Discurso al resultar electa como Rectora de la Universidad de Chile

Mis primeras palabras son de agradecimiento a todas y todos quienes participaron en este acto electoral, a mis colegas candidatos Sergio Lavandero y Pablo Oyarzún, y a la candidata Kemy Oyarzún, con quien hemos compartido el sueño de que una mujer llegara a ser rectora de la Universidad de Chile. También,  por cierto, a las académicas y los académicos que concurrieron con su voto a manifestar su confianza y adhesión a los distintos proyectos , y a quienes lo organizaron y participaron en cada una de sus fases, especialmente durante nuestra campaña con tanta entrega y tanto amor por la institución.

El resultado ha dicho que tendremos por primera vez en la historia una primera rectora mujer en la Universidad de Chile, es emocionante representar ese hito histórico. Lo hago en nombre de las tantas mujeres que han luchado por el lugar que les corresponde en la academia, en esta Casa de Bello que es de Chile y que ha pensado y construido país por tantos años.

Recibimos el resultado con alegría, pero también con humildad y especialmente con responsabilidad. Agradecemos ese apoyo amplio que da cuenta que nuestro mensaje ha sido acogido en muy diversos espacios de la Universidad y que hemos podido transmitir, pero sobre todo compartir, nuestra propuesta basada en  la valoración de la diversidad de personas, disciplinas, enfoques y modos de hacer academia, y nuestra decisión de que una mujer lidere la Universidad de Chile.

Reforzamos nuestro compromiso con los cambios que son necesarios para responder a la fuerza transformadora que hoy impulsa a nuestro país, así como a los desafíos de la educación superior a nivel global.  

Persistiremos en fomentar una cultura universitaria la que sin renunciar al rigor con el que desarrolla su quehacer académico, también acompañe y proteja a sus integrantes, y les otorgue espacio para su desarrollo pleno. Solo a partir de una comunidad cohesionada será posible cumplir con nuestra misión pública e incidir en el bien común, como se espera de la más importante Universidad en Chile. Conocemos y valoramos la complejidad de nuestra institución, esa es la materia prima de nuestra creatividad, de nuestro pensamiento, de nuestras relaciones, de nuestro habitar colectivo. 

Como lo exige nuestra misión, promoveremos la democracia, la justicia y el respeto a los Derechos Humanos y nos preocuparemos de contribuir con conocimiento relevante para ser partícipes de los cambios que se deliberan actualmente en el país. Esto no se logra desde un espacio homogéneo por eficiente que este parezca o busque ser, sino por el contrario, nos llama a intensificar nuestro trabajo para cuidar la libre expresión de nuestras diferencias y la interacción respetuosa y solidaria de personas distintas.

Impulsaremos, por ello, todas las transformaciones que sean necesarias para avanzar hacia una educación verdaderamente inclusiva tanto en nuestra institución como en el país, como lo demanda nuestro compromiso con el derecho a la educación. Trabajaremos para que nunca un joven, una joven, que confió en nosotros deba abandonar sus estudios porque no fuimos capaces de mantener ese compromiso ignorando sus necesidades o dificultades. Trabajaremos para crear espacios donde podamos no solo expresarnos y pensar con libertad, sino desplazarnos con libertad por los distintos ambientes institucionales, encontrando los caminos y los sentidos de nuestras propias vidas. Que las barreras disciplinares, o las barreras estamentales, o las barreras de jerarquías se vayan derribando y no nos impidan crear, imaginar, inventar, aprender y construir juntos y juntas.

Confiamos en que el espíritu de Amanda Labarca, de Eloísa Díaz, de Justicia Espada —pero también de cada mujer que abrió espacios para otras a lo largo de nuestra historia institucional— así como el espíritu de quienes hoy estudian o trabajan en la Universidad, nos guiará a emprender este camino nuevo.

Rosa Devés Alesandri
 

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