“Texturas”

Estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile lanza libro de microficción

Estudiante de Periodismo de la U. de Chile lanza libro de microficción

Pablo Ignacio Castillo Collao es un estudiante de cuarto año de Periodismo de la Universidad de Chile, oriundo de la ciudad de Antofagasta. Llegó a la Región Metropolitana hace siete años a estudiar Derecho en la Universidad Diego Portales, sin embargo, luego de tres años allí, se sintió perdido y se desconoció a sí mismo. Pero una cosa tuvo clara desde su cumpleaños número dieciocho: quería ser escritor, respondiendo a esa necesidad de canalizar sus pensamientos inquietos a través de las letras. Hoy, a sus 25 años, alcanzó un hito en ese camino, pues el martes 18 de marzo presentó su primer libro, Texturas, en el bar Volantín Cultural, ubicado frente al metro Chile España.

De la mano de la escritora Lorena Díaz Meza y su editorial Sherezade, Pablo armó por meses el manuscrito de microficciones que hoy lleva su firma. Dividido en cuatro capítulos: Suave, Áspero, Resbaloso y Cromado, el joven escritor plasmó cotidianidades y distopías.

“Los resbalosos son cuentos que tienen más humor y los cromados son ciencia ficción. Muchas veces me pasa que escribo y se me hace inevitable meter un chiste. Me cuesta también tomarme en serio la imagen del escritor que mira una flor y se siente sensible. No va tanto conmigo. También ahí en Resbaloso hay listas, hay una plegaria. Y a mí me daba la sensación de que eso era resbaloso, costaba tomarlo, costaba agarrarlo, porque era más experimental o porque metía un chiste desubicado o provocativo, que es algo que también me agrada hacer cuando escribo: provocar al lector”, explicó.

Castillo no recuerda bien cuándo comenzó su interés por la escritura, pero afirma que alguna vez en su infancia creó una portada de libro con papel lustre. Sus textos suelen ir de la mano de divagaciones creativas que originan y recrean mundos que viven en su cabeza. Sin embargo, el periodismo ha exigido en él que ese talento vaya también dedicado a lo que ocurre con los pies bien puestos en la Tierra.

“Yo creo que ahí hay un elemento de disonancia.  A veces me siento el periodista serio que quiere investigar el nuevo Watergate o el investigador de las comunicaciones. Pero también me siento el escritor que hizo un libro que habla, entre otras cosas, sobre una persona que cae de un avión y va a morir. Entonces estos dos elementos también bailan y combaten en mi cabeza. Yo no sé con cuál me siento más cómodo en realidad, quizás ambos a la vez”, aseguró el estudiante.

Para satisfacer su deseo de escribir, Pablo pensó alguna vez en estudiar Literatura. Sin embargo, una conversación con la literata Gabriela Arcos lo incitó a desistir y a buscar talleres literarios en los que pudiera desarrollar su talento. De esta forma, llegó a un taller de escritura narrativa, instancia en la que conoció a Benjamín Bravo Yusta, también estudiante de Periodismo U. de Chile y quien de igual forma fue invitado a publicar su libro Tierra Marchita, de la misma editorial. Al hablar de su compañero, Pablo afirma que "no es una promesa de la escritura: es una realidad, porque ya sacó su libro y es muy bueno". Al ser consultado por esta coincidencia que lo une con Benjamín, el escritor reflexionó:

“Yo creo que en FCEI hay muchos talentos frustrados. Y lo digo de forma romántica, no peyorativa. Yo creo que el periodismo, el hacer comunicación, también invita a mucha gente a que quiera hacer música y literatura. Y creo que eso es lindo”.

Sus influencias creativas en esta obra de noventa páginas y setenta y tres relatos pasan no sólo por la escritura, sino también por la música.

