Saludo en Homenaje a profesor Grínor Rojo
Es un honor saludarles y participar en este homenaje al Profesor Grínor Rojo, por quien tengo no solo una gran admiración, sino que también un afecto profundo.
La vida en una Universidad como la nuestra es una vida difícil, así la hemos diseñado y así la queremos. Exigente, compleja, crítica. Sabemos que el día que resulta simple en nuestra Universidad es un día, de alguna manera, perdido.
En ese caminar por lo inexplorado -porque ese es nuestro quehacer, lo nuevo, lo ignoto- necesitamos guía y fortaleza para encontrar el paso firme.
Grínor Rojo es uno de esos pilares. Respetado por su obra y por su vida, ha sabido ampliar su espacio de interacción y ha sabido hablar en un lenguaje que escuchamos y comprendemos quienes nos hemos desarrollado en otros campos del saber.
Es madera dura y es madera noble.
Contaba en su discurso cuando fue distinguido con la Medalla Rector Juvenal Hernández Jaque que con 19 años, y siendo estudiante del Pedagógico, recibió una invitación para ser ayudante de César Bunster, en ese entonces profesor de Literatura General, que le exigió reflexión, porque “matricularse en el partido de la élite académica significaba, desde luego, un reacomodo físico y social. Los profesores y sus ayudantes se paseaban por el pasillo embaldosado del primer piso del edificio y el pueblo estudiantil por el patio de tierra”. Dudó, cuenta, pero finalmente aceptó, entre otras razones, por su experiencia con la literatura en la Academia de Letras Castellanas del Instituto Nacional.
Al releerlo, pienso que Grínor a lo largo de su vida y en su labor académica en la Universidad de Chile ha sabido caminar por las baldosas sin olvidar al pueblo estudiantil que juega, sueña y construye futuro en el patio de tierra. Son tantos sus discípulos y discípulas, y tanto lo que han recibido de él. Este seminario lo demuestra.
¿Sería la misma la Universidad de Chile sin Grínor Rojo? no lo sabemos, pero lo más probable es que no.
Lo que sí sabemos es que lo que ha hecho en y por nuestra Universidad de Chile ha sido motivado por convicciones profundas sobre la identidad y la misión de nuestra institución.
Buscando conversación con él en estos días, me encontré con un maravilloso trabajo publicado en la Revista Chilena de Humanidades de los años 1996 y 1997, titulado simplemente “La Universidad de Chile”. Imagino que lo habrá escrito a raíz de su reencuentro con la Universidad en esos años.
Inicia Grínor su ensayo, preguntándose por la motivación de Bello en la fundación de la Universidad y luego de descartar la idea de que esta fuese convertirla “en un apéndice cultural del Estado portaliano”, dice: “mi sospecha es que Bello concibe a este proyecto como parte de un proyecto mayor, que tiene que ver no solo con Chile sino con América Latina en su conjunto (o por lo menos con la fracción hispánica de América Latina) y que se completa como la contrapartida cultural de un fracaso político”. Se refiere con esto, por cierto, al sueño frustrado de Bolívar. Bello buscaría hacer a través de la cultura, lo que Bolívar no pudo hacer en la política.
Imagino (mucho de imaginación hay en estas palabras) a Grínor Rojo concibiendo el CECLA en fidelidad a ese ideal americanista de Bello y a esa fe en el poder de la cultura. Porque escribe: “Para Bello la Universidad de Chile tiene que ser un instrumento puesto al servicio de un proceso de identificación cultural chilena y latinoamericana. Lo que no pueden ni podrían hacer jamás las constituciones, los caudillos, la Iglesia y menos aún la oligarquía (o la élite tradicional como también dicen algunos) debiera poder hacerlo la cultura”.
Y él mismo ha trabajado incansablemente para producir transformación desde un espacio de saberes múltiples, no desde la élite tradicional, no quedándose en las baldosas del primer piso, lo ha hecho por amor a esta institución de la que formamos parte, que nos ha hecho ser quienes somos, y porque -al igual que Bello- también ha sabido ser “promotor y partero”.
Muchas gracias.
Rosa Devés Alessandri
Rectora de la Universidad de Chile