Las urgentes tareas que enfrenta el ecosistema del libro y la lectura permiten poner en perspectiva los graves problemas actuales del sector, y nos impulsan a recordar que, históricamente, hemos tenido un alto nivel de articulación, logrando colaborar activamente en la formulación de políticas sectoriales.
Expresión de esa voluntad de colaboración es la existencia del Observatorio del Libro y la Lectura; iniciativa que agrupa a la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile, a diversas asociaciones y/o organizaciones, de tipo editorial (Cámara Chilena del Libro, Editoriales de Chile), de bibliotecarios (Colegio de Bibliotecarios de Chile) y de librerías (Asociación de Librerías de Chile), y en cuyo Consejo participan individuos con amplia trayectoria en el ecosistema del libro, así como en la reflexión y análisis de su realidad.
Hemos asumido, desde el Observatorio, un rol activo en el desafío de la construcción de políticas públicas que permitan el acceso a la lectura, vinculándonos fuertemente a las políticas nacionales del libro, la lectura y las bibliotecas. Participamos en las etapas de formulación, implementación y evaluación de la anterior política nacional del sector (PNLL 2015-2020) que, de hecho, nació originalmente de una propuesta de la edición independiente. Asimismo, hemos participado en múltiples instancias de discusión y mejora de la actual Política Nacional de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas (PNLLB), que se lanzó recientemente.
Otra expresión importante de esa participación y colaboración es la existencia del Consejo del Libro y la Lectura, instancia creada originalmente para albergar las principales discusiones de políticas sectoriales, con participación de las asociaciones u organizaciones del ecosistema del libro.
Esta trayectoria no ha estado exenta de problemas y conflictos, como la limitación -por mucho tiempo- del rol del Consejo a los fondos concursables, pero esto no debe hacernos perder de vista lo esencial: la tradición de participación que se basa en el compromiso de los actores con el propósito de fortalecer la promoción y difusión de la lectura, la creación y producción local, y las bibliotecas. Como Observatorio del Libro y la Lectura, no nos interesa debilitar el ecosistema del libro sino fortalecerlo y contribuir a su articulación.
Uno de los impulsos fundamentales del compromiso de los actores del ecosistema son las preocupantes tendencias nacionales con respecto al hábito de la lectura, a las deficiencias en materia de comprensión lectora, a las desigualdades de acceso a bienes culturales y al colonialismo cultural dominante. Quienes trabajamos en el ecosistema del libro no nos engañamos: sabemos lo complejo que es revertir esas situaciones, pero -al mismo tiempo- creemos en la urgencia de la democratización del acceso a la lectura y a otros bienes culturales, y del fortalecimiento de la producción editorial local, como elementos necesarios para la construcción activa de una cultura ciudadana.
Al considerar esta historia de colaboración y el sentido de urgencia en la búsqueda de los objetivos sectoriales, el escenario actual se vuelve más preocupante.
Entendemos que existe una serie de problemas, muchos de ellos interconectados, que ha llevado a un debilitamiento de la capacidad de conducción del sector del libro, la lectura y las bibliotecas. Por una parte, el Consejo del Libro se ha visto debilitado en su capacidad de incidencia real por retrasos en el nombramiento de sus consejeros/as, irregularidad de sus sesiones, y la omisión de discusión de temas sectoriales relevantes en esta instancia.
Además, los equipos técnicos del sector del libro y la lectura del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio se han visto debilitados por la salida de funcionarios con amplia experiencia, al tiempo que han existido problemas de liderazgo, con largas subrogancias, retraso en los nombramientos, conflictos con y entre los equipos, etc. Esto, además, está cruzado por el conflicto interno del MINCAP con sus trabajadores, que da cuenta de problemas en las condiciones de trabajo y en la falta de avances en la consolidación de una estructura interna más sólida, con un organigrama, una gobernanza y un financiamiento acorde a los desafíos que enfrentamos y a su relevancia. También, por la discontinuidad en el funcionamiento de los espacios participativos, como las comisiones técnicas y mesas ciudadanas de la PNLL.
Para nosotros, como Observatorio del Libro y la Lectura, una de las dificultades más preocupantes ha sido el retraso y la lentitud en la implementación de la nueva PNLLB 2023-2028. Si bien nuestra presión logró evitar el retraso en su lanzamiento, su implementación real (y los recursos que la viabilicen) aún son promesas.
En este contexto, es más fácil comprender los problemas específicos que se han generado en la participación del sector en ferias de todo tipo. La mejora en los vínculos con América Latina, y la participación en las ferias más importantes de la región, es fundamental y debiese ser prioritaria. Sin embargo, la participación de Santiago como invitada de honor en la FILBA23 se vio opacada por falencias en el diseño del pabellón, en la elección de la delegación, en la difusión de las actividades programadas y en la visibilidad de los libros, lo que en buena medida refleja la falta de participación de los actores implicados en su planificación. En la misma línea se inscribe la polémica y los impasses respecto de la participación de Chile como invitado de honor en la Feria de Frankfurt. Dada su importancia cultural internacional, las oportunidades de visibilización de autores y editoriales chilenas, y las posibilidades de venta de derechos (con impactos en buena parte del ecosistema), esa decisión debió haber sido discutida en instancias participativas, de la PNLLB y del Consejo del Libro y la Lectura. Habría sido lógico ajustarse a lo que dice la nueva PNLLB: en ella, se señala la necesidad de “fortalecer y consolidar la estrategia de internacionalización de la industria y de la creación, a través de mecanismos participativos y de colaboración entre los actores del ecosistema y el sector público” (Medida 1 del Objetivo Específico “Implementar estrategias y acciones para la internacionalización del libro”, p. 32, PNLLB 2023-2028).
En síntesis, vemos una serie de desafíos por delante si aspiramos a fortalecer la estructura del sector del libro, la lectura y las bibliotecas, y para poder reparar las confianzas. Por un lado, se deben impulsar mejoras reales en la gobernanza y en la estructura del Ministerio, respetando los derechos laborales de los trabajadores de la institución y reconociendo la experiencia acumulada de sus funcionarios. Por otro lado, se debe respetar y fortalecer las estructuras colegiadas existentes, al tiempo que se impulsa la participación en todos los niveles. Con respecto a la implementación de la Política Nacional de la Lectura, del Libro y las Bibliotecas, esperamos ver prontamente un impulso que, a través de la participación real de los actores y la asignación de un presupuesto fijo acorde a los desafíos que enfrentamos, ejerza un fuerte impulso a la industria local y a su proceso de internacionalización, así como a la democratización del libro y la lectura en la sociedad chilena.
A través de estas líneas de acción, creemos que podremos superar de forma colaborativa esta crisis y afrontar con urgencia los verdaderos desafíos: el fortalecimiento de la promoción y difusión de la lectura, el fortalecimiento de la creación y producción local, la construcción de un ecosistema más dinámico y sólido, con impacto en las personas, la cultura y la ciudadanía, que aporte a la construcción de un país más democrático y sostenible.