Sin duda son una de las especies que más frecuentemente encontramos en la capital. Las palomas son testigos no solo de la vida cotidiana en distintos puntos de la Región Metropolitana, sino que, según una investigación multidisciplinaria de un equipo de la Universidad de Chile, son reflejo de cómo ha cambiado la ciudad contemporánea.
Como explica Isaac Peña, Doctor en Ecología y Biología Evolutiva e investigador Uchile, “nos hemos enfocado en entender cómo el ambiente afecta a las palomas”. Todo esto, mediante un Fondecyt de iniciación que lidera, y en el que colaboran la académica Dra. Verónica Palma y el Dr. Pablo Sabat, ambos de la Facultad de Ciencias del plantel. Este equipo ha logrado determinar que “las palomas son centinelas de lo que nos pasa en esta sociedad moderna, y en esta ciudad en expansión”.
¿Cómo es que han llegado a esta conclusión? Como explica el especialista, “la paloma tiene un plumaje ancestral, previo a su domesticación. Todos los colores que observamos en las ciudades podrían ser el resultado de múltiples mutaciones en los genes responsables de la pigmentación de las plumas. Pero, además, esta variación en la coloración está asociada a diversos factores antrópicos, como la presencia de contaminantes, el impacto del aumento de las temperaturas urbanas (incluyendo las islas de calor), y la heterogeneidad del paisaje urbano”.
A través de censos de esta ave en todo Santiago, el equipo analizó la distribución de las coloraciones de poblaciones de palomas, identificando que estas varían en función de las condiciones ambientales. Además, en determinadas localidades se realizó la toma de muestras de sangre, plumas y piel. Con esa información, los equipos identificaron características de las aves que se ven afectadas por las condiciones ambientales impuestas por Santiago. Entre estas se encuentran la presencia de metales traza, variaciones en rasgos del sistema inmunológico, cambios en la actividad mitocondrial, diferencias en la actividad antioxidante y la expresión diferencial de genes clave relacionados con la coloración y la respuesta a golpes de calor, entre otros.
Incluso, parte de estas muestras -conseguidas bajo todas las normativas de bioética de la U. de Chile y del SAG- han cruzado el océano para ser investigadas en Australia, específicamente en el laboratorio de la Dra. Stuart-Fox, referente mundial en el estudio de la coloración de los animales, quienes están analizando las propiedades ópticas de las plumas de las palomas santiaguinas.
En definitiva, como destaca la académica Verónica Palma, “este es un estudio que va desde la escala del paisaje a la molecular”; en el que, como agrega el profesor Pablo Sabat, están explorando un “experimento natural del cambio climático y la modificación del paisaje, utilizando la ciudad de Santiago como un laboratorio a múltiples niveles de organización biológica”.
La historia a través del plumaje
Una de las variables estudiadas sobre cómo impactan las condiciones ambientales de la ciudad en las palomas y sus cuerpos son las denominadas “islas de calor urbanas”. Considerando que estas aves se encuentran en toda la ciudad, es posible apreciar la influencia de los extremos térmicos que posee el territorio, los cuales impactan las características inmunológicas y la respuesta celular a las altas temperaturas.
“La ciudad ofrece extremos, y no solo hablamos de lo económico. Hay puntos que tienen temperaturas superficiales del suelo y del aire, tres o cuatro grados más que el entorno rural o suburbano”, explica Peña, detallando que, “por ejemplo, en zonas del límite de Cerrillos con Maipú hay una isla de calor que puede alcanzar 38º C de temperatura fácilmente en verano por la poca vegetación y el reemplazo de la superficie del suelo con asfalto o techumbre, promoviendo la absorción del calor y luego su liberación. En cambio, existen otras zonas que son más frías, como el entorno a la Plaza Elvira Matte en Puente Alto”.
Los cambios a nivel del paisaje y su influencia en las palomas quedan demostrados con una foto histórica. Palomas en la Plazuela del Teatro Municipal (Santiago), de Memoria Chilena, es una imagen que data de entre 1910 y 1940, considerando los edificios allí presentes. En ésta, al menos el 40% de las palomas son blancas. Ahora, en este estudio, el equipo ha evidenciado que solo el 2% de las palomas posee esta característica. Esta reducción de la cantidad de aves blancas podría originarse por uno de los aspectos encontrados, en colaboración con la Dra. Fallon Nacaratte: “las palomas blancas no toleran la contaminación ambiental de la misma forma que las palomas negras o más melánicas. Las que son más oscuras logran llevar los metales como el plomo, cobre o zinc hacia las plumas y almacenarlo en ellas”, como explica Isaac Peña.
