Discurso del Rector Víctor L. Pérez con motivo de la inauguración del Seminario "Educación + Integración"
La educación es el tema estratégico nacional de mayor relevancia en el presente, y está claro que esta significación no disminuirá en el futuro, sino todo lo contrario.
La gravitación que tiene el factor educacional sobre las posibilidades de desarrollo del país es determinante. Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos que se han realizado para instalar una discusión amplia sobre las políticas educacionales -esfuerzos que, no podemos soslayarlo, han sido en buena medida el fruto de presiones ejercidas por los propios destinatarios de la educación-, no parece que existan aún los adecuados niveles de urgencia y de consenso, la correspondiente estructuración del debate y, más grave aun, la necesaria afluencia de ideas innovadoras que permitan introducir las correcciones que, hoy por hoy, aparecen para todos como indispensables.
A este respecto, hay al menos dos observaciones de marco que conviene hacer.
La primera concierne a las graves deficiencias, a la inequidad, y a la mala calidad que evidencia un sistema educativo dominado por la desregulación y el fomento de la competencia en la oferta. Si bien no se puede desconocer el vigoroso incremento de la cobertura que ha experimentado la educación en todos sus niveles durante los últimos lustros, está claro que dichos mecanismos no están resolviendo por sí solos los problemas de calidad y de equidad que, en muchos casos, llegan a ser flagrantes.
Un sistema dominado por estos esquemas tiende a reforzar las tendencias que ya trae consigo la desigualdad socioeconómica y, en consecuencia, debilita las capacidades de desarrollo del país y la ampliación de la base ciudadana, que también implica la sustentabilidad a largo plazo de ese desarrollo.
La segunda observación atañe a las finalidades manifiestas del sistema. El papel orgánico que le cabe a la educación en el desarrollo del país se suele entender como la preparación de una masa de "capital humano" diversamente calificado para las necesidades y demandas del sistema laboral en el contexto de la economía de mercado y, en una proporción muy estrecha, a formar las élites dirigentes del país, mayoritariamente congruentes con los sectores altamente favorecidos por la distribución desigual del ingreso, de las oportunidades y de una amplia gama de poderes.
El énfasis en el desarrollo humano es más bien marginal, y, en lo que se refiere al equipamiento valórico de los educandos, éste suele estar gravado por hipotecas ideológicas que limitan más que estimulan sus perspectivas.
Estas observaciones no sólo apuntan a los graves déficits de nuestro sistema educativo, sino también a la insuficiencia del debate en torno a ellos y a las alternativas de solución. El tema de la educación vuelve, una y otra vez, a convertirse en un campo de litigio demasiado marcado por intereses sectoriales que, sin perjuicio de la legitimidad que puedan tener, en el afán por hacerse valer terminan eclipsando lo que debe estar en el centro -los alumnos, sobre todo los más vulnerables- y poniendo en su lugar falsos dilemas, como el de la libertad de enseñanza versus el derecho a la educación.
Las debilidades de nuestro sistema están a la vista: junto con las más generales antes mencionadas, se debe indicar la que afecta a la institucionalidad educativa y, en particular, a la educación pública, vinculada al alto grado de atomización de la oferta; ésta acarrea el problema de los estándares de calidad y la falta de criterios, normas y mecanismos que permitan su aseguramiento en condiciones homologables, y que progresivamente disminuyan las enojosas diferencias que hoy prevalecen; con ello está asociado, a su vez, la necesidad de establecer garantías del buen uso de los recursos públicos destinados a la educación en todos sus niveles, unidas a la revisión de los sistemas de subsidio a la demanda en vista de la equidad; ésta, a su vez, no sólo afecta a las condiciones socioeconómicas que acarrean una especie de discriminación automática, sino también a las diversas formas de discriminación intencionada que actualmente se ejercen en muchos de nuestros establecimientos educacionales; y, por cierto, la formación de los profesores, que no está en absoluto bien servida por nuestro sistema educativo superior.
