Palabras Encuentro por Chile

Es una alegría saludarles hoy desde la Universidad de Chile.

Este diálogo sobre nuestras visiones de país que nos reúne, y al cual convocamos en conjunto con la Pontificia Universidad Católica de Chile, es consistente con nuestra misión universitaria, la que nos compromete a atender “los problemas y necesidades del país”, a contribuir a su “desarrollo integral, equilibrado y sostenible” y a aportar a la “formación de una ciudadanía inspirada en valores democráticos”.

Estamos viviendo tiempos difíciles a nivel global, que se caracterizan por un conjunto de crisis interconectadas que incluyen las desigualdades sociales, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la acelerada transformación tecnológica y las tensiones geopolíticas. Todo dice que la única forma de enfrentarlos será con más colaboración, mayor atención a perspectivas diversas y pensamiento de largo plazo, incluida la capacidad de anticipación.

Por el contrario, nuestros estilos de vida y nuestras disposiciones tienden a volverse más individualistas, mientras el sentido del colectivo se debilita y prevalece la exigencia de la inmediatez. A su vez, el creciente temor a lo diferente y a los otros contribuye a generar condiciones propicias para una regresión autoritaria.

De hecho, la construcción de un futuro común aparece como apremiante cuando observamos los datos cualitativos que ha logrado recoger Tenemos que Hablar de Chile. En ellos, se advierte que la  incertidumbre se traduce en un estado de vulnerabilidad que paraliza la acción colectiva, ya que en la búsqueda de refugio las personas se inclinan hacia tratar de valerse por sí mismas y desconfían de la posibilidad de alcanzar soluciones inclusivas. En virtud de lo cual, muchas están dispuestas a renunciar a ciertas libertades.

Es justo reconocer, sin embargo, que nuestro país ha mostrado capacidad institucional y ciudadana para resistir dos procesos constitucionales fallidos, en los cuales algunos depositamos muchos anhelos para, justamente, generar un marco de convivencia que permitiera interacciones virtuosas para avanzar en la solución de los problemas que nos aquejan. Es nuestra responsabilidad, entonces, como instituciones de educación superior, contribuir –desde nuestras misiones– a un diálogo amplio y, a través de éste, a la búsqueda de caminos comunes que fortalezcan los valores democráticos. Este espacio de conversación plural y diverso, comprometido con el futuro del país, será sin duda crítico, pero puede ser también portador de esperanza.

Cuando el año pasado, también en conjunto con la Pontificia Universidad Católica de Chile, asumimos el desafío de coordinar la participación ciudadana para el segundo Proceso Constitucional, logramos percibir –a lo largo de todo el territorio– la necesidad de fortalecer un sentido de comunidad, donde cada persona y grupo social fuese reconocido con igual voz y dignidad. Esto nos indica un primer desafío para la sesión de trabajo que tendremos hoy: pensar un país donde ninguna historia de vida quede al margen de las oportunidades para desarrollar sus capacidades y proyectos, para despertar así la imaginación de un futuro mejor.

Como nos señaló ese proceso participativo, así como el reciente informe sobre Desarrollo Humano para Chile del PNUD, y como lo percibimos en nuestras familias, barrios y trabajos, las demandas de cambio permanecen en la sociedad, al mismo tiempo que se reconoce que nos cuesta cambiar y lograr acuerdos que posibiliten esos cambios.

La percepción de un futuro incierto, que dificulta adoptar una mirada proyectiva, nos obliga a poner atención en la voz de quienes, en medio de tanta disputa y discordia, escogen el silencio. Por ello, en este Encuentro, además de escucharnos entre nosotros y nosotras, tendremos que conversar sobre cómo cada uno y una, desde su lugar, puede activar el diálogo y empoderar esas voces que tanto importan y que, al no encontrar canal de expresión, son ignoradas sin lograr anunciar su presencia como ciudadanos y ciudadanas iguales.

La civilización y la sociedad se han construido teniendo como condición de base que, pese a nuestras diferencias, sabemos convivir con ellas; que siendo distintos, podemos ser iguales en derechos; que para garantizar nuestra individualidad, lo colectivo es fundamental; que la paz social se logra con justicia; y que la clave para esta construcción colectiva es la educación. Y la educación es siempre un proceso de conversación, de interacción que nos va co-construyendo como ciudadanos y ciudadanas para la sociedad de la que somos parte.

Este encuentro es un llamado a construir esa confianza que necesitamos para avanzar en conjunto y mirar el futuro con esperanza. Lo que tenemos en común es más fuerte y precioso que nuestras legítimas diferencias. A ese rescate debemos ir colectivamente.

En la Universidad de Chile, buscamos educar para ello.

Agradecemos su presencia y su voluntad de ser parte de esta conversación.

Muchas gracias.

Rosa Devés Alessandri
Rectora de la Universidad de Chile

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