Uno de los creadores de la especialidad de Infectología de Adultos y de la Fundación Arriarán

Doctor Marcelo Wolff, nuevo Profesor Emérito de la Facultad de Medicina

Dr. Marcelo Wolff, nuevo Profesor Emérito de la Facultad de Medicina
Doctor Marcelo Wolff, Profesor Emérito de la Universidad de Chile
Doctor Marcelo Wolff, Profesor Emérito de la Universidad de Chile
El doctor Wolff junto al equipo médico de la Fundación Arriarán
El doctor Wolff junto al equipo médico de la Fundación Arriarán

Esta historia comenzó con un papelito, escrito en 1967, por un joven que le decía a su madre que “su hijo será médico en siete años más”.

Esta es la historia del novel doctor Marcelo Wolff que, cumplidos sus estudios en la Universidad de Chile, llegó a trabajar al Departamento de Medicina Experimental del Campus Centro-Sur de la Facultad de Medicina, junto al microbiólogo Mario Pino, en un edificio que aún se puede ver desde la ventana de su actual oficina en Hospital San Borja Arriarán.

Pero esta es también la historia del doctor Purnendu Sen, quien lo recibió en la University of Medicine and Dentistry de New Jersey y fue su maestro en Enfermedades Infecciosas; de él aprendió, dice, “la forma de pensar, no porque la impusiera, sino que mediante su ejemplo en la vivencia cotidiana, esa cosa tutorial que tiene que todavía tiene la medicina. Cuando volví a Chile prácticamente no existía la infectología como especialidad; si me tocaba enfrentar una situación particularmente difícil, pensaba en qué haría en esas circunstancias el doctor Sen. Eso me ayudó mucho. Él era de la India, estudió en el Reino Unido y después en New Jersey, y aprendí junto a él en un momento muy especial, porque fue cuando hizo su aparición el VIH, cuando no tenía nombre. Vimos los primeros casos, y ahí vi como él entendía el proceso, toda la gente tenía diferentes teorías, pero él entendió. Aprendí de diversidad y tolerancia. Estábamos en la zona cero del VIH, fue un momento muy particular, una emergencia global marcadora; estuve en el momento y en el lugar adecuado”.

También es la historia del doctor Guillermo Ugarte, jefe del Servicio y del Departamento de Medicina quien lo acogió en su regreso al San Borja, a comienzos de la década de los ’80, donde tomó un cargo de “médico del personal”, que le dio la libertad para empezar la atención de los pacientes que todos temían y cuya oficina estaba al lado de la de las asistentes sociales. Empezó a atenderlos, a “entenderlos” como le enseñó el doctor Sen, y así a derivarlos a sus vecinas para darles una ayuda más integral. Es también el inicio de la Unidad de Infectología del San Borja, creada junto a la doctora Rebeca Northland, con quien cimentaron la formación de nuevas generaciones en su especialidad y trabajarían juntos hasta ahora. 

De hecho, esa la historia del doctor Juan Ballesteros, el primero de los 52 becados que ha tenido desde que creó, en 1988 y como una experiencia piloto de la Facultad de Medicina, el Programa de Formación de Especialistas en Infectología de Adultos, el cual en 1991 tomó el carácter de oficial. “Antes que eso, los residentes de Medicina Interna iban a hacer rotaciones al Hospital Lucio Córdova, hasta que nosotros nos atrevimos a dar ese paso”, recuerda el doctor Wolff. Años después, sorprendió al becado número 40 mirando sus diplomas en la pared y se encontró pensando que este futuro colega no había nacido cuando a él le dieron esos certificados; y “hace poco, otra becada me explicó con gentileza algo que yo no entendía, “pero no es porque usted no sepa, doctor, sólo está algo confundido”, me dijo. ¡Pero me estaba enseñando!”.

Esta también es la historia de esos primeros becados que, para evitarles las penurias del autofinanciamiento, consiguió el auspicio de diversos laboratorios, “sin que influyeran en absolutamente nada en la selección ni el programa”. Luego vino el financiamiento ministerial, recuerda, “que hace que los postulantes vengan con ciclo de destinación listo, lo que es un problema para generar equipo docente propio. Por ejemplo, ahora tenemos una persona de segundo año que se va al San Juan de Dios y otra a Valparaíso, y dos de primer año que una es para Puerto Montt y la otra para el Hospital Barros Luco”.

Es también el inicio de la historia de la Fundación Arriarán, hoy el mayor centro de referencia para los pacientes con VIH, en la cual además se genera investigación de punta en el tema y se forma a decenas de nuevos especialistas. “Había un mar enorme de desconocimiento, entonces tratamos de sistematizar todo, de entenderlo, de sacarnos los prejuicios de la cabeza y mirarlo objetivamente; yo tuve la fortuna de asociarme con gente muy valiosa, a los 33 años, para empezar a guiar al grupo; la enseñanza que recibí me permitió hacerlo”.

También es la historia de un nuevo conocimiento; Fundación Arriarán tiene la cohorte de casos más grande del país, con décadas de seguimiento, y su equipo ha contribuido a la reducción de la tasa de mortalidad anual de la infección del VIH del 40% al 1%. “Yo partí sin usar siquiera la palabra investigación, sino que pensaba en sistematizar lo que estábamos haciendo. Y pudimos empezar a conocer la realidad nacional, primero de modo descriptivo para luego pasar a la investigación intervencional, usando diferentes estrategias. Además, logramos establecer contactos internacionales, participar en redes científicas; ir a África, a Etiopía; ir a la OMS en Ginebra a explicar que teníamos que desarrollar conocimiento propio, porque creían que nuestros pacientes podían tener, además, malaria, como en África. Y tuvimos la oportunidad de relacionarnos con la Universidad de Vanderbilt, en Estados Unidos, que apoyó el trabajo de igual a igual con centros latinoamericanos; ese fue otro enriquecimiento muy grande para la investigación”. Otra cosa que releva son los estudios realizados para la prueba de medicamentos que ahora son estándar para el tratamiento de estos pacientes, “cambiándole la cara a una enfermedad que pasó de ser intratable a algo que es totalmente controlable, y transmitir ese conocimiento a los becados, que ahora tenemos de Arica a Punta Arenas, formados en un hospital estatal”… y en una universidad pública, de donde es Profesor Titular desde 2005.

Esta es la historia del doctor Marcelo Wolff, Profesor Emérito de la Facultad de Medicina y recientemente nombrado Maestro de la Medicina Interna por la Sociedad Médica de Santiago, distinción que se suma a la de Maestro de la Infectología, recibida el 2014. En adelante, va a ser la historia de la Academia de Medicina de Chile, a la que pertenece desde ese mismo año y a la que quiere dedicar sus esfuerzos en lo que pueda contribuir, recordando que cuando lo recibió su presidente, el doctor Rodolfo Armas Merino, le dijo que era para “ayudarnos a que nuestro país tenga una mejor medicina”. Y va a ser la de sus nietas, porque dice que “ahora que soy un doctor de cierta edad, tengo menos conferencias que dar, pero sí más historias que contar”.

Y termina reflexionando: “qué bueno que todo esto ha sido en mi Alma Mater, la Universidad de Chile”.