Más de una treintena de estudiantes se reunió en la Plataforma Cultural del Campus Juan Gómez Millas en el segundo “Encuentro de Estudiantes Migrantes y Afrodescendientes Uchile: Mosaico de Relatos, Murmullos que Resuenan”, el que estuvo marcado por el diálogo, la “escucha activa” y la participación de alumnos y alumnas de diferentes facultades de la Universidad.
Organizada por la Oficina de Equidad e Inclusión, la Cátedra de Racismos y Migraciones Contemporáneas y por estudiantes extranjeros de distintas carreras, la jornada se dividió en dos importantes momentos, comenzando en la mañana con el “Conversatorio de Estudiantes Afrodescendientes Uchile”, el que además contó con la muestra inicial de Yoyly Figueroa y Melany Villarreal, alumnas de primero medio del Liceo Gabriela Mistral de la comuna de Independencia, quienes presentaron el fanzine Memorias Migrantes, trabajo que recoge el el relato de jóvenes compañeros y compañeras de entre catorce y diecisiete años que han vivido alguna experiencia migratoria, y que han participado en distintas ferias estudiantiles a lo largo de Santiago.
El conversatorio, que estuvo moderado por Ximena Poo, directora de la Cátedra de Racismos y Migraciones Contemporáneas de la Uchile, reunió a Nairobis Almonord, estudiante de cuarto año de Pedagogía en Educación Media en Matemáticas y Física; Sankofa Mafla, estudiante de segundo año de Periodismo; Victoria Díaz, recientemente licenciada en Antropología Social; y Kelly Ortega, aspirante a magíster en Estudios de Género, y que buscó conocer las experiencias de vida y su mirada en torno al significado de ser estudiantes afro tanto dentro como fuera de la Universidad.
“Para mí esa palabra, afrodescendencia, hoy en día, como que resonó mucho en mí… la acepto. Digo, ya, soy negra, soy afro, soy feliz. Me encanta mi cabello crespo, me gusta mi piel morena, etcétera. Entonces, antes para mí (cuando niña) era una maldición, pero yo siento que hoy en día es como una bendición, es algo que me hace especial, que me hace única. Más que nunca, hoy sí me siento afrodescendiente, más que en el pasado”, comentó Nairobis, estudiante haitiana que vivió desde pequeña en República Dominicana, y que contó que le costó adaptarse a la escuela debido al constante bullying que sufrió.
Kelly Ortega, becaria internacional que llegó desde Colombia, destacó, por su parte, sus raíces y la fuerza de éstas a la hora definirse como afrodescendiente: “Yo crecí en el monte, por eso digo, mi activismo comienza como una mujer campesina y comienza con toda esa ancestralidad. Pero luego llego a la escuela y hueles a monte, hueles a humo, el pelo, bla, bla, toda esa violencia que nos va atravesando, que nos va haciendo grietas y comienza como a despertarse algo en mí. Primero rabia, ¿no? Y es como, perdón, ¿cómo que no puedo habitar los mismos espacios?, ¿cómo que tengo que explicarme todo el tiempo?, ¿cómo que tengo que ser la mejor para que me puedan aceptar?, ¿cómo que tengo que vestirme mejor para poder cumplir un estándar estético? Y bueno, es como ir contra corriente todo el tiempo. Y es que cansa, cansa tener que resaltar siempre (...) Mi afrodescendencia es mi poder. Pero también es mi lucha”, señaló la estudiante.
“En mi país sabía que era una persona afrodescendiente, pero en Chile entendí que era negro y creo que para mí la negritud la he tejido desde un principio como un posicionamiento político, como un posicionamiento de lucha, de resistencia y de existencia a la misma vez. ¿A qué quiero llegar con esto? Creo que la negritud va más allá del color de piel, va más allá de los componentes folclóricos como la comida, la gastronomía, que es lo que más se visibiliza de nuestras comunidades, sobre todo migrantes, y creo que principalmente también la negritud es un posicionamiento que se va construyendo con otras personas (...) Yo creo que hoy en día la negritud parte principalmente desde la colectividad. No podemos ser sin el colectivo, sin el conjunto”, señaló Sankofa Mafla, quien llegó a Chile hace siete años desde Colombia.
El estudiante de periodismo puso énfasis también en la presencia de las personas afro en las instituciones y en la academia, marcando que el racismo es sistémico y se ve tanto en las universidades como en los distintos organismos de toma de decisiones: “El sistema ha perpetuado la esclavización, ha perpetuado el robo epistémico de los pueblos indígenas, de los pueblos afrodescendientes, de las personas negras. Así que creo que el sistema educativo tiene una deuda histórica también (...) Desde la representación creo que es importante que las personas negras habiten los espacios, ya que hay muchos académicos migrantes también que no han podido incorporarse a la academia por lo mismo, por las barreras del sistema y que tienen mucho potencial”.
Para Victoria Díaz, estudiante afrodescendiente chilena, en esa misma línea nuestra casa de estudios tiene una larga labor pendiente. “La Universidad de Chile tiene todavía mucho trabajo por hacer, interpelando también a quienes estamos presentes y que formamos parte de esta universidad. Hay mucho trabajo en adaptar los currículums, en tomar el racismo como algo serio, en complejizar los temas respecto a raza, a racialidad, a género”, agregando que no debemos olvidar que en este racismo sistémico “hay muchas personas negras que no están conscientes ni interesadas con una negritud, porque hay cosas mucho más urgentes que resolver: la vida, el diario vivir. Por ejemplo en un país que está criminalizando las tomas de terreno, eso es terriblemente grave, porque no hay acceso a la vivienda, no hay acceso a la educación, no hay acceso al agua, a la sanidad, a la salud, son cosas muy urgentes. Hay que pensar también, el país en el que vivimos, de dónde son las personas que están viviendo, y qué cuerpos son los que están ocupando ciertos lugares”.
