Palabras Ceremonias Homenaje a Académicos y Funcionarios Jubilados

Es emocionante representar a la Universidad de Chile en esta solemne ceremonia en la cual rendimos homenaje a académicos, académicas, funcionarios y funcionarias que sirvieron a la institución con especial fidelidad a lo largo de muchos años. En estas jornadas, hemos escuchado las afectuosas palabras de Fabiola Divin, los conmovedores testimonios de María Antonieta Valenzuela, Sergio Zúñiga, Luisa Castillo y Norbel Galanti, nos hemos emocionado con la música de Annie Murath acompañada por Pablo López, y no hay duda de que ella transmite con su voz y su canto más de lo que estas palabras podrán comunicar.

A todos y todas ustedes que concurren a recibir este homenaje, les damos las gracias y les abrazamos.

Es difícil encontrar las palabras para agradecer una entrega que no solo comprometió su propia vida, sino también la de sus familias y seres queridos, pues sabemos que la fuerza con que se hace querer la Chile y las exigencias de nuestras tareas nos trascienden y tocan también a nuestros cercanos.  Por lo tanto, lo que diremos va para todos y todas las presentes.

Aunque con distintas trayectorias, sus vidas, nuestras vidas, están marcadas por esa pertenencia que nos ha unido y configurado como comunidad, esa condición de ser de la Chile o, más bien, de “ser la Chile”. Porque ustedes han sido la Chile por largos años y lo seguirán siendo.  Fueron y son parte de esta gran Universidad que ha acompañado la historia de nuestro país por 181 años, que es autoexigente, rápida para detectar las sombras, pero también orgullosa de sus luces.

En 1956, al rendir homenaje a Amanda Labarca, cuando ella dejaba la Dirección de Extensión después de una gestión que tanto engrandeció a la Universidad, Guillermo Feliú Cruz escribió: “la historia que ha alimentado nuestras virtudes cívicas, que nos ha mostrado el camino de nuestra ascensión en la lucha del progreso y que ha determinado el valer de la conciencia nacional, nació en esta Universidad y ella fue escrita por hombres (hoy diríamos también mujeres) que al mismo tiempo que la hacían con sus actos, la escribían buscando en el pasado la fuerza, el imperio del mandato del presente”. Y luego se pregunta “¿Será necesario que digamos que la Universidad de Chile ha hecho la República de Chile, y la República a la Universidad?".

Distintos historiadores han abordado esa pregunta y han confirmado el vínculo indisoluble entre universidad y nación. Consistentemente nuestra generación -como otras anteriores- ha vivido con fuerza desde la Universidad la historia de Chile, hemos visto sufrir a Chile desde la Universidad, y hemos visto sufrir a la Universidad por Chile. Vivimos la intervención militar, perdimos compañeros y compañeras a causa de la represión o por exonerados, o por exiliados, o por asesinados, pero logramos recuperar el respeto a los Derechos Humanos, la autonomía, la libertad académica y la democracia, trabajando y luchando juntos y juntas. Y estoy segura de que todos nos hemos preguntado más de una vez ¿qué habría ocurrido a nuestro país si la Universidad de Chile hubiese sido destruida como algunos lo quisieron?

Nuestra organización de 60 mil personas es intensa, demandante y está expuesta a un fuerte escrutinio, pero no olvida que su misión histórica es servir a Chile, lo que constituye un orgullo y una responsabilidad. El servicio hacia los otros ennoblece y, a la vez, demanda compromiso con el trabajo bien hecho, pues ese trabajo impactará a la sociedad en su conjunto.

Sin embargo, el servicio al país y el vínculo estrecho con el Estado de Chile no debe confundirse con dependencia, la Universidad siempre resguardará su autonomía para cumplir con su misión de generación de conocimiento, respetando las libertades de pensamiento y de expresión, y el pluralismo.

Recurro a las palabras del ex rector Juan Gómez Millas, pronunciadas en un encuentro de universidades latinoamericanas en 1954: “afirmo que no se puede rebajar la Universidad a ser simple instrumento del Estado, porque la relación entre éste y la Universidad es exactamente la inversa. No es la política la que debe dictar el rumbo a la Universidad, sino es ella misma quien debe llegar a la interpretación de las posibilidades más profundas de un pueblo y dar conciencia a la política. Por esta razón, la vida universitaria no puede ser expresión de una clase política dominante ni de una clase social cualquiera, sino de todo el conjunto de las posibilidades de un pueblo. Esto es lo que esperan de los universitarios nuestros mineros, nuestros campesinos, nuestros obreros y también los jóvenes que tuvieron la suerte de surgir de una tradición aristocrática que ya no tiene –como clase social– valor en sí misma”.

Palabras pronunciadas hace 70 años, y válidas y pertinentes hasta hoy.

Todos y todas ustedes han contribuido a lo que Juan Gómez Millas llama “la interpretación de las posibilidades más profundas de un pueblo”. Hoy, por cierto, entendemos que esto debe darse en diálogo con la sociedad. Y, por ello, seguirán presentes en la Universidad de Chile a través de su legado en cada unidad o facultad, la que gracias a su labor se hizo más grande, compleja y equitativa; su legado permanecerá también en cada estudiante o egresado y egresada que encontró en ustedes la guía e inspiración para formarse con rigor en su disciplina o desarrollarse como persona; o en cada proyecto académico que fue posible gracias a su creatividad, dedicación y diligencia.

En sus trayectorias hay realización personal y colectiva, pues en la Universidad de Chile nos constituimos como sujetos individuales siempre en una relación interdependiente con otros y otras. La colaboración, la complicidad, la confianza, el respeto y el diálogo nos permiten dar vida, siempre nueva, a esta Universidad.

Gabriela Mistral, en “Grandeza de los Oficios” (1927), escribió que la labor que ejercemos, como la obra de un artesano, es la forma en que damos “testimonio de nuestro semblante”. Lo explica diciendo que “el objeto labrado es esquema de los sentidos, del cuerpo y el alma del obrero”. Es decir, en nuestro hacer está nuestro ser. Para la poeta, el trabajo nos define y nos realiza.

Y si lo aplicamos en este homenaje, podemos decir que vuestra encomiable labor en la Universidad de Chile muestra quiénes son y quiénes han sido. Por ser ejemplo, por ser cimiento, por ser historia, reciban nuestra infinita gratitud.

Muchas gracias.

Rosa Devés Alessandri
Rectora de la Universidad de Chile

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