Falleció este jueves 11 de diciembre de 2025:

Departamento de Artes Visuales despide a Gonzalo Díaz Cuevas, artista, académico y Premio Nacional de Artes Plásticas 2003

Departamento de Artes Visuales despide al académico Gonzalo Díaz Cuevas

El Departamento de Artes Visuales (DAV) de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile lamenta el fallecimiento de Gonzalo Díaz Cuevas (Santiago, 1947–2025), artista visual, profesor titular y académico de nuestro departamento desde 1975. Díaz dedicó gran parte de su vida profesional a la creación, la docencia y la reflexión en torno a las formas de producción visual, vinculando el ejercicio creativo con modos de pensamiento crítico que marcaron a numerosas generaciones de estudiantes, colegas y artistas en Chile y en el extranjero. Su trayectoria se desarrolló por más de cinco décadas, durante las cuales integró su labor como creador, docente e investigador en torno a preguntas sobre el lenguaje, la institución, la memoria y las posibilidades de la imagen en contextos contemporáneos.

Gonzalo Díaz inició su formación en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile entre 1965 y 1969, donde cursó la mención en pintura, grado que consolidó con una estancia formativa en la Università Internazionale dell’Arte en Florencia, Italia. Su carrera académica se vinculó estrechamente a su labor docente, en la que ejerció como profesor y guía de talleres desde mediados de los años setenta hasta las dos primeras décadas del siglo XXI. Su obra y su pensamiento se situaron en el cruce de la pintura, la instalación y la fotografía, extendiendo los límites del lenguaje visual más allá de las formas tradicionales para pensar la obra en relación con el espacio y el contexto institucional.

Francisco Sanfuentes, director del Departamento de Artes Visuales (DAV) de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, destaca que en la trayectoria de Gonzalo Díaz “se da un equilibrio entre la potencia de su obra y su relevancia en la formación universitaria, principalmente en la Universidad de Chile”. Subraya que el profesor fue “fundamental en la larga pelea para que la creación artística tuviera el mismo estatus que la investigación universitaria”, una transformación decisiva en la definición del rol público de la creación dentro de la Casa de Bello.

El prof. Sanfuentes recuerda que el origen pictórico de Díaz marcó profundamente toda su producción, incluso cuando trabajaba en soportes instalativos o conceptuales. “Siempre se podía reconocer un vínculo profundo, casi un amor por el ejercicio de la pintura. Su taller se llamaba la lengua madre”, afirma. Esa idea de la pintura como origen y fundamento también estructuraba sus decisiones visuales, incluso en obras donde no había ningún elemento pictórico tradicional. “Él decía que todo estaba construido a partir del mundo de la pintura, de la expansión del lenguaje de la pintura. Y solía repetir: no todo el que pinta, pinta”, explica el director, señalando la exigencia intelectual y crítica que caracterizaba su enfoque.

En esa línea, subraya que Díaz fue clave para situar a la pintura como un eje desde el cual se pensaban, y discutían, múltiples problemas artísticos, políticos y culturales en Chile. “Más allá de si uno está de acuerdo o no, él estableció un centro desde el cual se debatían relaciones con el poder, con la política, con la institucionalidad, con la práctica misma del arte”, comenta.

El director Francisco Sanfuentes también compartió una imagen reciente y particularmente significativa del profesor Díaz: una clase de pintura impartida pocas semanas antes de su fallecimiento, cuando ya se encontraba delicado de salud. “Era una clase de color, pero no una teoría mecánica: estaba intentando explicar a sus estudiantes el fenómeno físico que produce el color. La pasión y la originalidad con que abordaba el tema eran impresionantes”, recuerda. “A pesar de su estado, parecía que no estaba enfermo. La intensidad, la concentración, la energía era exactamente el mismo profesor que yo tuve en los años 80. Había algo en él que permanecía intocado por la enfermedad”.

El prof. Sanfuentes agrega que la imponente presencia de Díaz, que a veces “descolocaba a muchos”, provenía de un conocimiento profundo y de una vida entera dedicada al estudio, la práctica, la reflexión y la pasión por el arte. “Siempre estaba pensando en la pintura, incluso cuando no pintaba en el sentido convencional. Ese era el fondo de todo”.

