Bajo la dirección del profesor Miguel Ángel Castro, la Orquesta Sinfónica Estudiantil del Departamento de Música, realizó una destacada y aplaudida interpretación de la Octava Sinfonía de Ludwig van Beethoven, El Moldava de Bedrich Smetana y Concertino para flauta en Re Mayor, de Cécile Chaminade. Más de 300 asistentes en sala marcaron la puesta en escena de las y los estudiantes en esta jornada, que buscó poner en valor el esfuerzo articulado de la Universidad de Chile por democratizar el arte y la cultura.
Este concierto, además, representaba un hito para el Departamento de Música de la Casa de Bello, ya que significó el retorno de la Orquesta Sinfónica Estudiantil al Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile, donde se presentaba continuamente durante la década pasada.
La Rectora de la Universidad de Chile, Rosa Devés, indicó que "esto es lo que debe pasar en la Universidad, pues refleja un espíritu generoso y de calidad. Son jóvenes que han trabajado por años y que pueden mostrar su música e inspirarnos a todos y todas con ese esfuerzo y talento". Agradeció, asimismo, al profesor Miguel Ángel Castro, quien "mostró toda su habilidad docente. Me emociona cómo explicó cada pieza, con tanto amor por la música y por quienes conformamos el público que estábamos escuchando".
Por su parte, la vicerrectora de Extensión y Comunicaciones, Pilar Barba, manifestó su alegría por la concurrida asistencia al encuentro. “Creo que logramos llenar esta sala de música y de jóvenes tocando para jóvenes. Además, el repertorio que se eligió para esta ocasión fue súper delicado, potente y variado, algo que -sin duda- nos ayuda a pensar que la música, y el arte en general, nos ayuda a construir una comunidad más cohesionada”.
El director de Extensión, Fabián Retamal, destacó que la instancia “fue un éxito desde el punto de vista de encontrarnos en torno a la música, además de contar con un público maravilloso que repletó este teatro”. Valoró, asimismo, la posibilidad de ofrecer actividades culturales abiertas y gratuitas al público. “En la medida que somos capaces de ofrecer espacios de este tipo, vemos que el público está, el público nos acompaña y eso nos invita y desafía a seguir pensando nuevas actividades y fechas para nutrir este ciclo y, por supuesto, más actividades de extensión, tal como lo hemos venido haciendo durante este año”.
Finalmente, la subdirectora del Departamento de Música, Fernanda Vera, subrayó el alto nivel musical del concierto y el compromiso demostrado por la Orquesta. “Esto da cuenta de la alianza tan fructífera y con tanta sinergia que hemos establecido con la Vicerrectoría y con la Universidad de Chile, de la cual somos parte”.
Respecto a las tres piezas interpretadas, la musicóloga comentó que “vimos El Moldava, que estuvo muy bien interpretado, con muchísimos matices. Los estudiantes tocaron con gran precisión y compromiso”. Sobre el Concertino para flauta en Re mayor, en tanto, señaló que “vimos a la solista, la profesora María Carolina La Rivera, quien tocó junto a la orquesta, quienes estuvieron a un alto nivel, muy bien logrado. Realmente fue impresionante para nosotros”. En la interpretación de la Octava Sinfonía de Beethoven, afirmó Vera, “se vio en todo su esplendor la capacidad que puede desarrollar la orquesta de estudiantes y el gran nivel que ellos tienen y que demostró también su director, el profesor Miguel Ángel Castro, quien lideró todas las piezas”.
“De la tradición a la periferia”
La primera obra interpretada por la Orquesta fue El Moldava (1874), de Bedřich Smetana, obra que constituye una periferia dentro de los discursos musicales occidentales canónicos. De corte nacionalista, el compositor plasmó distintos elementos del folclor checo. Esta obra, al igual que la anterior, fue creada por Smetana, quien sufrió la misma afección que Beethoven.
La segunda pieza que disfrutaron las y los asistentes fue el Concertino para Flauta en Re Mayor (1902) de Cécile Chaminade. Esta pieza constituye un ejemplo de la composición musical femenina de principios del siglo XX en Europa, de corte moderno, casi impresionista. Se considera también periférica, por cuanto las obras sinfónicas de mujeres compositoras no forman parte regular de las temporadas de concierto.
La tercera pieza y final del concierto fue la Octava Sinfonía (1812-1813) de Ludwig van Beethoven, pieza que encarna el triunfo de la modernidad a partir de la revolución industrial. El uso del metrónomo, en particular, constituye una modernización propia de la naciente industria musical. Esta obra fue estrenada por el compositor alemán, quien ya se encontraba en una situación de avanzada discapacidad auditiva.