Discurso Entrega de Medalla Rectoral a José Mujica

Es un gran honor recibirle en nuestra casa querido José Mujica. Este Salón de Honor que cumple 150 años de historia y donde tantos acontecimientos de la vida de nuestro país han encontrado un espacio, le esperaba. Su vida política y personal ejemplar nos inspira y nos compromete. Usted nos visita cuando más le necesitamos.

Llega cuando nos esforzamos para enfrentar colaborativamente, desde el conocimiento y la formación de personas, múltiples desafíos relacionados a la profundización de la democracia, la reducción de las desigualdades y un desarrollo sustentable que no deje a nadie atrás.  Durante su gobierno usted encabezó las reformas sociales que permitieron abrir los cercos y las barreras de la desigualdad, aquellas fronteras que impedían un mayor acoplamiento entre los distintos pueblos y entre las distintas comunidades. También fue pionero en marcar la urgencia del compromiso con la sustentabilidad y el cuidado al medio ambiente.

A lo largo de los años, usted ha sabido convocar a través de un discurso generoso y esperanzador a distintas generaciones y a personas de los más diferentes ámbitos de la sociedad, en muchas partes del mundo, porque sabemos que ese discurso es consistente con su vida, y entonces no solo genera esperanza, sino también respeto y confianza. En una sociedad con tantas fracturas, esa capacidad de generar unión, usando lenguaje que atraviesa barreras, y que hoy aquí se hace presente, la recibimos como un regalo.

Es en la unidad y no en la ruptura que se pueden fraguar los grandes cambios sociales. Así también lo expresó usted hace casi exactos 13 años, el 29 de noviembre de 2009, cuando era electo Presidente. En esa noche triunfal, en que todos nos emocionamos, usted llamó a la evitar los prejuicios y la distinción entre vencidos y vencedores. Dijo: “apenas elegimos un gobierno, que no es dueño de la verdad, que los necesita a todos... Mañana la patria continúa y el compromiso continúa, mañana andaremos juntos… Viva la alegría, viva la esperanza”. Ese llamado a la unidad y a evitar la tentación del triunfalismo caracterizó su administración y le ha valido el reconocimiento internacional, convirtiéndose en una referencia obligada para los gobiernos progresistas de América Latina, pero también para todas las personas que buscan ser escuchadas, respetadas y tratadas como iguales. 

Es un honor para la Universidad de Chile conferir en este acto la Medalla Rectoral al ex Presidente de la República Oriental del Uruguay, José Mujica por su significativa contribución al desarrollo de su país y de nuestro continente y por su liderazgo inspirador que quedan así inscritos en la historia de nuestra institución.

Es especialmente significativo otorgarle la distinción en el marco de nuestro encuentro sobre Derechos Humanos con la Asociación de Universidades Grupo Montevideo (AUGM), conformado por universidades públicas con las cuales compartimos historia, principios y desafíos, los que al ser tan grandes y urgentes deben enfrentarse en colaboración.

A casi 50 años de la conmemoración de Golpe Militar en Chile, la defensa de los Derechos Humanos es parte de la reivindicación de la memoria como una exigencia política para que las distintas generaciones fortalezcamos el compromiso a no repetir los atropellos que cometieron las dictaduras latinoamericanas durante varias décadas. Hace solo unos días, vimos en nuestro país intentos por desconocer el rol de la memoria, relativizando las violaciones a los Derechos Humanos y negando recursos a las instituciones que la preservan. Nosotras y nosotros sabemos que no es posible desconocer ese pasado oscuro si queremos avanzar hacia un mejor futuro, que atienda las exigencias de una ciudadanía compleja.

A eso debemos sumar otros indicadores preocupantes para la democracia. A través del trabajo científico acumulado en nuestra universidad, como el que realizamos en el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), hemos constatado un declive sostenido en la confianza de las personas hacia las instituciones políticas, haciendo cada vez más difícil que las decisiones que adoptan las autoridades sean vinculantes para gran parte de la sociedad.

Frente a esta creciente falta de confianza en las instituciones en Chile, cumplir con el mandato ciudadano de contar con una nueva Constitución no es solo un imperativo moral, sino que también es una obligación política. La única manera de encauzar pacíficamente nuestras diferencias es a través del entendimiento participativo, abierto y transparente. El fortalecimiento de la democracia solo es posible con más democracia.

El goce efectivo de los Derechos Humanos, en su dimensiones individuales y colectivas, incluye por cierto el derecho a la educación. Acá, las instituciones públicas, como las nuestras, jugamos un rol fundamental. Nuestra misión es producir conocimiento relevante para atender los problemas de la sociedad, pero también educar a nuestros estudiantes con sentido social, donde la inclusión, la diversidad, la tolerancia y, por cierto, la promoción de los Derechos Humanos deben ser aspectos transversales de la formación.

Lo anterior en el entendido de que la educación pública es el espacio de encuentro de la sociedad y de su transformación. La educación pública tiene un propósito universal de evitar que niños, niñas y jóvenes queden excluidos e invisibilizados. Nuestro compromiso con la educación pública es un compromiso con el país y con todos sus habitantes. Es la manera de “andar juntos”, como dijo nuestro homenajeado en su primera alocución como Presidente.

En ese andar juntos, nos encontramos hoy con José “Pepe” Mujica, a quien ahora hacemos entrega, con emoción y orgullo, de la Medalla Rectoral de la Universidad de Chile.

Rosa Devés Alessandri
Rectora de la Universidad de Chile

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