Una impronta en la historia del arte chileno

Para comprender la dimensión formativa de su trabajo, el académico del DAV y artista Pablo Ferrer, quien colaboró estrechamente con él, detalló el origen de su vínculo: “Gonzalo fue mi profesor en tercer año de la carrera, en un taller central de pintura. Estuve con él en tercero y cuarto año como estudiante, y luego también en el magíster. Cuando egresé, él me pidió que fuera su ayudante. Me quedé trabajando con él, y en ese tiempo él formaba una dupla con Enrique Matthey, entonces me transformé en la ayudante de ese taller. Desde entonces trabajé con él, y en algunas ocasiones lo apoyé en montajes de obras y en procesos de desarrollo de trabajos. Ahí comenzó mi vínculo con él”.

El profesor Ferrer explicó que definir el estilo de Díaz no es simple. “Creo que él mismo se definiría como un artista conceptual. La parte más conocida de su trabajo son instalaciones muchas de ellas site specific, pensadas con insistencia en el lugar donde se instalan. Su formación viene de la pintura y hay muchos diálogos con la pintura en su obra. Sin embargo, una cuestión central en su trabajo es el poder, el poder y las instituciones y, de alguna forma, cómo cuestionarlas. Eso se hace visible en la manera en que pensaba la obra en vínculo con el espacio que la contiene”.

En este sentido, Díaz entendía que la obra no está separada del contexto que la rodea, sino que tanto el espacio físico como sus connotaciones simbólicas forman parte del proceso de creación. Ferrer detalló que para Díaz era importante considerar el edificio o la institución donde una pieza se instalaba como parte activa de la obra: “La obra no es solo algo independiente que se pone en un muro: el edificio mismo es un símbolo de poder, tiene significado y forma parte de la obra. De esa forma, el espacio se resignifica a través de la instalación y se transforma con ella”.

La trayectoria de Gonzalo Díaz incluye proyectos que incorporan textos, objetos, imágenes y dispositivos que pensaban la obra en relación con la institución y la esfera pública. Parte de esa reflexión también estuvo presente en su interés por volver a los orígenes de su práctica pictórica. Ferrer recuerda que Díaz valoraba profundamente su relación con la pintura y con la historia de la pintura, concebida como un fundamento del lenguaje artístico. Su formación se dio en talleres de pintura antes de la aparición de espacios académicos dedicados específicamente a la instalación o a operaciones visuales. Desde ese punto de partida, las reflexiones que surgieron en esos talleres se transformaron y ampliaron en distintos formatos a lo largo de su carrera.

Díaz articuló la pintura como una “lengua madre” del trabajo artístico. Sus primeros proyectos pictóricos, como parte de la serie El Paraíso Perdido, evidencian una mirada que dialoga con la escena local y con referentes de su entorno inmediato. En trabajos posteriores, como Kilómetro 104 o Historia sentimental de la pintura chilena, se aprecia un desplazamiento desde esa primera formación hacia una reflexión más amplia sobre el lenguaje, el contexto y las tensiones entre lo local y lo global.

Ferrer señala que Díaz incorporó en la pintura elementos procedentes de la gráfica popular y de la cultura visual chilena, como figuras icónicas que provenían de la vida cotidiana y de la historia visual del país. Parte de ese proceso implicó reexaminar los métodos de la enseñanza del arte, frente a una Escuela de Bellas Artes que en sus años de formación estaba desconectada de ciertas discusiones internacionales. Díaz compartió en varias ocasiones que fue tardío en su relación con artistas como Duchamp o los pintores pop estadounidenses, lo que le permitió articular una mirada crítica desde una formación local y situada.

En el libro de sentido que fue su trayectoria, Díaz no separó su labor académica de su obra. Ferrer recuerda que él impulsó un lenguaje académico más elaborado para referirse a los trabajos artísticos, incorporando vocabulario y conceptos procedentes de distintos campos para construir una crítica más precisa. Esta aproximación transformó las formas de evaluación y de diálogo en los talleres, ampliando la conversación más allá del gesto pictórico hacia una comprensión más compleja del pensamiento visual.

Aunque rechazaba la etiqueta de pedagogo o maestro, Díaz fue reconocido por muchos estudiantes como una figura que estimulaba la capacidad de pensar críticamente. Para él, el intercambio verbal en el taller, las discusiones, la circulación de ideas eran condiciones necesarias para generar pensamiento y reflexión. Ferrer subrayó que Díaz promovía que los estudiantes fueran capaces de tolerar la crítica y de seguir adelante con sus propias búsquedas creativas.

