Discurso Ceremonia Profesor Emérito Luis Riveros

Es un gran honor presidir este acto solemne en representación de la Universidad de Chile, que hoy reconoce como Profesor Emérito no solo a un gran académico, sino también a quien la ha representado y servido como rector.

Cuando se distingue a un profesor eminente, también se honra a quienes han acompañado su camino, lo que en este caso implica honrar a la Universidad toda y también al país que ésta sirve, porque el compromiso con Chile siempre orientó el trabajo académico del Profesor y ex-rector, Luis Riveros.

Qué legado importante es quedar inscrito en la historia de la Universidad y, a través de ésta, en la Historia de Chile, como el rector que devuelve a esta institución emblemática de la República su dignidad normativa. En la ceremonia de firma de los Nuevos Estatutos de la Universidad de Chile, en el Salón Montt-Varas del Palacio de La Moneda en 2005, el rector Riveros destacó el carácter histórico del acto y subrayó como pilares fundamentales de la nueva normativa el carácter nacional y público de la institución, así como su vocación de excelencia en el quehacer universitario.

Alrededor de 18 años tuvieron que transcurrir, desde esa fecha, para que las otras universidades públicas –que se regían por los estatutos de 1981– pudieran renovar sus estatutos, acorde con los lineamientos de la Ley sobre Universidades Estatales, promulgada en 2018.

Conozco, desde la propia experiencia, lo que significó ser estudiante universitario en el periodo 1968-1973, una época de sueños y cambios que, posteriormente, dio paso a un ambiente universitario de silencios y violencias. También sé de las luchas por la recuperación de la democracia desde la Universidad de Chile en los años siguientes.

Es por ello que puedo comprender el orgullo que habrá sentido ese joven estudiante de los ‘70, transformado en rector, al devolver a la Universidad su plena autonomía, honrando con ello a los movimientos de resistencia que defendieron a la institución cuando la dignidad humana y el ejercicio libre del pensamiento se vieron amenazados.

A pesar de las dificultades de los tiempos pasados y de las incertidumbres del futuro, a pesar de las desconfianzas y de la polarización del presente, sabemos que los chilenos y chilenas continúan confiando en la capacidad de sus universidades para encauzar los debates públicos por caminos de racionalidad y proponer soluciones a los problemas complejos que enfrenta nuestra sociedad.

Valoramos el Estatuto que nos rige y que a través de los distintos cuerpos colegiados ordena nuestras conversaciones bajo el principio de que el respeto a las personas y la libertad para expresar y construir ideas son pilares en la definición de la legítima autoridad en una universidad. Por esta razón, velamos porque nuestra convivencia universitaria se desarrolle en una comunidad donde prevalezca el diálogo, la divergencia fraterna y el cuidado recíproco, reconociendo que la construcción de vínculos es fundamental para cumplir con nuestra misión universitaria.

Como dijera el rector Juvenal Hernández en su famoso discurso del Centenario de la Universidad respecto a la fuerza moral de la institución: Ningún cambio, ningún progreso, ninguna conquista del espíritu deja indiferente [a la Universidad]. Es como el arca santa de la cultura chilena cuyo contenido se renueva incesantemente, de generación en generación, de acuerdo con los moldes y las evoluciones del mundo, sobre la cual puede la patria levantar su edificio en la seguridad de que ha de ser eterno.

En tiempos como los actuales, marcados por esa extrema incertidumbre que intensifica la ansiedad y un sentido de fragilidad, resulta insuficiente enfocarnos únicamente en la formación disciplinar o incluso en la promoción de los aprendizajes inter y transdiciplinarios. Tampoco basta con desarrollar las llamadas habilidades del siglo XXI, sino que resulta imperativo atender al desarrollo de cualidades humanas y disposiciones esenciales tanto para el individuo como para el colectivo en tiempos venideros. Esto requiere activar prácticas pedagógicas y generar espacios de convivencia que fortalezcan aquellas disposiciones que serán necesarias para vivir en un mundo incierto, como son: la reflexión, la humildad, la criticidad, la resiliencia, el coraje y la ecuanimidad.

Por ello, no puedo concluir mis palabras sin mencionar el nuevo libro sobre los profesores normalistas o 'misioneros laicos', publicado por el Profesor Riveros, una obra que ha sido recibida con entusiasmo y agradecimiento por muchas personas. En el prólogo, el autor comparte su experiencia al visitar diversos establecimientos educacionales en el Chile actual y escribe: Constaté el verdadero vendaval de sueños que albergan los maestros, sus ansias de poder mejorar en sus prácticas y de servir mejor a la niñez. Y ahí encuentro que puede haber un gran espacio para infundirles el espíritu normalista, con visión de país y de futuro.

Qué duda cabe de que aquello que somos es, en gran medida, el resultado de lo que hemos aprendido de otros y otras. En ese sentido, nunca olvidaré –y como rectora me esfuerzo por activar esa memoria cada día– cómo el rector Riveros siempre respondió a nuestras invitaciones para reunirse con profesores y profesoras de ciencias que se formaban en indagación. En nuestra búsqueda de formas más horizontales y participativas, le invitábamos a integrarse a las mesas de trabajo, donde miembros de las comunidades educativas de escuelas públicas compartían experiencias y proyectos para innovar sus prácticas. Nunca declinó. Siempre estuvo ahí, escuchando, compartiendo vivencias y saberes, como uno más.

Sin que entonces lo dijera, imagino que con esto no solo honraba su propia formación pedagógica, sino que también la memoria de normalistas como Maclovia Riveros, Marta Tobar Tagle y Mario Salas González y, con ello, reafirmaba su esperanza en una mejor educación para los niños y niñas de Chile.

Gracias Profesor Riveros, bienvenido como Profesor Emérito a la Universidad de Chile. Sus maestros, sus colegas académicos y sus estudiantes le aplauden.

Muchas gracias.

Rosa Devés Alessandri
Rectora de la Universidad de Chile

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