“Están ahí Hernán Rivera Letelier, Roberto Bolaño, Pía Barros, Lorena Díaz, Andrea Calvo. A ellas tres las empecé a leer y me provocaron algo muy lindo y muy feo a la vez, que es el deseo de querer destruir todo lo que escribí antes, porque vi cuán genial ellas lo hacen. También diría que tengo referentes que pasan por la música. Me gusta mucho lo que hacen Jorge González, Cristóbal Briceño y Rosario Alfonso”, manifestó.

A raíz de esa interconexión artística y casi sin darse cuenta, Castillo Collao apela en su estilo creativo a una multisensorialidad que evoca el tacto, la audición y, materialmente, lo audiovisual. Así, logró conjugar aquello que quería transmitir en una presentación musical y una convocatoria del evento en formato video creado por él, compuesto por lo abstracto de las sensaciones plasmadas en su libro.

“Mientras lo hacía, me pregunté muchas veces por qué lo estaba haciendo, porque yo sabía que no iba a llegar ningún invitado más por hacer este video. Y era una pulsión de querer crear más allá de lo que ya hice y de tocar otros lenguajes. Usé esta oportunidad como excusa para expulsar algo que tengo adentro. El libro también lo sentí por mucho tiempo como un tumor que estaba dentro mío y que quería salir. Y una vez afuera, siento también los otros tumores que me rodean de ideas que quiero hacer y que van a estar ahí destruyéndome hasta que pueda sacarlos de mi cuerpo. Es lo que quería generar, una experiencia más allá. También me siento responsable de que los asistentes del lanzamiento lo pasen bien, más allá de escucharme a mí hablar. Por eso también metí un número musical con una compañera que va a cantar. En su momento pensé en tener fanzines acá, pero me di cuenta de que en algún punto tenía que parar, porque esto era un lanzamiento, no el Festival de Viña”, dice riendo.

Nadie es profeta en su pueblo
 

En fuga de la centralización, Pablo Castillo Collao repetirá la ceremonia en su ciudad natal el 18 de abril a las 15:00 horas, evento que tendrá lugar en la Biblioteca Regional de Antofagasta.

"Yo creo que no soy profeta en ningún lado. Soy más bien un orate que está hablando estupideces y nadie lo pesca mucho. Me dan ganas de volver porque la Biblioteca Regional me parece una de las más lindas del país. Es mi lugar favorito en la ciudad. Además, está frente a la Plaza Colón, otro de mis lugares más queridos, donde, además, ocurrió uno de los hechos históricos más relevantes del país, que fue la matanza de la Plaza Colón, a la cual le dediqué tres microcuentos dentro del libro y me encantaría dedicarle una novela. Está cerca también La Leonera, mi bar antofagastino favorito al que espero ir después del lanzamiento con todos los energúmenos que vayan a mi lanzamiento. Me da alegría. Igual cada vez ir a Antofagasta me genera cierta disonancia cognitiva respecto a quién fui, a quién soy ahora, respecto a lo que es el ser antofagastino. Me acuerdo que Jorge González decía que la verdadera patria era el barrio", declaró. 

El sentir de Pablo Castillo al enfrentarse a publicar una obra es incomprendido incluso por él. Al igual que los relatos que brotan de su pluma, se cuestiona el trasfondo de lo que le ocurre. Le cuesta expresarlo en palabras habladas, se abstrae de la entrevista y pierde su mirada por la ventana hacia Irarrázaval.

"Siento que es como un funeral. Voy a tener a toda la gente que me quiere, gente con la que me une un cariño amistoso, romántico, familiar, sanguíneo. Siento mucha gratitud hacia toda la gente que va a tomarse la molestia de venir acá al lanzamiento de mi libro. Al final esto es lo que yo buscaba, más que otra cosa. La verdad es que a ratos me siento muy entusiasmado y en otros más existencialista. ¿Qué importa esto? ¿Qué sentido tiene haber escrito esto y que venga gente que lo lea? De repente tiene todo el sentido del mundo y a veces no tiene ningún sentido", confesó.