“La Universidad de Chile ha dado algunos pasos interesantes en cuanto a institucionalización dirigida a la comunidad LGBT+, primero con la publicación del Instructivo Mara Rita, que permitió el uso de nombre social, y ahora con la creación de la nueva Política de Diversidades y Disidencias Sexuales y de Género, que busca reparar y reconocer las desigualdades y las violencias que viven los colectivos dentro de la universidad”, señala Caterine Galaz, Doctora y Magister en Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona, académica de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, y agrega que “creo que esto es una meta súper ambiciosa, y está bien. Sin embargo, la universidad tiene que hacer, de forma triestamental, un plan de acción que le dé una bajada, con acciones visibles y concretas, e indicadores, porque es necesario poder medir para ver los logros y avances a corto, mediano y largo plazo, y hacer las evaluaciones correspondientes. Sin un plan, se queda solo en una retórica de inclusión”.
Jaime Barrientos, Doctor en Psicología Social de la Universitat de Barcelona y profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado, afirma que “para todo tipo de cuestiones, una de las primeras tareas es lograr una institucionalidad fuerte, sin ella, hay cosas que definitivamente son impensables, puedes aludir a la institucionalidad cuando hay problemas, pero cuando no hay una institucionalidad fuerte, te quedas de forma muy precaria aislado en contextos que a veces son muy violentos. En este sentido, ha habido importantes avances en todo el contexto universitario, creo que hemos logrado un primer nivel (…), sin embargo, los reglamentos y políticas no aseguran las transformaciones culturales que permiten que las prácticas cambien, no modifican las prácticas reales. Tenemos que pensar bien de qué forma nos hacemos realmente cargo de estas problemáticas y en cómo esto baja y permea en la cultura institucional. Es aquí donde estamos al debe”.
Ambos coinciden en que avanzar de forma efectiva y que esto permee en las instituciones universitarias no será un proceso fácil ni inmediato, por el contrario, es complejo, variable y a largo plazo, especialmente en instituciones más grandes y diversas, como la U. de Chile. También destacan que para que sea exitoso, es fundamental el compromiso y apoyo que se tenga por parte de las autoridades políticas, es decir de rectoras/es, vicerrectores/as, decanos/as, etc.
“Creo que en los últimos años hemos visto un reconocimiento más bien discursivo y acciones simbólicas como izar la bandera LGBTI+, celebrar el mes del orgullo, etc, pero esto no siempre se traduce en prácticas directas, más concretas”, enfatiza la académica de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile.
Formación en género y otros desafíos pendientes
“En cuanto a los desafíos, creo que un primer punto importante es que falta formación sobre los derechos de estos colectivos, en todos los estamentos. Es importante que haya cursos sobre DDHH que incluyan la lógica del respeto a los derechos de las personas LGBT, los que debieran ser obligatorios, no electivos, y dirigidos no solo a estudiantes, también a docentes y personal administrativo”, afirma Caterine Galaz. Y agrega: “Así como hay universidades de corte religioso que instalan ramos en todas las carreras, que son la línea base moral de esa universidad, en la Chile debería haber ramos, en todas las carreras, que incorporen los principios básicos de nuestra universidad, y entre ellos están los DDHH”.
Jaime Barrientos apunta al mismo desafío: “creo que tenemos problemas importantes, por ejemplo, con la incorporación de estas temáticas al interior de los programas y currículums de formación, dirigidos a todas aquellas personas que forman parte de la vida universitaria, como profesoras y profesores, funcionarios y funcionarias. Muchas veces esto se piensa como algo que refiere solo a las y los estudiantes, lo que está bien, pero las diversidades las hacemos todas y todos quienes participamos en la universidad. Aquí los desafíos son todavía más importantes”.
Ambos expertos destacan que otro desafío relevante es sensibilizar y visibilizar las problemáticas particulares de cada colectivo perteneciente a las diversidades sexuales y de género, pero sin desdibujar que el colectivo LGBT+ es amplio y diverso, para lo cual es fundamental instalar un enfoque interseccional que permita visualizar cómo se articulan algunas matrices de opresión, como por ejemplo, la etnia, la condición de migrante, la edad y otro tipo de experiencias y desigualdades.