Más directamente, explica Peña, “las zonas que poseen mayor urbanización como Santiago Centro, presentan mayor proporción de aves oscuras y no solo son más oscuras, sino que presentan una mayor expresión de genes relacionadas con la coloración”.
Otro dato asociado al plumaje es que en verano las palomas reflejan las longitudes de onda cercanas al infrarrojo mucho más que las de invierno, probablemente debido a su estructura microscópica. “En una paloma que habita un lugar caluroso, el calor rebota en sus plumas y eso pasa en verano y no invierno”, detalla Isaac Peña. Esto último, como señala el profesor Sabat, es contrario “al mito típico de que la ropa blanca o las coloraciones más claras son para evitar el sol y calentarse”.
Adicionalmente, el equipo ha analizado cómo la coloración de las palomas, determinada por las condiciones de la ciudad, a su vez afecta las características bioquímicas de estas aves. Así, han descubierto que el sistema que determina la coloración podría estar involucrado en la regulación del colesterol en palomas.
A nivel contextual, además, otra variable es la densidad poblacional. “Hemos encontrado que la cantidad de habitantes por cuadra es un excelente predictor del peso de las palomas, es decir, lugares donde hay mucha gente habitando, las palomas son más gordas”. Esto, explica, Peña, “podría tener una relación directa con la disponibilidad de basura”. Esta información podría cruzarse, por ejemplo, “con la inversión que hacen los municipios en la gestión de los residuos”.
También un cambio sociocultural
Como detalla Isaac Peña, en las últimas décadas no sólo ha cambiado la ciudad, también lo han hecho las costumbres. “La paloma originalmente estaba en las casas, en palomares al menos hasta 1885, según el naturalista Rodulfo Amando Philippi. La gente no sabe que aquí comíamos palomas. Hasta la década de 1930 las vendían en el Mercado Central en Santiago. Luego hay un cambio de paradigma de alimentación de la gente donde se vuelca más al pollo y la paloma queda de lado. Esto está muy respaldado en estudios sobre la alimentación en Chile en 1940, sin embargo, en el inconsciente colectivo no está presente”.
“Un ejemplo es que el Código Civil en 1855 refiere a las palomas como propiedad”, agrega Peña. A esto se suma la existencia de recetarios de cocina populares que constan de preparación de palomas. Incluso, “los primeros cronistas que llegaron con Pedro de Valdivia lo mencionan, como Jerónimo de Vivar”.
En definitiva, este estudio “trasciende en cierta forma la biología. Todos hemos convivido con las palomas a lo largo de nuestra vida. En el fondo, nos invita a hacernos la pregunta súper relevante sobre cómo está impactando el modo de vida que tenemos nosotros a los demás en este ecosistema. Tenemos una responsabilidad respecto a ello”, pues, como concluye la profesora Verónica Palma, “cuando decimos hace 3000 años había esto y ahora no, estamos hablando de mucho tiempo, pero en este caso son cambios expresados en menos de 100 años”.
Parte de este trabajo se encuentra publicado en el artículo “The effects of urban thermal heterogeneity and feather coloration on oxidative stress and metabolism of pigeons (Columba livia)”, en la revista Science of The Total Environment; en la tesis “Efecto de la heterogeneidad térmica ambiental y del grado de melanismo sobre la actividad de la enzima catalasa y la actividad de enzimas metabólicas mitocondriales del eritrocito en Columba livia”, de Tomás Jimenez Padiño -bajo el seminario de investigación guiado por Issac Peña- y en otros trabajos aún en curso.
El proyecto está alojado en el Fondecyt de iniciación 11221062, denominado “Feral pigeons and urban heat islands: relationship between color polymorphism and pleiotropy in melanocortin system”. Junto a ello, Isaac Peña recientemente se adjudicó el Fondecyt Regular, denominado "Birds and Urban Heat Islands: exploring the effects of thermal irradiation on the development of plastic adaptive responses in feral pigeon feathers".