Exposición en Cuba:

Francisco Sanfuentes: "Todavía creo en el espesor de la obra"

Francisco Sanfuentes: "Todavía creo en el espesor de la obra"
El académico del Departamento de Artes Visuales, Francisco Sanfuentes, estuvo recientemente en Cuba, país en el que presentó sus obras en sala y también en la calle.
El académico del Departamento de Artes Visuales, Francisco Sanfuentes, estuvo recientemente en Cuba, país en el que presentó sus obras en sala y también en la calle.
La fachada de la sede de la UNEAC fue uno de los lugares intervenidos por el artista Francisco Sanfuentes.
La fachada de la sede de la UNEAC fue uno de los lugares intervenidos por el artista Francisco Sanfuentes.
Centro Arte Habana y La Casa Museo Simón Bolívar fueron las salas que recibieron las obras de los artistas en Cuba, entre ellos, Francisco Sanfuentes.
Centro Arte Habana y La Casa Museo Simón Bolívar fueron las salas que recibieron las obras de los artistas en Cuba, entre ellos, Francisco Sanfuentes.
"Esa foto la reproduje en mil copias y la devolví a las calles, dejándola en todas partes. Ahora, produje más para llevar a Cuba: huellas de las calles de Santiago para dejar allá", explica Sanfuentes
"Esa foto la reproduje en mil copias y la devolví a las calles, dejándola en todas partes. Ahora, produje más para llevar a Cuba: huellas de las calles de Santiago para dejar allá", explica Sanfuentes

"En términos muy generales, el proyecto Urgencia de Huella consistía en trabajar en sala y, principalmente en la calle, con intervenciones en el espacio público, con ciertos gestos de obra transportables y no tan complejas para intervenir ese otro soporte que es Cuba", explica Francisco Sanfuentes, quien desde hace tiempo venía trabajando solo pero que para este proyecto se unió al también artista Manuel Concha y al filósofo Mario Sobarzo.

Como señala el académico del Departamento de Artes Visuales, "es difícil, conversar en la calle con alguien para saber qué efecto le generó. Quizás se pierde un poco el sentido del encuentro, de esta especie de magia en la calle, pero generó una detención, una mirada y una conversación entre las personas. Esa cuestión se dio mucho respecto a ese trabajo".

A comienzos de septiembre viajaron hasta Cuba, país en el que los dos artistas presentaron sus trabajos, mientras Mario Sobarzo escribía reflexiones en torno a lo que sucedía con las exposiciones en la isla. El primer lugar en el que exhibieron sus obras fue en Arte Habana, inauguración que coincidió con el 11 de septiembre. Frente a esa experiencia, Sanfuentes señala que "para los cubanos tiene mucha significación el 11 de septiembre. De hecho, en todos los colegios se hace un acto con la foto de Allende. Es más significativo para los cubanos que para los chilenos", agregando que "la educación allá es tan buena que todos saben qué paso en esa fecha y quiénes son determinados personajes. Todos conocen a Neruda y a Gabriela Mistral, incluso alguien que esté macheteando en la calle".

La segunda parada la realizaron en la ciudad de Matanzas, lugar al que fueron invitados por la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos, UNEAC, una organización no gubernamental "que comulga absolutamente con el sistema", explica. Luego de ello, viajaron nuevamente hasta La Habana, esta vez para presentar sus trabajos en La Casa Museo Simón Bolívar, muestra a la que invitaron a participar a dos artistas chilenos, Camilo Torres y Carlos Lizama.

"Dentro del marco del proyecto, todas las obras se mueven, ya sea por circuito o por imaginario, en el tema de la marginalidad. Claudio Lizama y Camilo Torres porque se mueven en el circuito comunal, marginal -por ejemplo, en la Municipalidad de El Bosque, Quilicura, etc.-, y en mí caso, porque a nivel de significación, la obra tiene esa carga de cierta marginalidad, una obra que está siempre al filo de no ser nada", explica.

¿Durante toda tu carrera te interesó el tema de la marginalidad?

En general sí. De hecho, el 2005 expuse en el MAC y la exposición se llamaba Pintura Negra, justamente una resta de la pintura, una resta a todos los gestos del artista contemporáneo de ahora, que es el artista de la ocurrencia. Justamente era la resta de todo eso, una densidad de la obra cargada de vacío. Entonces, cada uno lleva su propio proyecto de exposición. Manuel Concha trabaja con restos marginales de pintura. Lo que hacía él era armar unas especies de cajas de luz donde lo que a él le parecía el punto más significativo en términos matéricos de la pintura, era lo que recortaba y trabajaba como fragmento para instalarlos en unas cajas. Pero lo más importante era el trabajo en la calle porque te somete a la intemperie de otra construcción cultural donde la obra puede desaparecer y no significar absolutamente nada o lograr enganchar con algún tipo de espectador. La pregunta que nos hacíamos nosotros -a propósito del contexto de arte en Chile donde la obra se ve en la inauguración, ocasión en que nadie ve la obra- era, ¿existirá algún interlocutor válido para esta obra? Por eso la idea era exponer en la mayor cantidad posible de lugares y en los más diversos.

