La importancia de la dieta en la prevención del Alzheimer: frutos rojos, hojas verdes, Omega 3 y vitamina D

La importancia de la dieta en la prevención del Alzheimer

La enfermedad de Alzheimer se origina por la acumulación anormal de una proteína llamada péptido beta amiloide en el cerebro. Este proceso ocurre cuando se produce un desequilibrio: el cerebro comienza a generar más de esta proteína de la que puede eliminar.

“Durante el sueño el cerebro realiza una función de ‘limpieza’, eliminando desechos, incluida esta proteína, a través de la sangre y el líquido cefalorraquídeo. Sin embargo, cuando este proceso se ve afectado la acumulación de beta amiloide incrementa el riesgo de Alzheimer. Se estima que la acumulación de esta proteína comienza hasta 20 años antes de que aparezcan los primeros síntomas de la enfermedad, lo que dificulta su detección temprana”, explica Carol San Martín, bióloga, doctora en Ciencias Biomédicas y académica del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile.

La profesora San Martín advierte que “aunque solo un 5% de los casos de Alzheimer están relacionados con la genética, existen múltiples factores de riesgo que se pueden modificar a través del estilo de vida, incluyendo la nutrición. Como dentro de las características del Alzheimer hay un fuente componente de aumento de estrés oxidativo e inflamatorio, investigadores del Instituto Nacional de Envejecimiento de los Estados Unidos han desarrollado la dieta MIND, una combinación de la conocida dieta mediterránea y la dieta DASH para controlar la hipertensión, que busca prevenir el Alzheimer al incluir alimentos antioxidantes y antiinflamatorios. Más que una dieta es una recomendación para consumir de manera preferencial algunos de  esos alimentos. Por ejemplo, los frutos rojos -como arándanos, frambuesas, moras, frutillas- y las verduras de hojas verdes -como espinaca,  acelga y lechuga-, destacan por su capacidad antioxidante. También el Omega 3, presente en alimentos como el aceite de oliva, nueces, pescados y carnes magras como pollo y pavo, aporta propiedades antiinflamatorias que benefician  la salud cerebral”.

La línea de investigación de la profesora San Martín se centra en el déficit de vitamina D y su relación con el desarrollo del Alzheimer. Actualmente su trabajo explora cómo la vitamina D modula las defensas antioxidantes y su impacto en la progresión de esta enfermedad neurodegenerativa. "La vitamina D, tradicionalmente conocida por sus beneficios en la salud ósea, también juega un papel relevante no solo en la protección contra el Alzheimer, sino también de depresión, cáncer y otras enfermedades. Un déficit de esta vitamina ha sido asociado con un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad, por lo que mantener niveles adecuados resulta esencial", añade la académica. 

Además de una dieta rica en alimentos antioxidantes y antiinflamatorios, la profesora San Martín subraya la importancia de “mantener una actividad física regular, evitar alimentos ultraprocesados,monitorear los niveles de vitamina D y mantener una vida social activa".

A principios de 2024 San Martín realizó una pasantía en el Institute of Molecular and Cellular Pharmacology (IPMC) de la University of the Côte d'Azur, en Francia, tras adjudicarse una beca de formación en Enfermedades Neurodegenerativas otorgada por la Corporación Profesional de Alzheimer y otras Demencias (COPRAD) y el Instituto Francés de Chile. Allí tuvo la posibilidad de trabajar con muestras de cerebro humano, experiencia clave para su investigación, ya que pudo aprender nuevas técnicas y fortalecer colaboraciones internacionales para avanzar en el estudio de esta enfermedad.

El Alzheimer se ha convertido en un problema de salud cada vez más alarmante en Chile. De acuerdo con datos del Ministerio de Salud, se calcula que cerca de 200.000 personas en el país viven con esta enfermedad, una cifra que crece año tras año debido al envejecimiento de la población. Es la principal causa de demencia a nivel nacional, afectando a aproximadamente 6 de cada 10 personas mayores de 65 años, con un promedio de 20.000 nuevos casos anuales. Este trastorno no solo impacta profundamente a quienes lo sufren, sino que también impone una gran carga emocional y económica sobre sus familias y cuidadores, que son mayoritariamente las mujeres de la familia.