Inauguración Conferencia Anual del Consorcio de Centros e Institutos de Humanidades

Es un gusto y un honor albergar en esta Casa Central de la Universidad de Chile la Conferencia Anual del Consorcio de Centros e Institutos de Humanidades, a la cual nos convoca el Centro Interdisciplinario de Estudios en Filosofía, Artes y Humanidades de la Universidad de Chile bajo el título: “Conmociones: Distancia Crítica y Construcción de lo Común”.

La Universidad de Chile, como universidad pública, históricamente entrelazada a esta nación, contempla en su misión (declarada en sus Estatutos de 2006) el compromiso de responder “a los requerimientos de la nación, constituyéndose como reserva intelectual caracterizada por una conciencia social, crítica y éticamente responsable”. Además, se compromete a contribuir al “desarrollo integral, equilibrado y sostenible del país, aportando a la solución de sus problemas desde la perspectiva universitaria, (propendiendo) al bien común y a la formación de una ciudadanía inspirada en valores democráticos”.

Baste recordar estos compromisos, para comprender que la realización de esta Conferencia tiene para nosotros una importancia fundamental, especialmente cuando sabemos que los grandes desafíos de un mundo en crisis requieren, hoy más que nunca, de las aproximaciones críticas que las humanidades pueden ofrecer.

La pregunta de cómo y qué pensar de las revueltas y los levantamientos civiles ocurridos en las últimas décadas, que orienta la Conferencia, es también la pregunta que se hace la ciudadanía en nuestro país. Abordarla desde la perspectiva comparada y las diversas disciplinas es muy importante para comprender qué supone construir lo común. Por ello, compartimos la relevancia de analizar los distintos movimientos que levantaron grandes expectativas de cambio, pero que, no necesariamente, contaban con visiones y estrategias de más largo plazo, ni organizaciones o liderazgos consolidados, que posibilitaran en el tiempo una transformación social de sentido progresista.

En Chile, la década pasada ha sido precisamente una de conmociones. Al movimiento estudiantil de 2011 se sumaron en los años siguientes protestas regionales, el movimiento feminista de 2018 y la revuelta social de octubre de 2019. Sin embargo, la pandemia y sus consecuencias ha abierto espacio a voces que reclaman acciones de gobierno más autoritarias, y la seguridad parece desplazar a la desigualdad como la principal demanda ciudadana. Así se ha ido instalando una suerte de “restauración conservadora”.

¿Qué nos ha pasado, qué nos está pasando? Son preguntas que se escuchan en distintos lugares cada día.

Y esto ocurre justamente cuando conmemoramos los 50 años del Golpe de Estado y se escribe una nueva Constitución. Así, el quiebre de la democracia y la violación más horrible de los derechos humanos se enfrenta en un cara a cara con la definición de las normas que regularán nuestra convivencia democrática y limitarán el poder.

No es fácil tener una respuesta única sobre los orígenes y consecuencias de los movimientos sociales, pero sí existe un relativo consenso sobre la necesidad de construir un “marco común” que permita la expresión de las distintas fuerzas sociales. Ese horizonte de lo común se ha traducido -en el caso chileno- en dotarnos de este nuevo texto constitucional, en reemplazo de la Constitución que tuvo origen en la dictadura, para a partir de ahí procesar las diferencias políticas. Ese esquema de entendimiento debe recoger justamente las experiencias de movilización que se expresaron hace más de una década y garantizar que los derechos sociales estarán consagrados constitucionalmente, también abrir espacios a la participación ciudadana en el propio texto constitucional.

Las humanidades tienen mucho que aportar a la dilucidación de estas cuestiones y su contribución es, además, urgente. En este sentido, no hay más que celebrar esta convocatoria que busca interrogar los modos de comprender no solo las revueltas, sino también la propia “construcción de lo común”, que está implicada, más o menos programáticamente, en cada intento de cambio social. En esta coyuntura donde muchos de estos procesos aún se encuentran en desarrollo, se requiere de nuevas aproximaciones, de nuevas epistemologías y metodologías, que los acompañen desde una comprensión profunda y un distanciamiento crítico, que es imprescindible para un pensar fructífero. Como lo sabemos en nuestro país, ello representa un gran esfuerzo para muchos investigadores e investigadoras que, junto con analizar estos procesos, también se ven interpelados por ellos en su condición de ciudadanas y ciudadanos.

En el actual contexto, construir una comunidad política es un reto, tal como se expresa en las preguntas que se discutirán en estas jornadas, pero por más desafiante que sea, debe ser un compromiso de los distintos actores, desde las organizaciones de la sociedad pasando por la academia y la política. El entendimiento es necesario para vivir en conjunto y encauzar las diferencias. Las conmociones sociales no desaparecerán, pero podrán ser procesadas de manera más armónica y justa si todas y todos los habitantes de este territorio consideramos, al menos, que compartimos las reglas básicas para convivir pacíficamente.

La estimulante y crítica discusión que sostendrán será un insumo indispensable para desde las humanidades contribuir a comprender mejor a esta sociedad cambiante.

Felicitamos al Centro Interdisciplinario de Estudios en Filosofía, Artes y Humanidades y muy especialmente a su director, Pablo Oyarzún, por dar vida a esta conferencia, y les agradecemos por considerar este año a la Universidad de Chile como el mejor espacio para reflexionar sobre las conmociones sociales.

Muchas gracias a todos y todas.

Rosa Devés Alessandri
Rectora de la Universidad de Chile

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