La lista puede engrosarse. Pero lo que en todo caso debiera estar claro es que estos problemas no podrán ser solucionados de uno en uno, o al pormenor. Lo que el país requiere es una concepción global de la educación como tema estratégico, más aún, como "el" tema estratégico del país, en función de la cual se articule un conjunto coherente de propuestas y de acciones concretas. Y es precisamente un debate y un accionar que esté orientado a este propósito lo que más nos hace falta, sin perjuicio de que se puedan reconocer algunos avances en ese sentido, que sin embargo todavía son débiles e intermitentes.
Es a ese debate y a ese accionar que la Universidad de Chile, como la universidad de todas las chilenas y de todos los chilenos, puede y debe entregar una contribución sustantiva con perspectiva histórica y nacional.
Así, en medio de un ambiente de gran inquietud social y política frente al tema de la educación, nuestra Universidad tiene hoy la posibilidad, y claramente el imperativo, de aportar parte esencial de las bases académicas para un nuevo consenso político-técnico en torno a este tema, consenso que nutra positivamente las opciones de desarrollo económico, social y cultural en las que el país esta empeñado en la actual etapa histórica.
La Universidad de Chile mantiene hoy diversas iniciativas en el campo de la educación, incluidas las pedagogías. Como muchas otras cosas en la institución, estas iniciativas permanecen dispersas y a menudo sin conocerse unas a otras, y sin que se hayan desarrollado las formas institucionales de conducción, coordinación y evaluación de desempeños. Es imperioso generar objetivos comunes de estrategia institucional. La generación de estos objetivos implica la apertura y sustentación de un espacio de diálogo, intercambio y entendimiento, lo cual a su vez supone que todos estén dispuestos a no poner sus particulares enfoques teóricos, metodológicos y analíticos como absolutos y, por qué no decirlo, que renuncien en parte a las prerrogativas que podrían atribuirse por el hecho de haber emprendido tales iniciativas. A la vez, supone que nos propongamos metas y estándares de rigor en nuestra investigación y creación en el campo de la educación, de vinculación y presencia internacional en su quehacer, de atención a las necesidades del país, y de renovación académica, entre otras. Este seminario sobre "Educación + Integración" que hoy iniciamos debe ser una clara señal en esa dirección y un punto de partida concreto.
Sólo así podremos definir, con la necesaria perspectiva, los ejes a los que un proyecto universitario integral referido a la educación tiene que abordar: los valores, la calidad, la equidad, las necesidades formativas que debe atender el sistema educativo, la institucionalidad de la educación (pública y privada) que el país y su desarrollo requieren.
La Universidad de Chile posee una capacidad instalada que, en los hechos, es incomparable con la de cualquier otra institución académica del país en lo que concierne a pensamiento, análisis y propuesta educacional. Pero no estamos aprovechando esa capacidad en la plenitud de sus posibilidades. Junto a la revisión, al fortalecimiento y coordinación de las iniciativas actualmente en curso, necesitamos poner en juego la riqueza y complejidad de nuestra diversidad valorativa y disciplinaria, el vigor intelectual y propositivo de nuestros académicos y académicas y, muy en especial, el aporte de las ciencias, las tecnologías, las humanidades, las ciencias sociales y las artes, sin las cuales un proyecto educativo que fomente el desarrollo humano y el potencial innovador de la juventud permanece necesariamente unilateral.
Lo que en suma se requiere es una articulación filosófica, política y técnica de nuestras capacidades institucionales de modo de reponer a la educación en el centro de todos los afanes de la Universidad de Chile.
En este sentido, no puedo sino expresar mi expectativa de que este seminario "Educación + Integración" se constituya en una de las contribuciones determinantes para la definitiva formulación de una política institucional coherente y proactiva, en virtud de la cual la Universidad de Chile recupere el natural liderazgo que le corresponde, por vocación, por historia y por capacidad, en el proyecto educativo nacional. Es lo que el país espera y exige de nosotros.
Agradezco y felicito a la Vicerrectoría Académica y a todos quienes han organizado este seminario, así como a todos quienes, con generosidad y compromiso, participarán en él.
Muchas gracias.