Discurso Distinción Medalla Rector Juvenal Hernández Jaque

Es un honor representar a la Universidad de Chile en esta ceremonia, en la cual se otorga a la Profesora Faride Zerán y al Profesor Dr. Emilio Roessler la Medalla Rector Juvenal Hernández Jaque por servicios distinguidos a la Universidad de Chile y al país, y por su identificación con el espíritu humanista y el ideario ético que encarnó el Rector Juvenal Hernández.

Participar en este acto me conmueve de manera especial, porque al respeto y admiración por la obra y excepcionales cualidades humanas de quienes hoy homenajeamos, se suma el más  profundo afecto, cultivado a lo largo de años de una historia compartida. 

Las contribuciones de la Profesora Zerán y del Dr. Roessler han sido reseñadas con elocuencia por el Profesor Hanns Stein y el Profesor Dr. Humberto Reyes, respectivamente,  y dan cuenta de valores y prácticas ejemplares que caracterizan a la mejor Universidad de Chile, aquella que se mantiene fiel a su origen y a su historia, mientras trabaja sin descanso por estar a la vanguardia y por ser, como nos encomendara Andrés Bello, un cuerpo “eminentemente expansivo y propagador”.

En su famoso discurso pronunciado en el centenario de la Universidad, el Rector Juvenal Hernández Jaque se refirió a quienes habían contribuido a la Institución en ese periodo en las diversas disciplinas, diciendo:

 “En el seno de la convivencia universitaria, afrontando las reacciones de la controversia, aprendieron que la inter-dependencia social del hombre es un hecho real, susceptible de comprobación directa; que el hombre no lo es todo ni lo puede todo, que la perfección no brota sino del conjunto, de la comunidad”.  

Agregando: “Además de la eficiencia profesional de nuestros egresados, nos interesa su espíritu social. Y éste es, tal vez, el secreto de su fuerza moral y de su prestigio indestructible, que se expande y afianza cada día, porque es la levadura generatriz de todas las transformaciones”.

Faride Zerán, luchadora incansable por la libertades y los derechos de todas y todos, que ha demostrado una y otra vez con convicción que “el individuo no es todo” y Emilio Roessler quien se ha volcado por entero al cuidado de la vida, y a formar a otros y a otras para cuidar la vida, son ejemplo de esa visión de la academia que destacaba Juvenal Hernández, la academia comprometida con la transformación.

Lo han hecho desde la Ciencia, la Medicina, las Humanidades y la Comunicación con estilos personales singulares y propios, pero fieles a una idea común de Universidad, que valora y protege la libertad de pensamiento, defiende la autonomía, a la vez que permite distintas expresiones de un mismo ideal. “Fuerza moral y prestigio indestructible”, distinguimos en ambos.

Alguna vez se pensó que este premio estaba reservado para los hombres porque –se decía– no era posible que una mujer encarnara el espíritu y el ideario de Juvenal Hernández. Lo escuché siendo Prorrectora, cuando el Rector Víctor Pérez se preocupó de incluir en el decreto que la distinción se podía otorgar a exalumnas o exalumnos, enviando una señal clara de convocatoria a las académicas. Lo señalo, porque qué duda cabe que hubo en el pasado mujeres que fueron excluidas de aspirar siquiera a representar el espíritu maravillosamente edificante e inspirador de Juvenal Hernández. Un espíritu generativo, visionario, que valoró la investigación científica en los distintos campos del saber y que dio a la extensión universitaria el lugar que merecía en la Universidad, mientras construía nueva institucionalidad.   

Por ello, celebramos el reconocimiento a Faride Zerán que asumió el desafío de refundar la Escuela de Periodismo cuando se encontraba aún golpeada por la dictadura, creando posteriormente el ICEI que ha evolucionado a convertirse en la Facultad de Comunicación e Imagen, junto a tantas otras contribuciones.

Y en estos tiempos post-pandémicos, en que el dolor y la incertidumbre nos han remecido, encontramos seguridad y esperanza en la medicina que ha ejercido durante toda su vida académica el Dr. Roessler, quien no dejó de visitar a sus enfermos en el Hospital del Salvador al tiempo que muchos nos protegimos y recluimos en nuestros hogares, dando testimonio, como lo hace cada día, del valor del humanismo en la medicina y educando a las nuevas generaciones bajo ese paradigma antiguo que coloca al enfermo al “centro de nuestro quehacer y como un igual”, tal como él lo ha expresado.

Cuando pensamos en la mejor medicina chilena, pensamos en el Dr. Roessler, y no por los múltiples reconocimientos que ha recibido, sino por su entrega total -mente y alma- al cuidado de sus enfermos y la formación de sus estudiantes.

Al finalizar estas palabras, solo resta comprometer frente a ustedes que trabajaremos sin descanso para que nuestra gran Universidad mantenga su carácter único que permite el desarrollo de esa excelencia académica que ustedes representan.

Muchas gracias.

Rosa Devés Alessandri
Rectora de la Universidad de Chile

Compartir:
https://uchile.cl/u204021
Copiar