En el marco del programa de trabajo impulsado por la Universidad de Granada, la profesora Carmen Gregorio Gil llegó a Chile gracias al trabajo coordinado por el Máster Erasmus Mundus en Estudios de las Mujeres y de Género en coordinación con la Universidad de Chile. Bajo esta alianza liderada por la profesora Darcie Doll del Centro de Estudios de Género y Cultura en América Latina, es que dictó dos talleres y un conversatorio junto a la profesora Ximena Póo.
Sobre su visita, la reflexión en torno al sujeto migrante y en específico de la figura de las mujeres migrantes, ahonda en la siguiente entrevista, en la que afirma con certeza que “las actividades en las que estamos las mujeres siguen siendo muy invisibilizadas”.
- ¿En qué se basa el eje crítico de su investigación?
Llevo aproximadamente 25 años ejerciendo la docencia y la investigación en la Universidad de Granada. El eje troncal de mi trabajo tiene que ver con indagar cómo se produce la desigualdad desde una mirada interseccional, observando el género, en intersección con otras categorías de discriminación. Esto se relaciona con mi primera investigación con la que obtuve mi doctorado, el cual tuvo que ver con las migraciones internacionales, entonces, ahí reviso esa intersección con categorías como la diferencia cultural, inmigración, extranjería, racialización y clase social. Todo eso me ha llevado a trabajar cuestiones que tienen que ver con las migraciones específicamente, también con las divisiones sociales en el trabajo.
- ¿Cómo se produce esa desigualdad en el caso de las mujeres inmigrantes?
Está la cuestión estructural -que a veces se nos olvida- y eso se alimenta de ciertos estereotipos, como esa relación que se establece al decir ‘son pobres, no tienen formación’. En esos años en los que empecé a estudiar la inmigración desde una perspectiva de género, feminista, claramente las mujeres que llegaron al Estado español a trabajar fundamentalmente en el sector de hogar y cuidados, mayoritariamente como trabajadoras domésticas internas, tenían mucha más formación que las españolas que seguían trabajando en ese sector.
No tengo los datos contrastados para el momento actual, pero claramente es una creencia, de toda esa construcción de estereotipo y prejuicios, frente al que viene de fuera, que de alguna manera los medios de comunicación ahí son súper importantes en la construcción de ideas, de imaginarios y de estereotipos.
Y ahí surge la pregunta ¿qué nos puede decir el género de esta migración? sobre todo cuando observamos una presencia altamente feminizada o femenina de mujeres de determinados lugares. La desigualdad está clara en esta división del trabajo que podríamos mirar casi de una manera transnacional, desde esa construcción de género, ciertos ámbitos, ciertos espacios, ciertos empleos, siguen siendo mayoritariamente desarrollados por mujeres.
- ¿Por qué es importante sacar de la invisibilidad en la que se había dejado a la mujer en lo referente a su participación en las migraciones?
El conocimiento sigue siendo muy androcéntrico. Las actividades en donde estamos las mujeres siguen siendo muy invisibilizadas en el sentido de dotarles de esa relevancia o de ese valor. Entonces, en las migraciones, lo vi claro cuando me acerqué a estudiar la literatura. Era curioso, porque lo que estaba observando, era que incluso algunas migraciones en algunos flujos migratorios eran mayoritariamente femeninas.
Las teorías sobre migraciones seguían hablando en términos de que los que migran son hombres, que lo hacen en calidad de mantenedores, los que tienen la responsabilidad de mantener a su familia y ellas son sujetos dependientes, en todo caso emigran no por voluntad propia, sino porque son llamadas a ser reagrupadas. Cuando leí un poco todas las teorías sobre la integración siempre aparecían ‘las que tenían el problema de integración’ porque estaban en casa con los hijos, no aprendían la lengua del país de recepción. Todavía en cualquier espacio de conocimiento, seguimos viendo esas representaciones de la relevancia y la importancia que se le da a las actividades que hacen los varones y el lugar de subalternidad en el que se sigue colocando a las mujeres sin agencia, no se reconoce su aportación.
- ¿Crees que las mujeres migrantes son una fuerza de trabajo doblemente explotada?
En el caso de las mujeres migrantes, por supuesto. Recordemos que el tema de extranjería va más allá de una idea de otredad o de venir de otro lugar, sino de una cuestión jurídica estructural, en ese sentido, en el que yo tengo limitadas mis posibilidades de ser ciudadana, o sea, de tener derechos reconocidos. Entonces ahí, diría incluso doble o triple explotación. Esa doble o triple explotación por la que me preguntas, lo vería por esa construcción de género en donde implica estar en un sector laboral en el que sigues sin tener reconocimiento social y sin otorgar los derechos de cualquier otro trabajo.
- ¿Existe discriminación por el concepto cultural?
Creo que también tenemos que hablar de cómo se ha construido esa idea de la otredad en tanto, como diferente cultura. Y ahí hay una especificidad también, en tanto como las mujeres muchas veces, en términos de representaciones, representan esa otredad.
Por ejemplo, yo he indagado al respecto del tema de cómo se ha construido esa relación con el mundo islámico y el mundo musulmán y cómo el hecho de todo el debate que además se vea el uso del pañuelo, eso es una fuente de discriminación también. Entonces la cultura, en tanto la representación de los medios de comunicación en la sociedad nos construyen respecto de esa idea, de esa otredad o de esa mujer de otra cultura en la que hay ideas y prejuicios que la sitúan en un lugar de mujeres tradicionales.
Podríamos decir por la condición de extranjería en esa intersección, cómo eso lleva también a tener limitaciones en tanto a determinadas posibilidades de empleo, pero al mismo tiempo también en relación con cómo se ve esa diferencia cultural y cómo se hace esa asignación. Incluso desde el propio feminismo, como esas otras tradicionales sin capacidad de agencia que no han llegado al orden civilizatorio de la mujer europea.
- ¿Qué mensaje le enviarías a las futuras generaciones? ¿Por qué es importante que hablemos de migración, de mujeres, de interseccionalidad?
Para las nuevas generaciones es una cosa muy básica, pero invitaría a la escucha. Como antropóloga, me parece importante esa escucha para conocer esa diferencia, por eso les invito a escuchar respetuosamente.
Siento que estamos en un momento -y esto es algo que yo percibo en los últimos años en mis clases- que hay una confrontación no sana, que no se produce desde la escucha. En casos de confrontación, es preciso la escucha de lo diferente, creo que es lo que nos puede hacer crecer. Pero siento que vivimos en un mundo en el que está muy tensionado todo. Hoy vemos una confrontación en términos de posturas muy radicales, una discusión que se hace desde la defensa de las posiciones.
Yo percibo que muchos de los debates, muchas de las discusiones que se están dando en el feminismo es porque hemos perdido esa capacidad de oir, de empatía y estamos más desde una trinchera defendiendo nuestras posiciones, estamos más en un lugar de ‘tengo que defender lo que yo pienso’ y no desde un lugar de escuchar para ver cómo acomodar, cómo generar ese lugar común, esa casa común.