Lanzamiento Libro Mujeres Públicas

Nuestro agradecimiento a las cuatro panelistas que generosamente han participado en esta presentación del libro “Mujeres Públicas” y a todas quienes han trabajado para crear esta obra bella y poderosa, que nos recordará la exposición que “interroga nuestro patrimonio, nuestra memoria y nuestra historia para que dialogue y reflexiones con los desafíos planteados por las movilizaciones feministas de hoy”, como escribe Alejandra Araya en la presentación del libro.

Se trata -lo sabemos- de una historia que se sigue escribiendo y en la cual todas ustedes han tenido parte, desde sus estudios, sus colectivos y sus dirigencias marcadas por el compromiso con una sociedad igualitaria donde cada una, cada uno, pueda desarrollar sus potencialidades, con la plena convicción de que lo que realice será trascedente más allá del espacio propio.

Esta exposición, este libro, son memoria, son homenaje, son reconocimiento, pero sobre todo un elemento de empoderamiento, de movilización, de emancipación, cuando aquello ya no es obsceno –como lo fue en tiempos de Elena Caffarena- pero sigue siendo igualmente necesario.  

Comprendemos -como entonces- que lo que podamos hacer dependerá de nuestra acción colectiva, donde será siempre importante la escucha, la comprensión profunda del contexto y de las personas, y la búsqueda de un camino común en la diversidad. “No se trata de imponer verdades, sino de abrir reflexiones más allá de la vista”, escribe Nathaly Calderón, encargada de la Unidad de Educación del Archivo  Central Andrés Bello.

La fuente más profunda de todo el quehacer universitario es la creatividad, y ello requiere de espacios de libertad para la expresión individual, pero no nos exime de cuidar que los espacios de expresión de esas inteligencias, y de esas obsesiones por comprender, no dialoguen y se organicen para enfrentar los cambios que requieren nuestras instituciones para aportar a los urgentes desafíos sociales.

Por ello, debemos reconocer y visibilizar las distintas generaciones, las distintas responsabilidades, las distintas historias, y ustedes en la mesa y todas quienes participamos en este acto, somos tan diferentes como parecidas, porque todas hemos heredado una historia de injusticia, todas agradecemos a quienes han abierto los caminos, todas sabemos que solas no podremos avanzar.

Y la historia ha sido dura… Leía en la preparación de estas palabras el poema Caperucita Roja de Gabriela Mistral -escrito en 1925- cuya estrofa final se ha quedado ahí resonando como un clamor fuerte para no olvidar. Dice:

“Ha arrollado la bestia, bajo sus pelos ásperos,

el cuerpecito trémulo, suave como un vellón;

y ha molido las carnes, y ha molido los huesos,

y ha exprimido como una cereza el corazón…"

¿Qué otro texto podría representar mejor la violencia que las mujeres han recibido, y siguen recibiendo solo por ser mujeres?

Pero, junto con denunciar y defender, debemos seguir luchando por los espacios de incidencia.

“¿Qué habría sido del Chile republicano de hoy, de habernos considerado desde el comienzo?", se pregunta Catalina Díaz en su texto crítico escrito para la Antología Feminista de Amanda Labarca, en el cual nos llama a disputar la escuela como una prioridad para el feminismo.

Y la pregunta que nos hacemos a partir de la suya: ¿Qué será de Chile y de los grandes problemas planetarios si no participamos las mujeres liderando la constricción de ese futuro, ya no solo reclamando igualdad sino ocupando ese espacio, que permitirá salvar a la humanidad?

Vuelvo a Gabriela Mistral para citar sus palabras en un artículo del 1925 publicado en El Mercurio sobre la Organización de las Mujeres en el que se refiere a la urgencia de que todas las clases sociales actúen en conjunto. En éste valora la contribución de la periodista y escritora “Roxane”, seudónimo de Elvira Santa Cruz, quien a la sazón también era inspectora jefe del Ministerio del Trabajo.

Dice Gabriela: “Llevo contados muchos artículos de ‘Roxane’, que me dan esta sensación: la de un guardia de minas del sur que en el peligro de una catástrofe bajaba y subía cada cinco minutos al hoyo infame, para mirar las venas de agua y subía a dar voces, a los mayordomos dormidos, volviendo a bajar nuevamente. Ella va de las fábricas, donde mira el envilecimiento de las obreras con el trabajo excesivo que asesina madres, a su periódico que le multiplica la garganta. Pues, el territorio entero está agujereado de subterráneos que no conocemos; nuestras avenidas, nuestros parques, el sueño sobre el cual descansa el lecho en que dormimos, tienen debajo la ciénaga tremenda”.

Recorramos y busquemos, como nos manda Gabriela, esos agujeros oscuros -que no conocemos- para para que las conquistas de estos 100 años, no nos hagan pensar falsamente que ya hemos llegado. Este libro alumbrará ese camino.

Muchas gracias.

Rosa Devés Alessandri
Rectora de la Universidad de Chile

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