Carta del Prof. Luis A. Riveros a la Comunidad Universitaria

Estimados colegas académicos y académicas

Pensaba dedicar esta carta a examinar los avances de la Institución en el año que termina, y las tareas principales para el que comienza. Desafortunadamente, a raíz de las acciones promovidas por la FECH, es mi deber explicar nuevamente la situación presupuestaria que vive la Corporación.

El presupuesto anual 2003 (Aporte Institucional) experimentará un reajuste de 1.5%, mientras que el Consejo Universitario -siguiendo las pautas aplicables al sector público en su conjunto- decidió reajustar las remuneraciones en un 3%. Esta situación repite aquella observada en años anteriores, la cual ha constituido un gran peso en la adecuada conducción financiera que requiere el desarrollo de una institución académica de excelencia como la nuestra. En todos mis discursos y escritos he reclamado sobre esta materia, como en general respecto del inadecuado financiamiento universitario que emana de políticas de Estado que requieren urgente revisión y nuevas definiciones en torno a un mayor compromiso con la Universidad de Chile.

El Consejo Universitario también decidió, sobre la base de las propuestas formuladas por las distintas Facultades, un incremento real de aranceles de alrededor de 7% para los alumnos de primeros años y de 2% para el resto. El Consejo consideró la situación presupuestaria vigente, que los aranceles no fueron reajustados en términos reales el año 2002, y el hecho de constituir éste un aumento moderado y necesario. Ciertamente esta medida contó con la oposición de los estudiantes, con quienes se conversó permanentemente sobre la situación, y se les invitó a participar de una estrategia institucional para requerir los recursos que la Universidad necesita. A pesar de ello, los estudiantes tomaron medidas de presión para evitar la realización del Consejo Universitario el Martes 17 de diciembre y procedieron a ocupar ilícitamente las oficinas de la Rectoría de la Universidad. A partir de entonces tomé la decisión de requerir como paso previo a cualquier acuerdo o decisión, que la Rectoría sea desalojada, condición que en múltiples reuniones se les ha hecho saber por intermedio de las autoridades competentes de nuestra Universidad.

Rechazo absolutamente la fuerza como medio para lograr cualquier objetivo. Especialmente si la misma se dirige contra la autoridad universitaria validada democráticamente, y que no ha tratado sino de conducir responsablemente la delicada situación financiera de la institución. Los programas de inversión, la definición oportuna de un presupuesto que se evalúa en su ejecución, la descentralización financiera y la conducción con el mayor equilibrio gasto-ingresos, se encuentran entre las prioridades de trabajo y logros de los últimos cuatro años. La posición crítica que he sustentado ante el país en materias de financiamiento, pone de relieve mi insatisfacción con las políticas de Estado vigentes, especialmente respecto de los déficits de ayuda estudiantil y de crédito solidario. No hay nada, en mi opinión, que justifique la acción estudiantil contra la Universidad de Chile y contra el Rector, dado que todos concordamos en que los problemas de déficit se causan por un diseño financiero global inadecuado. El ultraje al que he sido sometido como máxima autoridad no amilanará mi convicción respecto de la situación general, como tampoco respecto de la necesidad de conducir con equilibrio y responsabilidad a la Universidad de Chile.

Estoy convencido acerca del aporte de nuestros académicos y funcionarios, y del modo en cómo su trabajo -en muchos casos inadecuadamente compensado- envuelve un verdadero subsidio a la docencia de calidad que debemos al país. También estoy cierto acerca de la necesidad de financiar los programas de mejoramiento de la docencia en curso en la mayoría de las Facultades, y que persiguen seguir constituyendo el referente de calidad de un sistema universitario altamente complejo. El hecho que nuestra Universidad esté en el grupo de aquellas instituciones que demandan menores aranceles en todas sus carreras, es una muestra de nuestra actitud consciente respecto de las necesidades de un gran número de nuestros estudiantes. Pero, y por lo mismo, no acepto que se diga que nuestra Universidad observa a los estudiantes como "financistas"; se trata, por el contrario, de valorar efectivamente lo que la Universidad entrega y la responsabilidad por hacerla crecer en calidad y preservarla para el futuro.

He tomado dos decisiones que comunico a la comunidad académica. La primera, es que he dado instrucciones para que ningún estudiante que no esté en condiciones de cancelar el aumento real de los aranceles tenga que abandonar sus estudios en la Universidad de Chile. Con esto se avanza en el aspecto solidario que tanto nos importa, especialmente considerando que un alto porcentaje de nuestros estudiantes presenta graves carencias sociales, mientras otros cancelan aranceles incluso muy por debajo de aquellos que correspondieron a su educación media. Durante mi rectorado he dado pruebas de consecuencia en materia de apoyo socio-económico a los estudiantes, como lo prueba que entre 1998 y 2002 el monto anual en becas proporcionada por la Universidad creció de $640 millones a $1.325 millones. La segunda decisión es la de nombrar una Comisión que estudie y recomiende sobre la necesaria revisión de los parámetros que definen la capacidad de pago de los estudiantes para que con ello se revise en forma integral el sistema y financiamiento del crédito solidario. Es fundamental que la Universidad tenga una propuesta frente al Gobierno respecto de un problema que llega a sus límites y que perjudica el desarrollo del sistema universitario nacional.

Lamento que se haya volcado contra la Universidad y su Rector la protesta por un problema originado en políticas que se nos aplican desde hace mucho, y que representan un obstáculo para nuestro desarrollo. Lamento que esa protesta haya envuelto una acción de fuerza injustificada y arbitraria, que nos recuerda un pasado doloroso y violento. Lamento que se haya humillado públicamente a la Institución y a su máxima autoridad, y que ello se haya producido en los mismos días en que se aplicaba la P.A.A., afectando nuestro compromiso de trabajar para atraer a los mejores estudiantes hacia nuestra Casa de Estudios. Lo positivo es la absoluta solidaridad que he recibido de la comunidad académica y de los señores Decanos, que refuerza mi convicción de dirigir a la Universidad con responsabilidad y plena conciencia de los grandes retos que enfrentamos.

Les deseo una Feliz Navidad y un año 2003 pleno de satisfacciones para todos Uds. y sus queridas familias.

Les saluda con afecto,

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