Discurso Día Internacional de la Mujer 2023
En primera instancia quiero saludar y celebrar la participación de las dos invitadas de honor a esta ceremonia de conmemoración del Día Internacional de la Mujer, la ex Presidenta Michelle Bachelet Jeria y la Premio Nacional de Artes Musicales, Elisa Avendaño Curaqueo.
A ambas las esperábamos, hace ya un tiempo, para agradecer su inspiración y reconocer junto a la comunidad de la Universidad de Chile, sus cualidades, profundos conocimientos y su vida entregada a la construcción de un país más justo y solidario. Ambas representan el poder transformador de las mujeres y nos señalan nuevos caminos a ser abiertos y transitados.
Presidenta, en este día en que reiteramos nuestro compromiso con el trabajo por la igualdad de género, sus palabras sobre nuestra responsabilidad en la tarea de educar nos interpelan y exigen.
Elisa, artista y educadora, esta comunidad la recibe y se suma al reconocimiento que el país ya le ha hecho otorgándole el Premio Nacional de Artes Musicales. Recuerdo hoy sus palabras al recibir el Premio Nacional, usted nos decía: “he estado trabajando con mucha gente, especialmente con niños y jóvenes, que estoy convencida serán quienes van a levantar al país. Debemos hacer un trabajo mancomunado para crear una sociedad más justa, más educada y con la hermandad y el amor que hemos tenido siempre, para crecer juntos con nuestra identidad y nuestras culturas”.
Gracias por compartir su arte.
Hoy, agradecemos también a nuestra comunidad, especialmente de las mujeres, las académicas, funcionarias y estudiantes que trabajan con tanta fuerza y convicción por la igualdad. Especialmente a la Digen, su directora Carmen Andrade y su equipo, a la Dirección de Desarrollo Académico de la Vicerrectoría de Asuntos Académicos, a los equipos encargados de promover la igualdad de género en facultades e Institutos, a las integrantes de Unidad de Investigaciones Especializadas en Acoso Sexual y Acoso Laboral y Discriminación, a la Vicerrectoría de Asuntos Estudiantiles y Asuntos Comunitarios, a los Departamentos de Pre y Postgrado, a la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo, a los Centros de Estudios de Género, a la Comisión de Género y Diversidades del Senado Universitario, la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones con la cátedra Amanda Labarca y el Archivo Andrés Bello, a tantas y tantos, que no alcanzamos a nombrar, y que muestran que aquello de institucionalizar y transversalizar no es discurso, estamos efectivamente trabajando por “Generar Igualdad”, como lo dice nuestro Sello en distintos espacios de la Universidad. También agradecemos el trabajo que se realiza con tanta convicción desde la Subsecretaria de Educación Superior y la colaboración inter-universitaria, especialmente a las cuatro colegas rectoras de las universidades públicas, grandes luchadoras por esta causa. Lo hacemos sin autocomplacencia, con conciencia crítica, sabiendo que queda mucho camino por recorrer para que el principio orientador de nuestro modelo educativo de “igualdad de género y no discriminación” se encarne en nuestras vidas dentro y fuera de la Universidad.
Hace unos días una colega-amiga, poeta, mapuche, profundamente comprometida con la equidad y la inclusión me confiaba un sueño, un pewma, sueños que pueden ser revelatorios y que suelen traer conocimientos y sabiduría.
El sueño revelaba que durante excavaciones asociadas a un sector destruido de la Casa Central se habían descubierto unas hermosas piedras, que deslumbraban porque no solo tenían una parte como el ámbar que conserva insectos y otros seres en su interior, sino porque además estos insectos y vegetales estaban vivos. El ámbar tenía una transparencia verde y celeste y guardaba en su interior pequeños terrarios donde todo mantenía su vida y su quehacer, tal cual como cuando fue encapsulado. Se sentía vigente y verdadero todo ese origen, reluciente, decía la soñadora. En el mismo sueño, ella se acercaba a esta rectora a entregarle parte de este hallazgo, una piedra terrario antiquísima encontrada en las bases de la Casa Central y la rectora con emoción le decía que ese descubrimiento nuevo sobre un mundo antiguo y a la vez vigente que se encontró escondido daría nueva vida a la Universidad, y que lo daría a conocer. Y aquí estoy contándolo, haciendo parte de ese sueño realidad, como tantos que he visto a ustedes hacer realidad en estos años de trabajo comprometido con la equidad y la inclusión.
Hoy, quiero entender que este sueño, del cual me hago cargo, como corresponde cuando se nos transfiere un pewma, nos llama a tomar conciencia y a celebrar nuestra historia, y esa vida que ocurre en tantos lugares de la Universidad y que a veces permanece como un tesoro escondido, porque no siempre tenemos la posibilidad de reconocerlo para estimular su desarrollo. A veces son luchas pendientes o acciones que están a la espera de ser atendidas, otras son ámbitos de innovación y trasformación que siendo importantes para todos, han quedado circunscritos a un espacio menor del que merecen. En los dos casos hay mujeres que perseveran en hacer vivir sus disciplinas, en formar a otras y otros y que empujan sus causas colectivamente. Cada una, cada uno de ustedes podrá interpretar este pewma que ahora les transfiero para seguir aportando a la riqueza de esta magnífica institución.
Hoy, hemos hablado de nuestra responsabilidad en cerrar las brechas en la igualdad de género, injusticias inaceptables que aún persisten en la sociedad. Como universidad tenemos una responsabilidad principal de trabajar por su eliminación, se lo debemos a nuestra historia y a las muchas mujeres que desde aquí abrieron caminos, y también se lo debemos al futuro de nuestro país.
Es un hecho que la sociedad global necesitará en el futuro más conocimiento y habilidades técnicas, pero este conocimiento por si solo no será capaz de responder a los problemas más gravitantes, la violencia, la pobreza, los conflictos étnicos y los problemas medio ambientales.
El rol de las mujeres es clave para las nuevas formas de hacer academia, entre otras, para el tan justamente valorado enfoque interdisciplinario, ese que permite abordar problemas complejos, pero que requiere reconocer primero que somos interdependientes. Esas nuevas formas de generar conocimiento requieren construir una relación de cooperación entre las personas y las instituciones para trabajar colaborativamente en una relación de confianza, y las mujeres sabemos de eso.
Actuar para erradicar las desigualdades aún presentes en nuestra cultura institucional, y replantear las regulaciones y procesos, que las sostienen y reproducen, es una labor ineludible no solo para el desarrollo de nuestra Universidad sino también para garantizar un futuro sostenible.
Por eso, también desde la Universidad de Chile estaremos comprometidas en que nuestro nuevo orden constitucional incorpore la igualdad de género sustantiva como un derecho social fundamental.
Muchas gracias.
Rosa Devés Alessandri
Rectora de la Universidad de Chile