Doctorado Honoris Causa Cecilia Vicuña

Es un honor representar a la Universidad de Chile en esta ceremonia con la cual reconocemos a Cecilia Vicuña como Doctora Honoris Causa, la más alta distinción que confiere nuestra institución y que fue recibida por primera vez por Gabriela Mistral en 1954.

“El golpe de Estado es esa mancha roja, esa manta raya, esa maldad que se ve volando y la sangre que le cuelga son las heridas, las gotas de Salvador Allende. Esa mancha fatídica va echando humo, matando todo lo que estaba vivo, transformando en un desierto lo que antes era un vergel. Y del Chile maravilloso del socialismo, del paraíso de invención no quedan más que las piedras, los huesos, los esqueletos”, escribía Cecilia Vicuña el 12 de septiembre de 1973, a los 25 años.

A lo largo de su vida, Cecilia ha sabido ir recogiendo esas piedras, esos huesos y esos vestigios, los ha tomado en sus manos con amor y les ha dado vida nueva. La joven de entonces ya decía: “si la muerte sirve para la resurrección, el desierto volverá a germinar”.

Quizás esa ha sido la fuerza que ha convertido a esta mujer -poeta, artista en todas las dimensiones posibles- en una sanadora, que ha querido y ha sabido dedicar su vida a atrapar lo bello, nudo a nudo, desde lo olvidado, desde lo no visto, desde lo no escuchado, desde lo imperceptible.

“Lo que verdaderamente importa en la obra de Cecilia Vicuña -escribe Miguel A. López- no es accesible a los ojos, no es permanente, no es capturable, lo importante de su trabajo late, brinca, se arrastra, se escapa. Su trabajo va en permanente búsqueda de algo que se desvanece”.

Pero nosotros sabemos que en ese caminar, en ese deambular libre, teje; teje hilos, palabras, conciencias, lo grande y lo pequeño, y así nos va a acercando y regalando un lenguaje; ese que ya intuía hace 50 años que podía hacer vida de la muerte y ofrecer un destino común.

Y nosotras, nosotros, que tenemos la misión de educar reconocemos en esa voz -que sabe hacerse escuchar con paciencia y amorosamente- la esperanza de un mundo de encuentros sin falsas jerarquías o divisiones, capaz de reactivar la memoria de las civilizaciones ancestrales y de acompañar nuestro camino hacia una convivencia en armonía con el entorno.

Entonces, esta gran artista nuestra, nuestra porque es egresada de la Universidad de Chile, que ha recibido distinciones tan importantes como el premio León de Oro a la Trayectoria de la Bienal de Venecia, que ha sido incorporada a la Academia de Artes y Letras de Estados Unidos y que ha expuesto sus obras en Documenta, el Museo Guggenheim y la Tate Modern, llega hoy para entregarnos ese espíritu suyo que tanto necesitamos.

Espíritu y conocimiento que se han vuelto sabiduría, anticipándose a conceptos que hoy buscamos para que orienten nuestro trabajo académico: la inter y trans-disciplina, la interculturalidad, la sustentabilidad y la diversidad. Cecilia los ha ido tejiendo y recolectando durante su vida y lo ha hecho a partir de esa práctica suya de ver hacia adentro, ver con el cuerpo, ver con la memoria, para siempre salir luego al encuentro de los otros y las otras.

Desde hace un tiempo, nosotras hemos entendido que estas nuevas y necesarias aproximaciones a la generación de conocimiento y a la formación requieren de cambios profundos, porque implican co-construir saberes en diálogo con otros, lo que podremos lograr solo si primero nos reconocernos interdependientes e incompletos. En una sociedad acostumbrada a una competencia egocéntrica, este cambio requiere de auto-reflexión y de auto-conocimiento para soltar esas ataduras que nos mantienen separados.

Es por ello que la Universidad de Chile y las y los jóvenes de hoy necesitan a Cecilia Vicuña para aprender de su caminar con esa danza poética que crea mundos nuevos, lejos del poder, manteniendo su libertad y su transparencia, buscando, preguntando y escuchando.

Muchas gracias.

Rosa Devés Alessandri
Rectora de la Universidad de Chile

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