Desde la crisis económica de 2008, los medios de comunicación tradicionales han experimentado una serie de cambios, cuyos principales efectos han repercutido en el espacio otorgado para la cultura. El cierre del suplemento de Cultura de La Tercera en 2008, el cierre de revista Qué Pasa, la supresión de la sección cultura de La Segunda, entre otros acontecimientos, dan cuenta de que la cultura está lejos de ser prioridad en la lógica y el modelo de los medios hoy.
Frente a esta y otras preocupaciones, el pasado jueves 3 de octubre se realizó el diálogo “Letras para el debate: periodismo y revistas culturales en Chile", organizado por revista Palabra Pública en el marco de la 8va Primavera del Libro, que por primera vez cuenta con la presencia y participación de la Universidad de Chile a través de un stand de exhibición con las últimas publicaciones de nuestra casa de estudios.
En la instancia, que contó con la presencia de la vicerrectora de Extensión y Comunicaciones, Faride Zeran, el periodista de la Universidad de Chile especializado en música popular, David Ponce; la editora de Palabra Pública, Evelyn Erlij; el director editorial de Hueders y editor de la Revista Santiago de la Universidad Diego Portales, Álvaro Matus; y la crítica literaria y académica del Instituto de Estética de la Universidad Católica, Patricia Espinosa, reflexionaron en torno a la falta de espacios para la cultura en los medios de comunicación, la toma de decisiones al interior de ellos y la importancia de las revistas culturales para la sociedad.
La caída de la cultura
“Es importante entender que cuando hablamos de periodismo cultural nos referimos a periodismo cultural en el sentido amplio del concepto: en un medio cultural no sólo tienen cabida aquellos temas que están vinculados con la creación o con las distintas manifestaciones del arte, la cultura o el patrimonio, sino también con el mundo de las ideas, la reflexión y las ciencias”, comenzó diciendo Evelyn Erlij.
Dando cuenta de pocas revistas culturales que sobreviven en papel al día de hoy, tales como Revista Santiago, Revista Dossier, La Panera, Revista Átomo, Suplemento Grado Cero y Palabra Pública, la periodista enfatizó en que resulta fundamental “abordar la situación del periodismo cultural y de las revistas culturales, en un momento en el que la cultura y el debate de ideas cuenta con muy pocos lugares, y en que vemos un auge de editoriales y de libros que, sin difusión, quedan invisibilizados”.
Ante la pregunta de por qué el primer damnificado en un medio suele ser la sección cultural, como ha pasado en El Mercurio, La Segunda y La Tercera, David Ponce, esgrimió dos razones: una, “que efectivamente lo juzguen como irrelevante, como que no atrae sintonía, no atrae lectoría, no atrae rating y les parezca que entonces es muy descartable; y lo otro es que tengan una postura de que es una especie de lujo, que puede dar prestigio, pero que aun así masivamente no es significativa. Entonces en cualquier de los casos o queda reducida o desparece”.
La crítica literaria Patricia Espinosa apuntó a la tecnocracia “tendiente a la devastación” que hoy presentan los medios de comunicación. “Hay una tecnocracia que es la que dirige los medios, que se orienta hacia una política editorial de exclusión de todo aquello que pueda significar pensamiento crítico”, aseguró la académica de la Universidad Católica.
Sin embargo, indicó, también existe “una pasividad de los lectores o destinatarios posibles del periodismo cultural”, una situación que, sumado a lo anterior, daría origen a un “crimen perfecto”: “Aquí se realiza el crimen perfecto porque por un lado los medios devastan la cultura, la sacan del espacio, y por otra parte están los destinatarios posibles guardando silencio, entonces no hay un reclamo, no hay una manifestación del disenso ante esta ejecución del crimen”.
Por su parte, Álvaro Matus, aseguró que “la televisión y la lógica del rating permeó muchas otras áreas y afectó a los diarios también, entonces se empezó a medir la lectoría, los éxitos de una sección, en función de cuántos lectores tenían, cuántos avisajes llegaban, especialmente a los suplementos; y a su vez los medios, acuciados por tener que mantenerse y salir a flote, cortaron lo que era menos demandado”.
Preocupaciones y desafíos
Una de las principales inquietudes en el mundo de la cultura tiene relación con las decisiones que se están tomando al interior de los medios de comunicación, pero también a nivel gubernamental y que afectan directamente a la cultura.
“Las elites chilenas son brutas y son aún más brutas en lo que se refiere a cultura, incluso viendo a nivel de gobierno o fuera del gobierno, yo creo que hay ahí una perspectiva estereotipada o hegemónica que muchas veces es la que se transmite a los medios de comunicación. Entonces conocemos el establishment de la música, el establishment de la literatura, del cine, pero no hay posibilidad, desde el punto de vista de los públicos, de abordar algo más allá de lo que está en la primera línea del ranking de ventas”, explicó Patricia Espinosa.
Por otro lado, Álvaro Matus criticó a la izquierda chilena que, a su juicio, no ha tenido una mayor consciencia real sobre la importancia de los medios de comunicación. “No ha habido una voluntad desde las fuerzas más progresistas de esta sociedad de tener medios que den trabajo, que den sueldo, que no haya que escribir gratis o por cincuenta mil pesos un reportaje, porque con eso no vive nadie. Y esas son las tarifas de los medios que se dicen más de izquierda. [...] En las fuerzas progresistas de Chile no ha habido esa consciencia hacia los medios de comunicación”.
Finalmente, David Ponce se refirió al poder “incontrarrestable” que tiene la televisión en términos de definir cuál es la cultura que se está consumiendo en Chile. “Lamentablemente, la cultura también es alguien hablando barbaridades en los matinales, y es muy influyente, además. Ese poder es el que hay que intentar contrarrestar, pero es una tarea muy difícil. Hemos llegado a ese punto en que la televisión tiene ese lugar tan importante que debemos buscar la manera de contrarrestarlo, aunque sea una acción romántica o quijotesca. Eso es lo que tiene que guiarlo a uno como periodista, como editor o como interesado en multiplicar o ampliar una variedad de discursos culturales distintos”, aseguró.