¿Encontraron un interlocutor válido en las calles de Cuba?

Sí. De hecho, hicimos algunos encuentros con gente de allá y para ellos el trabajo en general era bastante novedoso, sobre todo el trabajo en la calle porque allá es más institucional. En cambio, esto era mucho más ensimismado y trabajado en la noche, tenía otro carácter que generó un efecto más o menos importante. Tuvimos encuentros con gente que estaba dispuesta a discutir el trabajo, discutir el sentido del arte en relación con su contexto. En la calle el fenómeno fue mucho más complejo. Por ejemplo, hice también una pequeña intervención en La Habana con una imagen que dejé en ciertos lugares. La iba dejando y dos metro más atrás iba apareciendo gente y la imagen desaparecía rápidamente. En Matanza, con el trabajo en la calle, ocurrió un fenómeno que tiene que ver con la realidad social del lugar porque allá la prostitución y el turismo están muy mezclados y muy expuestos en la calle. Había una mujer -esto lo contó el Vicepresidente de la UNEAC- que estuvo mucho rato mirando la intervención. Era una prostituta que iba bajando a los bares para ver si encontraba un turista y este señor la invitó a entrar para que hablara con nosotros. Ella dice, pero mire cómo ando vestida, qué van a pensar de mí. Ella veía extranjero-negocio y por otro lado, entrar a hablar con los artistas era ese otro mundo al cual ella no pertenece, pero el trabajo estaba en la calle y logró retenerla mucho rato.

Las obras, ¿se complementaban?

Había una cuestión que unificaba, una cuestión formal. Uno trata de unificar el montaje, había materialidades comunes como el metal, las luces y la escala. En la exposición de este proyecto -que se llamaba Urgencia de Huella en el sentido de marcar la calle-, cualquier trabajo que uno hace en la calle significa dejar una huella aunque eso desaparezca, y se suma a las huellas de vida que ya están ahí. En cualquier caso, nuestro paso era transitorio, era apenas una pequeña huella que se dejaba en ese espacio. Pero, cada trabajo tenía su nombre. Mi proyecto de llamaba Monodia y el de Manuel se llamaba Fragmentos para una grisácea. En mí caso, la monodia es un término que viene de la música, el canto plano o llano de la edad media, el origen del canto gregoriano en que todas las voces hacen una sola voz. No hay adorno, que es lo que yo trabajo hace tiempo. Son tramas por ejemplo, de soldaduras, de hoyos, que se repiten y eso construye una trama en el sentido de mínimos recursos para lograr la máxima potencia expresiva. Sin imágenes, salvo una que encontré en un persa, en las calles de Santiago, de un niño con un perro. Esa foto la reproduje en mil copias y la devolví a las calles, dejándola en todas partes. Ahora, produje más para llevar a Cuba: huellas de las calles de Santiago para dejar allá.

¿Todos los artistas involucrados, incluyendo los invitados, trabajan desde la marginalidad?

El término marginalidad es difícil usarlo porque se confunden muchas cuestiones. Margen suena más elegante. Claudio Lizama y Camilo Torres, en general, han expuesto es circuitos como la Municipalidad de El Bosque y Quilicura. Son circuitos periféricos del arte absolutamente válidos, lugares en los cuales hay que trabajar. No es necesariamente querer acceder a la metrópoli en el sentido de la Gabriela Mistral, mejor ni mencionemos la Animal y tienen esa cuestión más o menos marcadas. Por otro lado, a nivel temático trabajan con esta marginalidad. Camilo Torres trabaja con la figura humana pero con personajes más o menos monstruosos pero reales; Carlos Lizama con planos de zonas marginales de Santiago impresos sobre distintos objetos. En mi caso, siempre me he movido en ambos ámbitos. Me parece necesario e importante exponer en lugares con mucha visibilidad porque hay que dar a ver otras cosas que no sean justamente estas obras contemporáneas de artistas de la ocurrencia que arman un trabajo a partir de una idea peregrina. No estoy diciendo que todo sea así, pero es una cuestión bastante recurrente donde lo que pide son operaciones formales. Yo todavía creo en el espesor de la obra, en la densidad de la obra y esa cuestión igual significa trabajar en un límite. Tiene que ver con eso. Son obras que no necesariamente no están en el gusto del momento, es como decir que las cosas caen por su propio peso. En ese sentido está lo mío. A mí lo que me interesa y siempre está en mi trabajo es la marginalidad humana, que no tiene que ver necesariamente con la social o la política.