La actividad del graffiti o muralismo moderno nació entre los años 1960-1970 en los países del primer mundo. En su momento, tanto se masificó la actividad que logró llegar a nuestro país para denunciar situaciones de abuso, represión y otras formas de violencia de las que fuimos víctimas los chilenos durante la dictadura. Así, la política del espacio se convirtió en una motivación fundamental para la creación de proyectos muralistas en Chile y el exterior.
Actualmente, la actividad cuenta con un desarrollo muy potente en distintas comunas de Chile. De hecho, las poblaciones San Miguel y La Pincoya albergan una gran diversidad de pinturas de denuncia, legitimación de obreros y pueblos originarios, entre otras temáticas que les han permitido erigirse como interesantes lugares con Museos Abiertos.
Sobre estas actividades de apropiación del espacio público conversó en el ICEI Guisela Latorre, Doctorada de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign y académica del Departamento de Estudios de Género en Ohio State University (EE.UU.). La profesora, que además cuenta con un Magíster en Historia del Arte (Universidad de Cincinnati), ofreció una clase magistral titulada "Museos a Cielo Abierto en Santiago: Murales, Graffiti y Democratización Urbana", con un Auditorio Jorge Müller repleto. La charla se logró en el marco de los ramos de pregrado "Lenguaje y Cultura" y "Técnicas de investigación".
Museos a Cielo Abierto
Latorre afirma que la historia del muralismo y graffiti está entrelazada con la vida y movimiento de la ciudad. "En la época de la postdictadura en Chile, artistas como los muralistas y grafiteros tomaron conciencia de cómo el establecimiento social ha ejercido su poder a través del control de la esfera urbana. También, han observado que las comunidades marginalizadas en la ciudad, en especial las poblaciones de escasos recursos, han desafiado su propia segregación urbana a través del activismo político", señala.
La creación de Museos a Cielo Abierto representa una de las maneras más poderosas de reformular el ámbito callejero, indica la chilena residente en Estados Unidos. El mural o graffiti, en sí, puede representar una apropiación, recuperación y re significación del ámbito público, quedando explícito con la fundación de estos museos al aire libre. Latorre define a estos museos por una serie de murales o graffitis cercanos entre sí en un lugar determinado. "No se miran como obras individuales, sino como un todo en dicho espacio", comenta.
Citando al cientista político Edward Greaves, Latorre afirma que la segregación urbana intenta embellecer la ciudad al limpiarla de sectores pobres y obreros, desplazando a poblaciones a dichos ciudadanos. Estos museos tienen como fin embellecer esos entornos desde un punto de vista comunitario, "de abajo hacia arriba, con el propósito de mejorar las vías de aquellos que son marginalizados por políticas del Estado y el neoliberalismo".
De acuerdo con la investigadora, el Museo a Cielo Abierto San Miguel nace el año 2009, con el auspicio de Fondart, y en la Población San Miguel "que mantenía un fuerte sentido de orgullo y pertenencia comunitaria". La idea fue recuperar el espacio público, legitimar las experiencias e identidades de esos pobladores. Gracias a este concepto nació el mural del grupo Los Prisioneros".
El Museo de San Miguel, en tanto, sirvió como referente y permitió el nacimiento del Museo a Cielo Abierto de La Pincoya, población que según Latorre, se caracteriza por una historia más visible de activismo y movimiento social en torno al espacio urbano. "Dada la historia política de la población, los temas que tocan sus murales van desde la justicia social a la protesta radical más explícita". De esta forma, afirma la experta, este museo nace como una mezcla entre historia, memoria, transformación social y embellecimiento.
Una nación para el desarrollo del muralismo
Latorre indica que además de lucha obrera y legitimación de pueblos originarios, otros temas que podemos encontrar en los murales de Santiago son la historia no oficial del país y la visibilización de artistas masivos y emergentes.
Asimismo, afirma que hay muchas similitudes entre los murales chicanos de California (EE.UU.) y los chilenos, especialmente en ver el mural como una herramienta de cambio social y una forma de arte que es más democrática. En cuanto a diferencias, asevera que en Chile no existe esa pugna entre el muralista y el grafitero. "Además, el estilo brigadista chileno no se ve en Estados Unidos, comenta.
Lo que más le llama la atención de los murales en Chile es la cantidad, además de la idea de jugar con la geografía urbana transformando el espacio urbano público. "Chile es el lugar para hacer graffiti y muralismo en este momento" porque no existen tantos controles, sentencia.