiladora musical. Considerada la primera compositora académica de la historia, su nombre se asocia a la música chilena de los albores del siglo XX y fue además una pionera en la definición de género a través de sus acciones musicales.
Oriunda de Chillán, Sepúlveda creció en una familia ligada a la educación, fue hija del profesor normalista Bernardo Sepúlveda y de la poeta Mercedes Maira. En esta ciudad comenzó su formación en el Liceo de Niñas y en 1898 ingresó al Conservatorio Nacional de Música de Santiago, incentivada después de escuchar una audición de Amelia Cocq. Allí estudió diferentes disciplinas de la música como canto, violín y piano. Recibió su diploma de piano en 1905.
Al mismo tiempo desarrolló estudios de composición, convirtiéndose en la primera mujer chilena en diplomarse como compositora en 1918. Al respecto, Catalina Sentis, investigadora del Centro de Investigación y Documentación Musical de la Universidad de Chile (CEDIM), señala que “María Luisa Sepúlveda es muy relevante debido a que es una figura en un momento en que hay pocas mujeres participando de esos espacios, ella viene a tensionar los moldes que se esperaba para las mujeres en ese momento”, señala Sentis.
Fue en ese mismo año que Sepulveda decide formar una orquesta con alumnas y profesoras del Conservatorio Nacional, la White Orchestra, donde se desempeñó como directora musical. A pesar de esta destacada trayectoria y del reconocimiento obtenido en la prensa, fue desvinculada de su trabajo como profesora de piano en esta institución en 1929, siendo víctima de injusticias asociadas a su género. Sin embargo, esto no la hizo detenerse y encontró nuevos espacios, en escuelas normales y colegios donde también compuso y arregló repertorios, además de ejercer la docencia.
Con respecto al legado musical de María Luisa Sepúlveda, Sentis señala que “en ella hay una parte que es heredera del salón decimonónico del siglo XIX, encontramos muchas obras para piano, para canto y piano; con un carácter romántico y vinculado al salón. Por otra parte, hay un enfoque más bien modernista, propio de comienzos del siglo XX, en que su obra hace un giro. No es que esto esté por etapa, sino que la adaptación de algunas obras son un poco imprecisas, estas están como en paralelo superpuestas, pero uno puede encontrar estas distintas corrientes que van reflejando su obra”.
En este sentido, las estudiosas de la compositora señalan que en su obra se puede apreciar tintes impresionistas con un lenguaje modernista. “Cuando explora estos lenguajes, lo trata de hacer desde una mirada de lo que ella está pensando, como a crear este imaginario de lo chileno que es propio de ese momento también, no solamente para la música, sino que en otros espacios universitarios y de las artes”, añadió Sentis.
Es así como en la obra de María Luisa Sepúlveda, se encuentran algunos estudios para piano como “El afilador” que aluden a la idea del imaginario chileno rural. Un ejemplo de esto son las micro piezas para piano “Locitas de las monjas Clarisas”, en donde la compositora hace mención a las artesanías de greda, en donde cada una de estas figuras se presenta con una pieza de piano diferente.
María Luisa Sepúlveda también se dedicó a la recopilación del folclore y la investigación musical, con el objetivo de preservar diversas canciones populares. Es en este sentido, que es considerada una de las primeras mujeres investigadoras y recopiladoras de música tradicional, ámbito que destaca Fernanda Vera, directora del Archivo Central Andrés Bello. “María Luisa Sepúlveda es una de las primeras recopiladoras del folclor chileno, aún antes de figuras como Margot Loyola, Violeta Parra o Gabriela Pizarro. Ella viajaba regularmente a la región del Ñuble porque su familia tenía un campo en esa zona. En ese contexto es que recopila y publica. Tiene una doble militancia luego que deja de trabajar en el Conservatorio, como recolectora y como docente, edita materiales para canto y piano, canto y guitarra y también para voces pues le interesaba mucho que fueran difundidas en los estudiantes”.
“En algunos documentos se presenta como miembro de la sociedad de compositores chilenos, de la Asociación Folclórica de Chile y de la Alianza de Intelectuales. Le interesaban mucho sus vinculaciones culturales e intelectuales y participaba de diferentes grupos de opinión. En ese sentido, fue excepcional en comparación con otras mujeres de su época pues dialoga de igual a igual con otras disciplinas”, destaca Vera.
Valiosos materiales a resguardo del núcleo patrimonial U de Chile
La obra de Mara Luisa Sepúlveda no se encuentra en un solo lugar, sino que está repartida por varias instituciones que preservan su legado por medio de donaciones e iniciativas personales. En el CEDIM se encuentran partituras de María Luisa Sepúlveda, pertenecientes al archivo de Pablo Garrido. Asimismo, existen otros materiales que se encuentran en el archivo de Claudio Arrau en Chillán y en la Biblioteca Nacional se encuentran otras.
“Su obra queda como disgregada en diferentes archivos y eso es algo complicado al momento de estudiar a esta compositora. Es ahí donde se encuentra la importancia de que el Archivo Central Andrés Bello tenga algunos materiales porque cuesta mucho encontrar todas estas piezas, que están dispersas en distintos lados”, señala Sentis.
En este sentido, el principal acervo patrimonial de la U. de Chile resguarda numerosas partituras que se utilizaron y siguen sonando en la actualidad y que pertenecen a la Colección Eugenio Pereira. Entre estas se destaca una edición de la Zamacueca “Ay, un imposible” con la que Sepúlveda ganó el premio de composición de Los Juegos Florales en el año 1924. Material de gran relevancia, puesto que es la primera mujer chilena que gana un concurso de composición.
“La importancia que este material se encuentre en el Archivo es muy notable porque es una de las pocas copias que se conservan de esta obra que hasta el día de hoy constituye un tema muy famoso que se sigue utilizando hoy en día en las ruedas de cueca, sobre todo por su letra”, señala Fernanda Vera.
Asimismo, el Archivo Bello resguarda también un manuscrito de la misma obra, copia que la compositora le hizo llegar al historiador chileno Eugenio Pereira. “En esta partitura está su letra, su firma. Ella le copia el mismo tema pero en una versión para guitarra. Entonces es un material muy valioso porque está de su mano. Antes no había tantas huellas o fuentes sobre María Luisa Sepúlveda, entonces cuando esto aparece en esta colección -que obviamente lo utilizaba para la redacción de sus libros sobre la historia de la música- me parece muy rica porque contiene marcas de uso, huellas de apropiación”.
Por último, Fernanda Vera destacó que esta selección de la Colección de Eugenio Pereira es variada, subrayando las piezas musicales que se resguardan correspondientes al “Himno de La Cruz Roja” y el “Himno a la mujer chilena” de la compositora.