El artista y académico Arturo Cariceo, estudiante de Díaz en ambos grados universitarios y hoy docente del Departamento de Artes Visuales, recuerda: “Obtuve mis dos grados académicos con Gonzalo como profesor guía, y soy académico de la Facultad de Artes gracias a él. Su aguda inteligencia y sensibilidad artística era su marca personal, llevando a la Universidad de Chile tatuada en el alma. Es el responsable de que la creación artística sea considerada equivalente a la investigación científica, culminando una tarea iniciada por Balmes durante la Reforma Universitaria. Debatir con él siempre fue un bálsamo para el espíritu”.

A lo largo de su carrera, Gonzalo Díaz participó en concursos y fue reconocido en instancias públicas. En 2003 obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas, reconocimiento que valoró como parte de una trayectoria que siguió produciendo obras después de ese momento, aunque siempre mostró cierta resistencia ante la idea de que un premio pudiera cerrar el campo de un trabajo en desarrollo. Para él, la obra, la pregunta y la reflexión continuaban más allá de cualquier reconocimiento formal.

La obra de Díaz se presentó en diversas bienales y exposiciones internacionales, mostrando su trabajo en contextos como São Paulo, La Habana, Kassel o Venecia, entre otros. Esa participación permitió articular su producción con las discusiones contemporáneas del arte global y situar el pensamiento visual chileno en diálogo con experiencias más amplias.

Además de su labor como docente, artista y pensador, Díaz desempeñó diversas funciones institucionales dentro de la Universidad de Chile, contribuyendo a proyectos académicos y culturales de la Facultad de Artes. Su presencia en la vida universitaria se extendió también a la participación en instancias de discusión y gestión académica, siempre con un énfasis en la autonomía de la creación y en la relación entre la comunidad universitaria y su entorno.

Sus últimos proyectos y reconocimiento institucional

En enero 2025, Gonzalo Díaz presentó uno de los proyectos más significativos de las últimas décadas de su trayectoria: el lanzamiento del Archivo Gonzalo Díaz, un espacio digital que reúne más de 700 registros de su obra, exposiciones, documentos y publicaciones, accesible para el público y la comunidad investigadora. Este archivo sistematiza su producción artística desde finales de los años setenta hasta 2023, estableciendo un diálogo entre diferentes momentos de su trabajo y permitiendo una lectura amplia de su trayectoria como creador, docente e investigador en artes visuales. La inauguración del sitio web se realizó en el Museo Nacional de Bellas Artes, donde se reflexionó sobre la importancia de hacer accesible el cuerpo de obra y la documentación de Díaz para amplios públicos y futuros estudiosos del arte contemporáneo chileno.

Además del archivo, en julio de 2025 Díaz presentó otras iniciativas vinculadas a la consolidación de su pensamiento visual, incluyendo el libro Gonzalo Díaz. Escritos 1980-2020 y Textos en Obra, volumen recopilatorio de sus textos artísticos que reúne escritos integrados a su práctica a lo largo de cuatro décadas, obra que dialoga con su trayectoria de reflexión sobre la imagen, el lenguaje y las formas de producción visual.

El mismo jueves 11 de diciembre, y pocas horas antes de su fallecimiento, se conoció la decisión del jurado de la Medalla Rector Juvenal Hernández Jaque 2025 de la Universidad de Chile, que otorgó esta distinción a Gonzalo Díaz en la mención “Artes, Letras y Humanidades”. Este galardón, instituido por decreto universitario desde 1983 en conmemoración de los 50 años del nombramiento del profesor Juvenal Hernández como rector, reconoce a quienes han prestado servicios distinguidos a la Universidad de Chile y al país, a través del ejercicio de sus labores profesionales. El jurado evaluador estuvo integrado por autoridades académicas de la Universidad, incluyendo la Rectora y representantes designados por instancias relevantes de la Casa de Bello. La noticia fue recibida por la profesora Nury González debido al delicado estado de salud de Díaz, y fue destacada por la comunidad académica como un reconocimiento a su labor de más de cinco décadas en creación artística, docencia, extensión y administración dentro de la universidad.

Velorio en el Museo de Arte contemporáneo

El velorio del artista se realizará a partir de este viernes 12 de diciembre, desde las 12:00 horas, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de Parque Forestal, hasta las 20:00 horas y continuará el sábado con una ceremonia de despedida, abierta al público, por parte de su familia, la Universidad, estudiantes y seres queridos, desde las 10:00 a las 12:30 horas.