“Muchas veces se plantean demandas que tienen que ver con luchas particulares de algunos colectivos LGBT, que están muy acordes a las dinámicas más formales, como el matrimonio igualitario por ejemplo, que obviamente son parte de la lucha, pero hay personas lesbianas, bisexuales, no binaries, trans, que en el fondo rompen esta idea de inclusión de lo socialmente aceptado, y que necesitan acceso al trabajo, a estudiar o a una vivienda digna. Hay otras desigualdades que afectan al mundo LGBT que no necesariamente pasan por estas reivindicaciones que se han instalado y que representan a un grupo concreto”.
Caterine Galaz afirma que otro de los desafíos es contar con información integral acerca de la realidad de todas las personas LGBTI+ que forman parte de la comunidad universitaria “las acciones se han enfocado principalmente en el estudiantado, pero no sabemos nada sobre el estamento académico y funcionario. No tenemos indicadores ni estudios, y lo que hay disponible, como el instructivo Mara Rita y los canales de denuncia ante casos de acoso o violencia, si bien están dirigidos a toda la comunidad, están escritos y difundidos para que las mujeres lo utilicen, cuando en realidad también es para personas LGBT, indígenas y diferentes personas que puedan sentirse vulnerables dentro de la institución”.
También destaca que “las acciones tomadas están más bien enfocadas en las denuncias y sanciones, que está bien, es absolutamente necesario, pero faltan acciones positivas , un proceso reeducativo dirigido a la comunidad triestamental. Muchas veces existen ciertas incomodidades entre académicas y académicos frente a estos temas, y ciertos aspectos morales no declarados a veces, pero que están ahí, y que inciden en el tratamiento efectivo y en la relación con personas de género”.
Otro punto que destaca Barrientos tiene relación con la reciente visibilización de los problemas que afectan a las personas trans: “creo que cuando hace algunos años hablábamos de LGBTI+, en el fondo hablábamos de los gays, un poco más adelante empezamos a hablar de hombres gay y mujeres lesbianas. Hoy se ha desvinculado de las siglas LGBTI+ a las comunidades trans, visibilizando sus demandas particulares, lo que ha permitido levantar las enormes problemáticas que esta comunidad tiene, debido a que definitivamente son quienes viven más prejuicio, discriminación y violencia en todos los contextos, incluido el universitario, y si le sumamos que es una persona trans no binaria, ahí es mucho más complejo, por los cuestionamientos que se hacen al binarismo de género”.
“Hoy día nos encontramos en un escenario nacional mejor que hace algunos años atrás, tenemos leyes, una mayor institucionalidad dirigida a erradicar la violencia y las discriminaciones que viven las personas LGBTI+, hay actitudes más favorables, existe más información, hay una sensibilidad pública mayor respecto a las demandas feministas y de las diversidades de sexo genéricas, pero me parece que es importante recalcar que existen un conjunto de problemas estructurales. Uno de ellos es la resistencia, en diversos niveles y en diversos grados, de la patologización de las identidades trans”. Definitivamente todavía carecemos de un currículum real sobre estos temas”, enfatiza el profesor de la UAH.
El peligroso avance de los movimientos ultra conservadores
Existe consenso en señalar que después del movimiento feminista estudiantil de 2018 hubo un avance cualitativo en cuanto a sensibilización y transversalización del tema feminista y LGBT, sin embargo, paralelamente han ido creciendo movimientos y posiciones ultraconservadoras que considera estos temas como "ideología de género".
Galaz afirma que “esto es un gran desafío, porque en Chile este movimiento está afianzado no sólo en ciertos sectores políticos, sino también en sectores religiosos, y es peligroso porque tienen poder, tienen dinero y por lo tanto la posibilidad de instalarse en el congreso y de visibilizarse de una manera que no estamos acostumbrados en los sectores más progresistas, e instalan los temas con esta lógica en los medios de comunicación y esto genera opinión pública. Entonces creo que es peligroso para los avances que hemos ido logrando. No hay nada asegurado, siempre podemos involucionar, ya vemos el caso de Argentina, entonces hay que estar muy atentos a cómo se gestan y evolucionan estos movimientos ultraconservadores, porque pueden terminar incidiendo en nuevas violencias y discriminaciones”.
Jaime Barrientos concuerda con esto: “hay que tener presente que las batallas ganadas no suponen una permanencia infinita del reconocimiento de estos derechos. Al contrario, mi impresión es que hoy nos encontramos en un momento crucial, en una batalla cultural enorme en la que justamente se están poniendo muchas resistencias a las identidades LGBT+, las que se han ido recrudeciendo en todo el mundo. Entonces al mismo tiempo que tenemos espacios ganados, estos no suponen una permanencia infinita, sino que suponen una permanente lucha para tratar de sostener estos espacios y derechos ganados”.