En gran medida, estas amenazas profundizan la desigualdad ya existente, entre personas, pero principalmente entre países. Las brechas se amplifican a partir de cómo se logran enfrentar estas crisis, cómo se aprovechan las oportunidades y qué rol se cumple en las estructuras económicas globales. ¿Qué es lo que hace la diferencia para enfrentar las amenazas? Lo sabemos hace mucho: Capacidades tecnológicas y humanas calificadas.
Hoy día estamos en un punto de inflexión. En un mundo que cambia de forma acelerada y dónde la realidad de países como el nuestro es diferente a los países actualmente desarrollados, el aumento de capacidades locales es urgente y se debe dar al mismo tiempo que enfrentamos múltiples urgencias (seguridad, inflación, desempleo, etc.). No es posible esperar que los países desarrollados encuentren las soluciones, primero porque no hay tiempo para ello, pero segundo – y quizás más importante- porque nuestras realidades son diferentes y las soluciones de estos países no funcionan como esperamos en nuestro contexto.
Esto implica que necesitamos invertir hoy en investigación, fomentar fuertemente la innovación e implementar acciones que permitan generar nuevas creaciones, al mismo tiempo que atendemos las urgencias (que no son fáciles ni pocas).
Estamos hablando de una inversión de gran escala, que nos permita transformar nuestro sistema, desarrollando capacidades transversales en las instituciones públicas, que nos permitan fomentar el desarrollo de conocimiento para enfrentar los problemas locales y regionales, abordando las transformaciones urgentes y dando la oportunidad de formación altamente calificada a cada uno/a de nuestros/as niños/as y jóvenes.
Paralelamente, necesitamos desarrollar estructuras de interfaz ciencia-sector privado-sector público, para acoger las necesidades y traducir las soluciones, necesitamos desarrollar estructuras de colaboración permanente, con capacidad de aprendizaje y autotransformación. Esto es: Necesitamos desarrollar resiliencia generalizada y estructural para una sociedad del conocimiento en crisis.
Sabemos que tenemos múltiples urgencias, donde la agenda de seguridad, de empleo, de salud, postergan la inversión en generación de conocimiento, pero este desplazamiento nos está llevando a hipotecar nuestro futuro. Las inversiones en ciencia y educación son lentas, requieren años para lograr ver sus frutos y las amenazas de las décadas que vienen necesitan que la inversión significativa sea desde hoy. La esperanza es que nuestra clase política sea capaz de pensar en el país con una perspectiva temporal más amplia, con mirada de Estado, poniendo a la población y su bienestar próximo en el mismo nivel de urgencia que las próximas elecciones.
Anahí Urquiza, directora de Innovación
Rodrigo Fuster, director de Investigación
Fernando Gaspar, director de Creación Artística
Universidad de Chile