Palabras VIII Congreso de Estudiantes de Medicina
Un saludo muy afectuoso a todos y todas en esta mañana que nos reúne con motivo del VIII Congreso Chileno de Estudiantes de Medicina. Especialmente al presidente de este congreso, Osvaldo Bartsch, a las autoridades, los profesores y profesoras y a todos los y las participantes.
Es un gran gusto recibirles en la Casa Central de la Universidad de Chile, tanto como Rectora representante de la Universidad como también en mi calidad de académica del Departamento de Fisiología y Biofísica de la Facultad de Medicina, y profesora en primer año de la Carrera de Medicina por alrededor de tres décadas, donde cada año fue un desafío y una instancia de crecimiento.
Esta Casa Central que hoy los acoge es un edificio patrimonial y desde 1872 (30 años después de la fundación de la Universidad) ha sido testigo de su historia.
Leía hace unos días una memoria del ex Rector Ignacio Domeyko, quien precisamente ese mismo año, 1872, daba una cuenta de la marcha de la Universidad, señalando que en el año 1855 la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile (la única universidad que existía) tenía solo 3 profesores y el currículum -en las palabras de Domeyko- se estructuraba de esta forma: “la patolojía interna estaba unida con la clínica, la patología esterna, con la cirujía i obstetricia, i la anatomía con la fisiología. Los estudios se dividían en dos cursos, cada curso duraba 3 años i los cursos nuevos de medicina se abrían cada tres años; el número total de alumnos no pasaba de 10 o 12” (sic).
Cuánto hemos construido como Universidad y como país a lo largo de los años. Aquí están hoy ustedes preocupándose de las “Nuevas fronteras: La medicina del siglo XXI”. Son alrededor de 280 estudiantes que no solo estudian sus materias, sino que están fuertemente comprometidos y comprometidas con la investigación, acompañados también de muchos profesores y profesoras que los hacen parte de esa forma de abordar la medicina.
¿Pero saben? Ya en esa época que recordábamos, en el siglo XIX -a pesar de ese tamaño pequeño- la Universidad de Chile tenía claras dos grandes definiciones, que han marcado su desarrollo hasta nuestros días: 1) que la Universidad debía servir a Chile, estando su quehacer investigativo orientado a resolver los problemas de Chile (la idea principal del primer Rector Andrés Bello) y 2) que la docencia debía estar estrechamente vinculada a la investigación que realizaban sus profesores (idea principal del ex Rector Ignacio Domeyko).
Celebro, entonces, que esos dos principios orientadores se reflejen también en su quehacer y en este Congreso en específico. No se puede lograr algo tan grande si no hay grandes ideas detrás, y ustedes las tienen: servir a Chile y aprender y formarse integral y responsablemente a partir de la curiosidad y de la indagación científica.
En esa práctica, se ejercita la autonomía académica, tal como lo hacen ustedes hoy. Uno de los grandes valores de la Universidad, uno de los privilegios que tenemos quienes formamos parte de su comunidad, es la autonomía, una condición clave de la vida universitaria, porque sin autonomía, no hay creatividad.
Destaco, asimismo, la colaboración y el trabajo conjunto de la Universidad de Chile, la Pontificia Universidad Católica de Chile y la Universidad de Los Andes, y la participación de estudiantes de Arica a Magallanes y de estudiantes internacionales.
La colaboración y la internacionalización son dimensiones clave del quehacer universitario, pues la complejidad de la sociedad nos exige cooperar con otros y otras, con una perspectiva global, en la búsqueda de las soluciones a los problemas sociales que nos afectan como humanidad.
Las ciencias de la salud, en general, y la medicina, necesitan de ese ánimo de construcción compartida, pues la ciencia está cada vez más amenazada por los discursos que esparcen desinformación científica. Lo vimos en la pandemia del Covid-19 con los movimientos internacionales anti-vacuna y lo seguimos viendo en aquellos grupos que desconfían y siembran dudas sobre el valor de la ciencia en la sociedad contemporánea.
Por eso, referencia al nombre de este congreso, “Nuevas fronteras: La medicina del siglo XXI”, una de las fronteras a superar es, justamente, ese ambiente anti-ciencia que contamina el espacio público.
Requerimos de más y mejor conocimiento para enfrentar los desafíos que se nos plantean en distintos ámbitos, como el cambio climático, el debilitamiento de la democracia o, en este caso, en la prevención y tratamiento de enfermedades cada vez más complejas. La formación y la investigación en las ciencias biomédicas y de la salud es imprescindible, y este congreso contribuye a fortalecer ambas tareas.
Agradecemos el trabajo de la Academia Científica de Estudiantes de Medicina de la Universidad de Chile, que ha permitido este encuentro. A Osvaldo Bartsch, quien cursa el quinto año de Medicina en nuestra Universidad y preside este congreso. Es un orgullo que un estudiante de quinto año sea capaz de movilizar tanto. Extendemos el agradecimiento a cada uno y una de las y los participantes, que serán parte de las múltiples actividades de formación y reflexión que han diseñado para esta semana. Es un orgullo tenerles en esta Casa Central.
Esta es su Casa, y debe estar siempre abierta para que estas instancias de construcción colectiva de conocimiento sean posibles.
Muchas gracias.
Rosa Devés Alessandri
Rectora de la Universidad de Chile