Las y los jóvenes, concordaron, además, que la comunidad universitaria en su conjunto se debe capacitar en estos temas, narrando episodios de racismo y xenofobia que han vivido en su transitar por los campus y en las aulas de la universidad, recibiendo preguntas y comentarios incómodos e inapropiadas tanto de docentes como de funcionarios y funcionarias.
“Eso falta mucho en la institución. Aprender, aprender tanto el tema de la migración como el tema de la afrodescendencia. Tener conocimiento, saber que no es que nosotros nos victimicemos muchas veces, sino que es algo con lo que tenemos que lidiar todos los días y que se nos hace difícil”, comentó Nairobis Almonor.
Finalmente, Kelly Ortega, contó que se va mucho más esperanzada que cuando llegó, ya que se cuando aterrizó en Chile se encontró con un “país y con una universidad racista”, pero que por medio del trabajo colectivo las cosas se pueden transformar: “La presencia en este lugar, este espacio con mis compañeras, con mi compañero, es parte de esa acción que comienza a resarcir mis grietas, a curarlas (...) Yo decía ´¿hay algo raro en la Universidad de Chile o es mi percepción?´. Me siento incómoda, ¿por qué la profesora?, ¿por qué no hay autores negros dentro del currículum?, ¿aquí hay algo raro? ¿Eso se llama racismo? Entonces, me dijeron, en distintas ocasiones, bienvenida a la Universidad de Chile, bienvenida a FACSO, aquí las cosas son así. Y hoy, quiero decirle a esas personas, bienvenida a la Universidad, esta sí es la bienvenida a la Universidad de Chile. Las cosas son así pero se pueden cambiar. Y se comienza reconociendo que hay prácticas racistas, que hay un currículum racista. Estamos transformando las instituciones y es necesario transformar la institución porque el racismo es estructural, el patriarcado es estructural”.
Hacer de los murmullos una red más poderosa
Tras el conversatorio, las y los estudiantes compartieron un café y pudieron visitar los stand de organizaciones que trabajan sobre migración, como el espacio de memorias Londres 38 y PAM (Proyecto Amar Migrar), además de conocer el trabajo que realiza el Área Proyectos Estudiantiles de la Dirección de Bienestar y Desarrollo Estudiantil, y el Área de Posgrados y Postítulos Uchile.
Posteriormente, se llevó a cabo el taller de mapeo corporal “Cartografías Afectivas: el Cuerpo como Territorio”, el que estuvo mediado por Kelly Ortega, Victoria Díaz y Samkofa Mafla, en donde las y los participantes se dividieron por grupos, intentando, por medio del trabajo entre pares, conectar y generar un espacio seguro para que les estudiantes compartieran sus historias de vida y las emociones que nacen de los procesos migratorios, así como su identidad afrodescendiente y la intersección de ese proceso con sus trayectorias educativas.
“Ansiedad. Miedo. Suciedad. Inseguridad. Ventajas y desventajas de sentirse invisible”, “alegría, expectativas, el mejor día de mi vida y nostalgia”, “pertenencia, sentir que al fin encajo en algún lugar”, fueron parte de los sentimientos disímiles que compartieron las y los estudiantes en la plenaria final, en la que expusieron lo conversado en los grupos, donde intentaron responder a preguntas como: ¿qué parte de tu cuerpo representa más tu identidad?, ¿cómo sientes que se percibe tu cuerpo en el espacio universitario en el cotidiano?, ¿si pudieras asociar alguna emoción/es o sentimiento/s a lo que ha sido tu experiencia universitaria, cuál sería?
Patricia Rubio, estudiante de tercer año de Estudios Internacionales, valoró “muchísimo” la instancia, llamando a sus compañeros y compañeras seguir uniéndose y seguir construyendo en colectivo: “Dentro de esta jornada conversamos temas que son incómodos, pero que son necesarios de conversar, y los hablamos de manera triestamental también, lo que es algo hay que trabajar sistemáticamente en toda la universidad, por eso me encanta que acá hay mucha energía colectiva para poder transformar las cosas. Siento que esto para mí fue un abrazo al corazón y espero que todos quienes participaron lo hayan sentido así también”.
Patricia Alvarado, profesional a cargo del ámbito de Migraciones, Afrodescendencias y Racismo de la Oficina de Equidad e Inclusión, valoró el trabajo con las y los jóvenes: “El que les estudiantes pensaran en colectivo y co-construyeran el taller y su metodología incide en potenciar la autonomía en sus propios procesos de organización, en un entorno académico que en situaciones les puede ser ajeno o excluyente. Compartir entre pares, desde espacios de cuidado, permite a los estudiantes crear vínculos donde se sientan reconocidos y valorados siempre desde sus identidades, promueve la generación de redes de apoyo con otres estudiantes con los que comparten emociones y experiencias similares, visibiliza sus resistencias y sus luchas”.
Por su parte, Ximena Poo, directora de la Cátedra de Racismos y Migraciones Contemporáneas, se comprometió a seguir trabajando con las y los estudiantes. “Vamos a seguir trabajando también con ustedes, para que en la próxima Semana Migrante también se haga una mesa de trabajo, buscando, dentro de todos los errores que puedan existir, cómo hacerlo mejor e ir transformando, justamente, a esta universidad”.